Finales
para un final
Con
este recorrido hemos dejado atrás la ilusión de visitar
un pasado monolítico e indiscutible a través del visionado
de una película. Situando las obras analizadas intentamos abrir
nuevas puertas para escuchar otras voces, otros discursos, que se
entretejen elaborando nuevos sentidos y disparando en múltiples
direcciones la aparente linealidad de las narraciones. Juan Manuel...
y Camila dicen mucho con lo que omiten: en la primera, no hay
alusión al terror como metodología política,
mientras que en Camila la represión, el autoritarismo
y la censura estructuran la trama. Pensando en las versiones de la
historia que plantean ambos filmes, podemos decir que la película
de Antín intenta dar una explicación al Régimen:
describe sus bases de apoyo, muestra aspectos de su proyecto político
y económico y justifica la dureza del Gobierno. La película
de Bemberg, en cambio, ni siquiera se asoma a una explicación
de por qué el rosismo se sostuvo a lo largo de tres gobiernos.
La demonización del Régimen es tan potente que torna
algo ingenua la mirada: Rosas es como un busto de hierro -invisible
pero omnipresente- preexistente, y no alude en ningún momento
a cómo construyó y sostuvo su poder más allá
del ejercicio del terror, que es una de las variables pero no la única
ni la medular.
En
el planteo de los antagonistas también podemos develar simplificaciones
ideológicas de la historia: ¿Qué enemigos reconocen
cada una de estas películas? Juan Manuel..., claramente
centrada en las cuestiones políticas, de "Estado",
distingue como su enemigo al unitarismo, asociado a la oligarquía
y al imperialismo. Camila, en cambio, define a su antagonista
en dos características del Régimen: el autoritarismo
y la violencia de Estado.
Así, los personajes se debaten en la lucha contra esos enemigos,
con resultados disímiles. Los años 70 parieron en Juan
Manuel... un final victorioso y esperanzador, donde el imperialismo
es derrotado por el caudillo. Al cerrar la película con la
firma del levantamiento del bloqueo inglés, Antín y
su guionista recortan la clausura definitiva que tuvo el Régimen.
La historia de Rosas en el poder termina tras la batalla de Caseros,
donde es derrotado por una alianza encabezada por el general Justo
José de Urquiza, y emprende el exilio a Inglaterra donde muere
sin gloria.