No tengo nada en contra de las voces en off . Al contrario, me encantan. Son un recurso legítimo que añade una nueva dimensión –lírica, narrativa, irónica– a las imágenes. Como todas las cosas, hay que saber utilizarlas. En La delgada línea roja , el equilibrio colgaba de un hilo, pero no se rompía, gracias, en parte, a la existencia de un protagonista colectivo y a un guión basado en una sólida novela. En El Nuevo Mundo , en cambio, el equilibrio se rompe y los personajes viven encapsulados en sus cavilaciones. Los monólogos interiores desplazan a las relaciones entre los personajes e impiden construir un dispositivo narrativo. Q'Orianka Kilcher sale airosa del empeño, pero Colin Farrell se muestra algo inexpresivo al lado de su excelente actuación en Tigerland .
La primera parte, animada por un gran lirismo ante los paisajes, es la más lograda de El Nuevo Mundo , porque las ensoñaciones trascendentalistas de Malick concuerdan con la mentalidad de la protagonista. Pero después la película decae, ese mismo trascendentalismo (heredado de la filosofía de Emerson) se convierte en una rémora.
« Come, spirit! », implora al principio Q'Orianka Kilcher sumergida en el mar. « Mother, where do you live? In the sky? In the clouds? [...] Show me your face », dirá más adelante. « Mother, now I know where you live », concluye hacia el final la voz de ultratumba (o casi) de Q'Orianka Kilcher, ante otra sucesión de paisajes. Debemos entender, supongo, que «el espíritu», «la madre» viven en la espléndida naturaleza virgen de América. El capitán Smith, por su parte, en el postrer encuentro confiesa que ha pasado de largo de las Indias (se refiere, huelga decirlo, a la América de los algonquinos). El final nos remite al principio. Esa circularidad determina el carácter ahistórico, cerrado en sí mismo de El Nuevo Mundo .
La única aspiración que Malick concede a sus personajes es el retorno a un Edén primitivo del que han sido expulsados y que el hombre ha destruido. He aquí la gran limitación del cine de Terrence Malick.