T. O.: Omagh . Producción: Tiger Aspect Productions-Portman Film/Bórd Scannán na hÉirean (GB-Irlanda, 2004). Productores: Paul Greengrass y Ed Guiney. Director: Pete Travis. Guión: Paul Greengrass y Guy Hibbert. Fotografía: Donal Gilligan. Decorados: David Wilson y Julie Busher. Montaje: Clive Barrett.

 

Intérpretes: Gerard McSorley (Michael Gallagher), Michèle Forbes (Patsy Gallagher), Stuart Graham (Victor Barker), Peter Balance (Mark Breslin), Fiona Glascott (Cathy Gallagher), Kathy Kiera Clarke (Elizabeth Gibson), Clare Connor (Carolina Gibson), Gerard Crossan (Hugh), Ian McElhinney (Stanley McCombe), Sarah Gilbert (Patricia McLaughlin), Alan Devlin (Lawrence Rush), Frances Quinn (Marion Radford).

 

Color - 106 min. Estreno en España: 18-V-2005.

Pocos meses antes de que el Ejército Republicano Irlandés declarase el abandono de la lucha armada y la destrucción de su arsenal bélico para integrarse en la política parlamentaria, vía el Sinn Féin, se estrenó la impresionante crónica del último ataque terrorista de magnitud: el atentado en la ciudad de Omagh, en el que fallecieron 31 personas, entre ellas dos niños españoles, y más de 200 resultaron heridas.

Se trata de un importante filme de reconstitución histórica –que obtuvo el premio al Mejor guión en el Festival de San Sebastián 2004–, co-escrito por el autor de otra película análoga: Paul Greengrass, director de Domingo Sangriento (2001), que ya comentamos en estas páginas.

El realizador de Omagh es prácticamente un debutante, Pete Travis, que recibió el encargo de Greengrass, dándole total libertad para la puesta en escena. Así, Trave continúa el estilo de la emblemática cinta de Gillo Pontecorvo La batalla de Ángel (1966), o de la misma Bloody Sunday, donde se combinaba el documental con la ficción, para acometer un relato que está también concebido dentro de la mejor tradición del cine político de Costa-Gavras o en las películas más combativas de Ken Loach.

Tras aquella tragedia del 15 de agosto de 1998, atribuida a una facción del denominado IRA Auténtico, que colocó una bomba en la calle comercial de esa localidad norirlandesa, los familiares de las víctimas comenzaron su lucha por la justicia y enseguida organizaron una asociación –Omagh Support and Self Help Group– para esclarecer los hechos.

A través de la figura de Michael Gallagher, que perdió a su hijo de 21 años en la matanza, el film cuenta los acontecimientos sucedidos desde pocos momentos antes de colocarse la bomba hasta los últimas acciones de las familias y el anuncio de poner querellas personales contra los responsables del atentado, todos en una lista facilitada por un topo y contra los que la policía no ha hecho nada.

Por tanto, Omagh –rodada con cámara en mano en una pequeña población a unos 25 kilómetros de Dublín (no resultaba nada correcto filmar en la propia localidad)– viene a ser una denuncia de la manipulación y el empleo que hacen los políticos, la policía y otras instituciones de las víctimas del terrorismo. De ahí que Pete Travis, que estuvo en España para presentar el film, manifestara así su voluntad de expresión en la rueda de prensa que ofreció en Madrid:

Lo interesante es que todo el mundo sabía lo que pasó, la atrocidad que fue el atentado de Omagh; pero lo que la gente no sabía era lo que había hecho el Gobierno y las instituciones. Para muchas personas, enterarse de eso fue un auténtico shock. El objetivo de una película como ésta es que los políticos, la policía, las instituciones, los servicios secretos… se paren a pensar qué están haciendo y, también, se trata de incomodarlos un poco. Hay que decir que dentro de estos grupos también hay progresistas que han dado la bienvenida a una película como ésta. Negociar en aras de la paz con terroristas siempre es una cuestión muy delicada, porque hay tipos que hace veinte años eran terroristas y ahora son políticos. Esta película pretende demostrar que ésa es una zona gris.

En efecto, en España cobra hoy actualidad debido a una disyuntiva semejante. Sin embargo, volvamos a la paradigmática Omagh (2004), objeto de nuestra reseña.

Con un montaje más sintético que analítico, la película de Travis llega al alma del espectador por vía intelectual. Un público que queda consternado por esa crónica humana, que sabe evitar el toque sentimental –en este sentido, el film resulta bastante frío–, y se identifica con el drama del valiente matrimonio protagonista: Michael Gallagher (que encarna perfectamente el actor Gerard McSorley) y su esposa, Patsy (interpretada de forma muy creíble por Michèle Forbes). Ambos dan cruda autenticidad a la narración y logran hacer reflexionar al espectador sobre los efectos del terrorismo, universalizando el tema. El realizador lo comentaría también en Madrid:

El terrorismo es una lacra de nuestro tiempo. Hay personas en todas las ciudades del mundo que han tenido experiencias personales relacionadas con él. Por supuesto, siempre es muy duro cuando alguien hace una película a partir de una atrocidad muy reciente, sobre todo porque las heridas están abiertas y en carne viva.

Con todo, fueron las propias familias afectadas las que pidieron a Paul Greengrass –asimismo coproductor– que realizara un film sobre esa tragedia. Y a tal fin, el protagonista se entrevistó con los Gallagher para no tergiversar los hechos. El propio Michael está muy satisfecho del resultado, por el rigor con que acomete su personaje. De ahí también la buena acogida a Omagh en su país. Peter Travis lo explicó en la citada rueda de prensa:

En Irlanda, la gente estaba muy preocupada de cómo iba a ser esta película; pero al verla, al comprobar la fidelidad hacia las familias y el respeto y cómo se honra a la gente que murió, hubo una acogida cálida.

Francamente, Omagh no se mantuvo demasiado tiempo en cartel, al menos en España, pero sí ha tenido cierta repercusión mediática y acaso hasta política en los últimos acontecimientos del Ulster. La razón es obvia: el cine no sólo es un testimonio de la historia –tal es lo que defendemos los que hacemos esta revista–, sino que trabaja en el subconsciente de la misma sociedad y, andando el tiempo, influye en el contexto político, hace de agente. No obstante, volvamos otra vez a las declaraciones del realizador:

No creo que sea fácil decir qué tipo de influencia puede tener una película sobre nada en un momento determinado. Pero creo, por ejemplo, que la persecución de la persona a la que acusaron de fabricar las bombas se produjo a raíz de la presión que hicieron las familias de las víctimas. Es verdad que muchos hubiesen preferido que dejasen el asunto y éste su muriera poco a poco. Estas personas, los familiares de las víctimas del atentado de Omagh, mostraron tanta valentía que había que contar esa historia sin demora.

Sea como fuere, actualmente en Irlanda del Norte se anuncia la paz y la posibilidad del un nuevo autogobierno. Pienso que –junto a los autores de otras películas sobre el fenómeno del IRA (vid. J. M. Caparrós Lera, La cuestión irlandesa y el IRA: una visión a través del cine. Valladolid: Fancy, 2003), algo le deberemos de agradecer al tándem Paul Greengrass-Pete Travis por su contribución artística.

 

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