T. O.: El abrazo partido . Producción: BD Cine/Wanda Visión/Paradis Films/ Classic (Argentina-España-Italia-Francia, 2004).

 

Director: Daniel Burman. Guión: Daniel Burman y Marcelo Birmajer. Fotografía: Ramiro Civita. Música: César Lerner. Dirección artística: María Eugenia Sueiro. Montaje: Alejandro Brodersohn.

Intérpretes: Daniel Hendler (Ariel), Adriana Aizenberg (Sonia), Sergio Boris (Joseph), Jorge D'Elia (Elías), Rosita Londner (Abuela de Ariel), Diego Korol (Mitelman), Silvia Bosco (Rita), Melina Petriella (Estela).

 

Color - 103 min. Estreno en España: 2-IV-2004.

En una galería comercial de Buenos Aires se desarrolla un pequeño mundo que el director de este film nos quiere dar a conocer. Este “espacio urbano” se encuentra en un barrio muy conocido: el Once, donde originalmente predominaban los judíos y, con el tiempo, los coreanos comenzaron a ser sus vecinos y ofrecer una fuerte competencia en el campo de los negocios. Con la crisis de 2001 en Argentina, muchas personas pensaron dejar el país para buscar un mejor destino. Algunos lo lograron y muchos otros volvieron. El abrazo partido se ubica históricamente en ese país que resultó de la crisis.

Ariel (Daniel Hendler) es el protagonista de esta historia (dividida en capítulos temáticos) y trabaja en un negocio de lencería junto a Sonia (Adriana Aizemberg), su madre. Él será el guía de nuestro recorrido por la galería y por su propia historia personal. Nos irá presentando uno a uno a los habitantes de la galería, con sus historias “detrás del mostrador”. Todos tienen en común su pasado inmigrante: tanto los judíos, como los coreanos, como los italianos. Es un ambiente multiétnico, en el cual conviven las diferencias pacíficamente. El espacio arquitectónico que comparten parece una catacumba: nunca entra el sol y Ariel busca abrir ese espacio con tanto encierro concentrado.

Luego de haber perdido a su novia, de sufrir la crisis económica y sin haber terminado la carrera de Arquitectura, Ariel intenta la salida hacia el Viejo Continente: quiere obtener el pasaporte polaco que le permita vivir y buscar trabajo en Europa. Un intento más por lograr la fantasía de la solución mágica. Su hermano Joseph (Sergio Boris) también apostará a la ilusión: ser productor de miel (para exportarla a Canadá) y encontrarle así una salida a la crisis económica.

 

Este trámite del pasaporte le llevará hacia un proceso de conocimiento interior, de la propia familia y de sus propios sentimientos. Descubrirá aspectos de la historia familiar inesperados. Quien estaba lejos se volverá cercano y viceversa. Frente al país que se derrumba, la búsqueda de los ancestros. Como si fuera posible la reconstrucción del camino que los trajo a América y así regresar. Como un gesto de arrepentimiento.

La abuela es una de las personas a quien Ariel no suele ver muy seguido. Pero ahora la necesita: tiene los papeles que el trámite de pasaporte exige. Revolver y buscar esos papeles es también un ejercicio de memoria que la abuela no quiere hacer: le traen recuerdos de su vieja Polonia, cuando fue invadida por los nazis. Mientras la idea del pasaporte despierta esperanzas en él, en ella desentierra los fantasmas que habían desaparecido. Él no quiere ver a su abuela, pero todo sea por el pasaporte. Ella no quiere saber nada del pasaporte, pero todo sea por su nieto.

 

Pero en Ariel no todo es entusiasmo. Él se encuentra con una cierta ansiedad que se ve reflejada en la cámara, en cómo ésta lo sigue en sus caminatas en medio de la calle, como si el film fuera un largo reportaje, con un cierto desorden planificado. Al director no le interesa tanto el encuadre renacentista como el registro de lo vital, el movimiento de los actores y, para ello, pone la cámara al servicio de los protagonistas de la historia.

Uno de los rasgos interesantes es el cambio cultural entre la generación de Ariel y sus padres: la ausencia de formación religiosa. Debido a ello, Ariel perderá de vista una pista clave en la reconstrucción de su historia personal. La madre le confiesa a su hijo que se ha divorciado religiosamente hace muchos años de Elías (Jorge D'Elia), su padre, cuando éste marchó a luchar en una guerra a Israel. Por ser de religión hebrea, este divorcio sólo había podido darse por medio del libelo de repudio que otorgó Moisés en caso de adulterio. Pero como Ariel no sabe nada, ni de Moisés ni de la Ley, ese dato no le sirve de mucho, al contrario, le despierta más odio hacia su padre. El pasado que se le oculta –que alguien se lo ha ocultado– a Ariel surgirá de manera patente con motivo del anhelado pasaporte.

En algún aspecto, esta película sigue la línea argumental de filmes como Secrets and Lies (1995), de Mike Leigh, donde el entorno familiar es un microuniverso construido a partir de una historia paralela ficticia que oculta lo que realmente ha sucedido. Esto está muy bien señalado y acentuado en el capítulo “El grito ancestral”, donde la madre va reconstruyendo el pasado con historias que no coinciden con el registro histórico del hijo. Conocido el pasado, el pasaporte deja de interesarle. Ser polaco ya no es una necesidad perentoria. Con el regreso del padre (a quien le falta un brazo) deja de tener sentido su viaje a Europa como forma encubierta de salir a buscarlo.

En esta película, están combinados lo dramático y lo humorístico (la entrevista en la Embajada polaca), porque el director ha confesado, en más de una ocasión, que no quiere que el drama tome un protagonismo irreversiblemente fatalista. Por eso, tomando en cuenta la misión de entretener, le da al espectador un respiro mediante el humor.

Daniel Burman forma parte de la nueva generación de jóvenes cineastas de Argentina. Este film tiene un marcado carácter autobiográfico (como el trámite del pasaporte). A semejanza de Nadar solo (2001), película de la que es coproductor, la fuente de inspiración no parece ser tanto una exigencia externa como una introspección personal. Si bien aparece el drama de la crisis económica surgida en 2001, no es un cine político sino un cine intimista, de reconstrucción personal. Un cine que va más allá de la coyuntura, del conflicto constante: es un cine que sale a buscar una identidad más que a retratar un fracaso. Y esto es un punto de ruptura con una larga tradición argentina, característica que comparte con la citada Nadar solo.

Junto al film Esperando al Mesías, éste forma parte de una trilogía que culminará con su próximo largometraje. Sin embargo, con El abrazo partido, ya ha ganado varios galardones internacionales: en el Festival de Berlín 2004, el Premio del Jurado y el “Oso de Plata” al Mejor actor (Daniel Hendler); y en el Festival Latinoamericano de Lleida, los premios a Mejor director, Mejor film y Mejor guión.

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