Eso es lo peor. Nada de lo que recuerdo durante aquella época, el sufrimiento, el dolor físico, es peor que ser separado de mis padres. Recuerdo preguntarme dónde estaba mi padre, dónde estaba mi madre.
Por lo tanto, su adaptación de Oliver Twist posee esa doble virtud de ser testimonio de una odisea personal de supervivencia y de tratarse, a la vez, del primer film de Polanski destinado al público infantil. Este segundo aspecto constituye todo un gran acierto ya que guionista y realizador han procurado aproximar el espíritu realista de Charles Dickens a la óptica de este incipiente espectador haciendo especial hincapié en la descripción psicológica de los personajes. A través de un elaboradísimo diseño de vestuario y maquillaje se han conseguido resaltar los rasgos más característicos de cada personaje: la inocencia de Oliver, la ferocidad del villano Bill Sykes y la ambivalencia de Fagin (de quien nunca se menciona su origen hebreo aunque quede explícitamente manifiesto en su fisonomía). En ese sentido, Roman Polanski opta por una solución inhabitual en las anteriores versiones de la novela: conceder a la figura de este judío explotador de niños una vertiente más humana. Característica que el actor Ben Kingsley realza notablemente con su brillante interpretación (a la altura de la encarnación que Alec Guinness realizara, en 1948, para la magistral versión de David Lean, sin lugar a dudas la más lograda de las adaptaciones).
A pesar de todas sus virtudes, Oliver Twist sigue acusando la falta de una impronta más personal en la puesta en escena. Polanski, que, desde muy joven, introdujo en su cine una tendencia a deformar la percepción real de los objetos en beneficio de una perspectiva subjetiva y alucinada, ha vuelto a recurrir a una planificación más clásica –acaso más acorde también con el espíritu del original literario– en la que cuesta ver la personalidad de su autor, al menos en la primera parte del film. Rasgo curioso que ya pudo apreciarse en El pianista y que, del mismo modo que en aquella archipremiada cinta, se subvierte hacia la segunda mitad del metraje, donde ya quedan más patentes las constantes de su realizador (auténtico especialista en la recreación de atmósferas sombrías y claustrófobicas). A este respecto, merecen ser especialmente destacadas las escenas finales donde se muestra el rescate de Oliver Twist y el “providencial” ajusticiamiento del malvado Sykes.