Uno de los aspectos mejor cuidados de la película son los escenarios. Éstos son muy minuciosos, con detalles bien cuidados, y consiguen evitar caer en la mitificación que se hace de Las Mil y una noches. Los exteriores están rodados en España (el castillo de Loarre de Huesca, Ávila, Segovia y Sevilla) para la Francia natal de Balian, y Marruecos para Tierra Santa. Esto ha servido para rodar paisajes “exóticos” sin soportar las inclemencias del tiempo de la zona de Oriente Medio. Las diferencias entre los territorios occidentales y orientales son fácilmente visibles. Mientras que la Europa de Balian es azul, fría, muerta, el Oriente de Balduino y Saladino es de calor rojizo, lleno de exotismo, placeres, lujuria, etc.
Las grandes escenas bélicas a la que ya nos tiene acostumbrados Ridley Scott están muy “mimadas” en esta película. Son escenas largas, llena de detalles, movimiento y acción. Esto no sorprende, ya que las grandes películas taquilleras suelen cuidar mucho tales secuencias. Si se quiere se pueden establecer cierta semejanza con los planos de alguna escena de El Señor de los Anillos (las torres del asedio de Minas Tirith).
Otro aspecto muy importante en esta cinta, y por extensión en la filmografia de Scott, es su banda sonora. En esta película ha sido compuesta por Harry Gregson-William (compositor de Antz y Enemigo público, entre otras): en ella se combina de manera perfecta los elementos occidentales con una omnipresente melodía oriental, como simbología de la unión de los dos mundos. Como en casi todas las bandas sonoras de películas “históricas”, los crescendos y los silencios están a la orden del día, supeditados a crear el clímax necesario en cada momento.
En conclusión, El reino de los cielos es una película de apariencia monumental, llena de los elementos del llamado cine “de palomitas” (acción, actores/actrices del star-system, a veces escenas gratuitas de violencia...), pero se ha de celebrar el retorno de aquellas películas de aventuras, épicas y exóticas (sin pretender compararlas, al estilo de Lawrence de Arabia).
Como ya hemos comentado esta cinta tiene un trasfondo pacifista, desde el siglo XXI. No olvidemos que la película está centrada en la toma de Jerusalén y, si queremos hacer una lectura basada en la sociopolítica actual, servida está en bandeja. De ahí que manifestara Jeremy Irons:
Es una época que guarda muchos paralelismos con la nuestra; la forma en que los cristianos se relacionan con los musulmanes, cómo se utilizan unos a otros, cuáles son en realidad sus motivos y proyectos últimos.
Jerusalén lo vale todo; Jerusalén no vale nada.