T.O.: Match Point . Producción: Jada Productions-BBC Films-Thema Productions (Reino Unido/USA/Luxemburgo, 2005). Productores: Letty Aronson, Gareth Wiley y Lucy Darwin. Director: Woody Allen. Guión: Woody Allen. Fotografía: Remi Adefarasin. Diseño de producción: Jim Clay. Vestuario: Jill Taylor. Montaje: Alisa Lepselter. Intérpretes: Scarlett Johansson (Nola Rice), Jonathan Rhys Meyers (Chris Wilton), Emily Mortimer (Chloe Hewett Wilton), Matthew Goode (Tom Hewett), Brian Cox (Alec Hewett), Penelope Wilton (Eleanor Hewett).

Color - 124 minutos - Estreno en España: 4-XI-2005.

“Jean-Michel Frodon: ¿Cómo lo tomaría si le considerasen como un director europeo?

Woody Allen: -Lo tomaría como un cumplido. Los cineastas que más admiro son europeos, su sensibilidad cinematográfica está más cerca de la mía. (…) Me sentiría muy orgulloso de ser europeo, sería una utopía realizada.” ( Conversaciones con Woody Allen (Barcelona: Paidós, 2002, p. 101).

 

Ya hace años que Woody Allen está considerado como uno de los directores americanos más europeos, clasificación que en su caso incluye el estilo, las perspectivas comerciales y sus gustos personales, que no deja de manifestar en los diálogos de sus filmes. Es muy curioso que Match Point , su primera película rodada íntegramente en el viejo continente, se haya convertido en su título más taquillero y popular de los últimos años, fenómeno que se ha consolidado en nuestro país con el Goya a la Mejor película europea que recibió el mes de enero de 2006.

El director de Manhattan ha entrado a Europa con dos filmes ingleses, Match Point i Scoop (ya terminada), y situará la siguiente película en Barcelona. Así pues, la obra que nos ocupa es importante porque inicia una nueva etapa en la carrera de Allen. Pocas de sus películas se han ambientado fuera de los Estados Unidos: sólo las parodias de sus primeros años (como La última noche de Boris Grushenko -1975-, con escenas rodadas en Francia y Yugoslavia) y algunas obras puntuales lo han alejado de historias situadas en su país. El ejemplo más reciente es Todos dicen I love you (1996), que retrata a su vez Nueva York, París y Venecia, dando a las tres ciudades una importancia capital en la historia. Algo parecido ocurre con el Londres de Match Point , aunque en este caso la recreación del ambiente urbano se ha reducido en favor de la historia.

Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers) es un joven profesor de tenis irlandés que va a dar clases a Tom (Matthew Goode), hijo de una familia de la clase alta inglesa. Allí se enamora y se casa con Chloe (Emily Mortimer), la hermana, aunque rápidamente se ve seducido por la novia de su alumno, Nola Rice (Scarlett Johansson), una aspirante a actriz americana. Match Point , pues, empieza como una historia de adulterio, típica de Woody Allen, aunque se va oscureciendo progresivamente: cuando Nola amenaza con revelar la verdad a la esposa de Chris y decirle que está embarazada, éste decidirá matarla para que nada interrumpa su idílica vida privilegiada. Sin duda alguna, nos encontramos ante un argumento propio del thriller y el cine negro que recuerda inevitablemente a Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987): llamadas inoportunas, mentiras conyugales, intentos de confesión, un embarazo no deseado, el asesinato que preserva la estabilidad y, por encima de todo, el personaje de la mujer fatal.

La presentación de Nola no puede ser más clara al respecto: aún en fuera de campo, pregunta “¿quién es mi próxima víctima?” refiriéndose a una partida de ping-pong. Cuando vemos su imagen ya salimos de toda duda: una mujer joven, rubia, fumadora y, como descubrimos después, americana, es decir, extranjera. Estos atributos nos remiten a vampiresas del cine clásico, mujeres fatales que seducían al hombre para después arrastrarlo a la perdición. A primera vista, el personaje de Scarlett Johansson se adecua perfectamente a este arquetipo, reforzado por el contraste con Chloe: mientras ésta, en boca de Chris, “es un encanto” (“she is very sweet”), la otra, según Tom, tiene una “mirada de mujer fatal”. A pesar de ello, el personaje de Nola no se limita a ser un simple homenaje o caricatura, sino que Allen añade a su biografía una familia desestructurada, unas aspiraciones que no se llegan a cumplir y una incomprensión por parte de la familia de Tom que la convierten en el personaje con más carga dramática de toda la película, acercándola más a la Glenn Close de Atracción fatal que a Rita Hayworth o Barbara Stanwyck.

Antes comentábamos que era curioso que la primera película europea del director neoyorquino se convirtiera en una de las más taquilleras en nuestro país. Pues bien, tampoco es predecible el hecho de que Allen, un hombre que en su dilatada carrera ha atravesado todos los géneros y homenajeado a media historia del cine, escoja para su primer film europeo unas formas tan americanas como las del cine negro. Dos de sus películas recientes (ambas obras menores) han intentado acercarse a este género: Misterioso asesinato en Manhattan (1993) y La maldición del escorpión de jade (2001). En ambos casos se trata de comedias vestidas de intriga. Match Point no se puede incluir aquí: nos habla de cine negro, pero no usa tanto sus formas como su contenido, los dilemas a los que conduce. Y son estos dilemas los que nos llevan a recordar una de las obras más importantes de Allen, Delitos y faltas (1989).

Nunca deja de interesarme que en una de mis películas se descubran reminiscencias de alguna otra de ellas: me parece interesante porque no me lo espero, jamás pienso en ello”, comentaría también a Frodon. De hecho, se podría decir que Match Point es una revisión de una de las líneas argumentales de Delitos y faltas , aquella en la que el oftalmólogo que encarna Martin Landau decide asesinar a su amante para que no confiese la verdad a la esposa. La trama londinense recupera este esquema (muy parecido al de Atracción fatal , aunque sin el embarazo) perdiendo las cuestiones filosóficas que plantea pero acentuando el tono trágico; como decía Martin Landau, “ Delitos y faltas es una tragedia moderna suavizada con comedia, un Shakespeare para los noventa” (Citado por Jorge Fonte, em Woody Allen. Madrid: Cátedra, 2002, p. 341).

Match Point es una tragedia en toda regla; citando a Sófocles, en ella se dice que “no haber nacido nunca puede ser el mayor de los favores”. Cuando Chris asesina a Nola, embarazada, para salvar su posición privilegiada, Chloe lo espera para decirle que van a tener un hijo. Este fatalismo se va imponiendo progresivamente en las escenas, apoyado por uno de los elementos más singulares y acertados de la película: la ópera, que constituye la práctica totalidad de su repertorio musical.

Los títulos de crédito son tan austeros como los del resto de la filmografía de Allen, pero en este caso el jazz típico de su director deja lugar a Una furtiva lagroma , que acompañará, junto a otra piezas operísticas, los principales momentos del relato. Esta aria pertenece a L'Elisir d'amore (1832), de Gaetano Donizetti, una ópera bufa que explica la historia de un triángulo amoroso entre un militar, una rica terrateniente y el campesino que la ama, y que satiriza elementos como la vanidad o los celos.

Match Point también nos habla de un triángulo entre clases sociales y de los sentimientos contradictorios que el amor comporta. Óperas de Verdi, Rossini y Bizet, entre otros, elevan las emociones de los personajes a una exaltación de pasión poco vista en las películas de Allen, aunque se mantiene la habitual naturalidad interpretativa de sus actores, en este caso excelentes. Como ejemplo del buen uso de la música, cabe citar el asesinato de Nola, acompañado por un intenso fragmento del Otelo de Verdi. Esto nos acerca otra vez a Atracción fatal , en la que Madame Butterfly tiene cierta importancia, y demuestra que la ópera no está en absoluto anticuada para expresar emociones (En relación con esto, no está de más señalar el programa de la BBC Flashmob: The opera (2004), en el que se organizó la representación de una ópera en directo en la estación de Paddington; los actores cantaron importantes piezas operísticas adaptadas a la actualidad. Por otro lado, la banda sonora cumple dos funciones muy importantes: situar la acción en Europa (sin usar el jazz, típicamente americano) y enmarcarla en la clase alta.

El contexto social de esta película no tiene nada que ver con las habituales clases medias de su director, sino que se traslada a la alta burguesía inglesa, con sus mansiones y sus jornadas de caza. Woody Allen no quiere enseñar sus ritos (las dos bodas son mostradas fugaz y desinteresadamente) pero sí que critica cómo el dinero puede comprar y absorber a las personas, hasta el punto que son capaces de hacer cualquier cosa para mantener su posición, incluso matar. Match Point sugiere que son grupos privilegiados que acaban eliminando los intrusos destructores (la aspirante a actriz americana) para preservar su estabilidad.

A pesar de ello, no se pretende tanto una crítica social a los ricos como la construcción de una tragedia alrededor de un concepto que no se deja de repetir: la suerte. Chris, el protagonista, defiende que ella acaba determinando nuestras vidas, y de hecho es la suerte la que le lleva a ganar o perder partidos, a encontrarse una y otra vez con Nola y a escaparse finalmente de la policía. La creencia en esta fuerza superior abstracta nos remite otra vez al cine negro y, muy especialmente, al fatalismo de los relatos de Patricia Highsmith, que juega con sus personajes a partir de oscuros giros del azar. Cabe anotar una curiosidad: la adaptación cinematográfica más conocida de una novela de Highsmith es Extraños en un tren (Alfred Hitchcock, 1951), en la que el protagonista juega al tenis, como el Chris Wilton de Match Point .

También el cine de Woody Allen está impregnado de este concepto, porque sus películas se construyen con encuentros casuales que siempre conducen a algo más. La originalidad de Match Point es que hay una voz en off externa a la historia que, comparándola con el tenis, nos habla de la suerte, es decir, del mecanismo que construirá la película. Llegados aquí, podemos establecer un vínculo entre este film y su predecesor, Melinda y Melinda (2004), en el que unos intelectuales inventaban dos historias (una cómica y una dramática) en las que luego entrábamos; se hablaba de un mecanismo que luego estructuraba la película. Y lo mismo ocurre con este título. Parece que en sus últimas obras el director neoyorquino nos está poniendo sobre la mesa sus claves narrativas, las pautas de su personal estilo, evidenciando el concepto con el cual ha creado el film. ¿Responde esto a una voluntad crepuscular o concluyente? No lo parece en absoluto. Match Point es antes una puerta abierta que una meta, porque, pese a beber de muchas fuentes, supone un poderoso cambio geográfico y estilístico de su director.

Con su última película Woody Allen nos ofrece un punto de encuentro entre el cine negro, la tragedia, la ópera y su propio estilo, que nos llena de interrogantes acerca de su recientemente empezada carrera europea. ¿Volverá a la comedia con ritmos de jazz o se quedará en el drama fatalista? ¿Es Match Point una obra aislada o la primera muestra de un cambio de registro? Sea cual sea la respuesta, deseémosle suerte.

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