Las películas sobre las pequeñas historias del día a día, no necesitan grandes producciones. Este es el caso de Tsotsi, donde se reflejan las miserias de la sociedad de Johannesburgo, de África y del mundo en general. Está basada en la novela que Athol Fugard publicó en 1980.
En la película se nos muetra la vida de Tsotsi (no es un nombre, es un mote que significa “ratero”), endurecido en las calles del ghetto. Este “gángster” de poca monta pronto experimentará un cambio radical en su vida, que le llevará a asumir todo el mal que ha provocado.
Tras una pelea con uno de sus compañeros de banda que había intentado indagar en su pasado, un Tsotsi enfadado se involucra en el robo de un coche y el secuestro accidental del bebé que estaba dentro.
Este es el “inicio del fin” de la vida que conoce de Tsotsi. Pronto tendrá que soportar que los miembros de su banda le giren la espalda (por su reacción al interrogatorio de “el profesor”) e incluso uno de ellos se plantée asesinarle. O que las bandas del ghetto vean felizmente la caída del joven y la policia lo persiga por los pequeños robos que ha cometido en el pasado y por el secuestro del bebé (hijo de una familia africana adinerada).
Tsotsi buscará la ayuda forzada de Miriam, una chica del barrio, viuda de un joven militar y mamá de un pequeño niño, que tendrá que ocuparse del “bebé de Tsotsi” e, indirectamente, del joven también. Pronto empezará una extraña relación de odio-aprecio, de maestra de la vida–alumno en redención.
Un detalle curioso y que ayuda a ver la evolución del personaje en la trama, es la amnesia que se autoimpone Tsotsi. Es la única forma que encuentra para salir adelante en el difícil mundo que le ha tocado vivir. Poco a poco, y gracias a las enseñanzas que Miriam le enseña de otra forma de entender la vida, Tsotsi irá recuperando recuerdos de su infancia perdida: una madre enferma (posiblemente de SIDA) y un padre borracho, decidido a curtir con asperezas y golpes la ya de por si dura vida sudafricana