Al igual que esta historia fantástica, la acción principal encarna también la lucha entre el bien y el mal, pero, a diferencia de lo que sucede en aquélla, en ésta ambos extremos se materializan de forma muy concreta. Mientras que en la primera los monstruos son la referencia cierta del mal, éste se identifica en la segunda con unos personajes determinados: Vidal y sus esbirros, y con uno de los bandos participantes en la contienda civil, el nacional.
De acuerdo con la línea de pensamiento dominante y oficialista, alentada ahora a través de la denominada “recuperación de la memoria histórica”, en El laberinto del fauno el bando nacional es asimilado al régimen nacionalsocialista. La historia narrada podría ser así la imagen de cualquier film sobre el nazismo, dado el número de tiros a bocajarro, las muestras de falta de consideración hacia las personas y el catálogo de personajes siniestros que aparecen. En este sentido, es muy significativo el peinado de Vidal, cuya semejanza con el de Hitler es palpable.
Junto a estos elementos, existen otros ya recurrentes, como la escena costumbrista de compadreo entre el clero, el ejército y las autoridades, o la identificación del régimen franquista con una estructura militar que se superpone artificialmente sobre la población. Este trasfondo en el que la película sitúa la posguerra española es, sin embargo, más propio de las dictaduras sudamericanas, en las que sí es posible detectar, a escala general, los elementos que se recogen en este film.
Si los militares nacionales encarnan el mal, son los maquis los que personifican el bien, en la medida en que se les presenta como luchadores por la libertad. El pulso mantenido frente a estos guerrilleros constituye el trasfondo histórico del film, que refleja el intento de invasión que los maquis llevaron a cabo en 1944, a través del Valle de Arán. Al hilo de esta recreación, hay una crítica velada e indirecta a los aliados -también presente en otros filmes con la misma temática- que nunca intervinieron en España.
En la presentación de esta historia la película cae en una simplificación absoluta, pues confunde actitudes personales, presentes en uno y otro bando, con el posicionamiento que, a diferentes niveles, ofrecían ambos. Si esto último ya es difícil de evaluar, más aún lo es lo primero. Y en esto ciertamente que la obra incurre en una contradicción mayúscula, pues el mal, que se representa, de modo metafórico, a través del monstruo de los cuentos de hadas, como encarnación de unas conductas que pueden adquirir mil y un rostros en la vida real, se materializa luego únicamente en el bando nacional, lo que no sólo supone un flaco favor a la justicia, sino que, además, cercena la capacidad crítica, especialmente respecto del presente, al referenciar el mal exclusivamente en el pasado, en relación con una época y personajes concretos.
A pesar de esta simplificación de la realidad, la historia que se narra está muy bien lograda y obedece a un excelente guión cinematográfico, enriquecido con la serie de dramas que encierran la vida de los personajes. Lo mismo cabe decir respecto de la ambientación, los escenarios elegidos, y el cuadro de actores, dentro del cual sobresale Sergi López.