T. O.: Alatriste . Producción: Estudios Picasso, Origen Producciones, NBC Universal Global Networks España (España/Francia/EEUU, 2006). Productores: Antonio Cardenal y Álvaro Agustín. Director: Agustín Díaz Yanes. Guión: Agustín Díaz Yanes (basada en la saga de novelas de Arturo Pérez-Reverte). Fotografía: Paco Femenía. Música: Roque Baños. Dirección artística: Benjamín Fernández. Vestuario: Francesca Sartori. Montaje: José Salcedo.

 

Intérpretes: Viggo Mortensen (Capitán Alatriste), Ariadna Gil (María de Castro), Unax Ugalde (Iñigo Balboa), Nacho Pérez (el joven Iñigo Balboa), Elena Anaya (Angélica de Alquézar), Nadia de Santiago (la joven Angélica de Alquézar), Javier Cámara (Conde-Duque de Olivares), Juan Echanove (Francisco de Quevedo), Enrico Lo Verso (Gualterio Malatesta), Blanca Portillo (Fray Emilio Bocanegra), Eduardo Noriega (Duque de Guadalmedina), Jesús Castejón (Luis de Alquézar), Antonio Dechent (Curro Garrote), Eduard Fernández (Sebastián Copons), Francesc Garrido ( Martín Saldaña), Luis Zahera (Luis Pereira).

 

Color - 147 min. Estreno en España: 1-IX-2006.

Diez años después de que la ágil pluma de Arturo Pérez-Reverte diera vida al enigmático capitán Alatriste, las famosas aventuras y desventuras de éste han dado el esperado salto a la gran pantalla, reafirmando su inmortalidad, aquilatada ahora con la aparición de la sexta entrega de la serie: Corsarios de Levante.

Alatriste es la mayor producción española y, a la vez, su reto más audaz y complejo. Con un presupuesto de 24 millones de euros, un afamado plantel de actores encabezado por Viggo Mortensen, y el respaldo de un autor y de una obra convertida ya en objeto de culto, muchas eran las expectativas generadas en un público ávido de ver un cine español renovado. Todos estos elementos, junto a la intensa actividad promocional y el inigualable atractivo de las películas de época y de aventuras, han alimentado el apasionamiento de la crítica, que ha tomado por igual como referentes, a la hora de juzgar el film, la saga de novelas en que éste se inspira y las innumerables cintas de aventuras y acción del cine americano y británico.

Como adaptación de una obra literaria, Alatriste ha pretendido mantenerse fiel al espíritu de aquélla, única condición sentada por Pérez-Reverte en la elaboración del guión. Las líneas maestras de las novelas son así las claves de la propia película, cuya más perfecta inteligencia precisa conocer, por igual medida, la obra literaria, el pensamiento de su autor, el del director de la cinta, y determinados pasajes de la historia de España, pues sin el auxilio de todas estas fuentes de inspiración del film, éste adquiere la apariencia de un cuadro incompleto en sus trazos.

Tal y como sucede en las novelas y, en consonancia con buena parte de la obra literaria y periodística de su autor, la principal línea maestra de la película está constituida por la denuncia de ciertos males como la corrupción, el abuso de poder, la incapacidad de los gobernantes, y, en general, la explotación de las energías y virtudes más nobles en beneficio de la comodidad y el dinero fácil. El personaje cuyo desigual destino pende de quienes con tales armas deciden la suerte de España, es también el que se extrae de la obra literaria: callado, sentencioso, voluntarioso y leal. A imagen también de las novelas, aunque de modo mucho menos acusado, la cinta nos revela, por último, una finalidad didáctica, que no es otra que la de mostrar la historia del Siglo de Oro español.

 

En la presentación de estas líneas maestras, la película combina elementos de las diversas entregas de la saga, particularmente de la primera (El Capitán Alatriste), de la tercera (El sol de Breda) y de la cuarta (El oro del Rey), avanzando, incluso, el que parece será el desenlace final de aquélla.

Como obra cinematográfica, la elaboración de Alatriste presentaba innumerables frentes que cubrir, difícilmente dominables en lo que constituye el primer embate serio del cine español con un tipo de producciones que exige vérselas a una con guión, localizaciones, ambientación, vestuario, banda sonora, representación, lenguaje, acción, etc., elementos cuya combinación debe resultar armónica para trasladar al espectador no sólo varios siglos atrás en el tiempo, sino también a los dominios mismos de la aventura.

La cinta no ha salido igualmente airosa de todos esos frentes. El guión, verdadero alma de toda película, carece de la cohesión y de la fuerza precisa para encarnar un film de la envergadura prevista, pues se presenta como a retazos, sin adoptar una dirección determinada. Como consecuencia de ello, la obra carece de vigor, de ritmo y, prácticamente, de hilo conductor. Si bien hay elementos argumentales presentes a lo largo de todo el metraje, su desarrollo es poco homogéneo, quizá como consecuencia de unas pretensiones excesivas. Es el caso del origen de la enemistad y el odio entre Alatriste y Malatesta. Pese a que esos sentimientos son una constante en el guión, el origen de los mismos es presentado de un modo vago y poco convincente, cuando éste es, probablemente, el momento más decisivo en el desarrollo de la obra. A partir de ese momento, las escenas se suceden de forma bastante deslavazada, a modo de rompecabezas que sólo adquiere cierta cohesión a la luz de las fuentes de inspiración del film. Así sucede, por ejemplo, en relación con la recreación de la batalla de Rocroi, cuyo episodio histórico el espectador debe conocer para situarse en la película.

El segundo gran reto del film lo constituía la caracterización y el tratamiento de los personajes. En este punto, el espectador tiene también tras de sí las numerosas películas de época que obran en su memoria, su idea del lenguaje del XVII, ?basada quizá en las novelas de Pérez-Reverte?, y, aún más, no le resulta fácil desprenderse de la imagen que habitualmente ofrecen unos actores a los que se está acostumbrado a ver y escuchar en papeles muy distintos. Este conjunto de predisposiciones, que bien podrían tomarse como proyección de ciertos cánones, aunque conocidas por el director, no ha sido atendido en la elaboración de la cinta. El resultado, derivado de las deficiencias que presenta el guión, es un catálogo de personajes poco definidos y elaborados, que carecen de entidad y profundidad, lo que resta credibilidad a la historia. Si bien se huye de la caricatura que con frecuencia caracteriza el cine histórico español, hay imágenes que, como la del rey Felipe IV, se encuentran lastradas por ese recurso.

En otros terrenos más técnicos, el film se desenvuelve de forma más aceptable e, incluso, brillante, como es el caso de la fotografía, inspirada en las composiciones de Velázquez y Caravaggio, pero, en general, éste y otros recursos destinados a prestar realismo a la historia y evitar la sensación de artificiosidad (vestuario, tipos humanos ásperos y curtidos, decorados, etc.), no se hallan adecuadamente incardinados en la obra, provocando que ésta quede en ocasiones atrapada en ellos, perdiendo agilidad y armonía.

En cuanto a sus aspectos de fondo, la película trata, principalmente, de poner de relieve los diversos males que aquejan a España, adentrándose en lo que podría ser el punto de partida de los mismos: la decadencia del Imperio, momento en que ideales como el honor, la lealtad, la entrega, la nobleza, el patriotismo, la camaradería, etc., se habrían visto superados y vencidos.

 

Íntimamente relacionado con este aspecto, la película se adentra también en los condicionantes que actúan sobre la vida de las personas, determinando su destino. No hay así en la película una muestra de superación de las circunstancias de las que se parte que no sea el obrar del mismo modo que quienes oprimen, explotan y roban. No se muestra tampoco ningún salto cualitativo que no derive de un favor o merced. En la presentación de este aspecto, sin embargo, resulta difícil discernir cuál es la razón de la suerte de Alatriste: el modo en que otros gobiernan su destino, los condicionantes externos, o su propio modo de proceder y de guiarse, que no es el adecuado.

En tercer lugar, el film pretende ser también, a través del personaje de Alatriste, espejo de la historia de España durante el primer cuarto del siglo XVII. En este aspecto, la cinta no es una mera recreación de ambientes o de una época, sino que se adentra en las vicisitudes mismas de la historia. Alatriste participa, de primera mano, de la vida política, social y cultural, relacionándose directamente con personajes reales. Esta técnica, que en las novelas tiene una clara finalidad didáctica, se emplea en la película como instrumento de un realismo que, inevitablemente, se escapa a la propia experiencia, y de un cine de época cuya técnica no se domina.

 

En el tratamiento de estos aspectos que conforman el trasfondo del film se produce una evidente traslación al presente. La intervención española en Flandes evoca el imperialismo americano y la presencia estadounidense en Irak, así como el modo de mantener la paz en el mundo. El diálogo entre Alatriste y el Conde-Duque de Olivares es tremendamente sugerente a este respecto y resulta plenamente actual. El declive del Imperio y la crisis de los ideales sobre los que se erigió hacen interrogarse acerca del propio ser de España como proyecto común, lanzando algunas preguntas fundamentales: ¿cuáles fueron esos ideales?, ¿cabe la continuidad sobre los mismos? ¿sobre qué debe construirse, en fin, el proyecto común? Por último, la película ofrece también una clara lectura social, de la que se desprende que la historia de España ha estado marcada por el triunfo de favores, mercedes, lazos de sangre y conspiraciones, en detrimento de méritos, lo que conduce, inevitablemente, a cuestionar su propio ser como proyecto común.

Como conclusión, puede decirse que, si bien Alatriste asume el riesgo de abrir nuevos horizontes para el cine español, se halla aún lejos de las producciones americanas en el manejo del estilo y lenguaje cinematográficos propios de las películas de época. Por otra parte, se advierte la presencia de muchos de los elementos constantes y reiterativos del cine español más reciente: escenas de sexo fuera de lugar; presentación de la religión como elemento de decadencia y corrupción, desconociéndose completamente su aportación a la modernidad y a ese “lo que fuimos”; o la lucha de clases y la idea de que quien se guía por nobles ideales es un perdedor y un acabado. Como en otras ocasiones, se quiere construir, sobre la base de estos elementos, una película realista, cuando, aunque es indudable que así suceden las cosas en la práctica, esa no es toda la realidad, sino una parte de ella. Es la paradoja del cine español, que a fuerza de buscar el realismo, se hunde en la recreación de ambientes marginales, renunciando a la propia realidad de la historia que se narra y, lo que es más importante, a la realidad del arte.

 

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