Un emigrante marroquí residente en Francia desde hace décadas, padre de una familia abundante, y que permanece profundamente apegado a su credo musulmán y a sus orígenes –en su propio entorno sólo habla en su dialecto magrebí–, ve que el tiempo vital puede echársele encima y que, antes de que sea demasiado tarde, ha de cumplir el precepto de la peregrinación a La Meca. Para ello embarcará a Réda , su hijo más integrado en el modo de vida occidental. Forzado éste por una situación aceptada a regañadientes que le hará renunciar a la última oportunidad de examinarse para acceder a la universidad, y sin otro propósito que el de acompañar a su padre conduciendo el coche familiar, también terminará por vivir un progresivo peregrinaje particular.
Tras escribir el guión de una película de Cedric Kahn – Trop de bonheur – y dirigir dos cortometrajes – L´exposé y L´inconnu –, y dos producciones televisivas – Akim y Petit Ben –, todo ello durante la pasada década, el marroquí Ismaël Ferroukhi ha escrito y dirigido su primer largometraje propiamente cinematográfico con esta peculiar road movie .
Se trata de una narración articulada sobre contrastes deliberados. Por un lado tenemos a padre e hijo, obligados a convivir encerrados en el pequeño espacio del coche y constreñidos por la incomunicación mutua, la cual, aun entendiéndose entre sí, les lleva a expresarse en idiomas diferentes. Semejante circunstancia se ve amplificada durante el propio viaje por las continuas dificultades para la básica comprensión en el extranjero. Por otro, están la vista y el corazón del espectador, expandiéndose ante la grandeza pausada de las frecuentes panorámicas, los contrastados paisajes y la paciente sabiduría suavemente desgranada en las sentencias y juicios del padre. Esta proposición, en un primer momento quizá podría recordar mucho a la reciente El señor Ibrahim y las flores del Corán , de François Dupeyron. De modo genérico y superficial, ambas consistirían en semíticas parábolas en las cuales dos jóvenes son introducidos por sendos hombres sabios de edad avanzada en los misterios y esencialidades de la existencia, a lo largo de un viaje de carácter iniciático.
Sin embargo, lo que en aquélla era apresuramiento, tonta ligereza y postiza profundidad, aquí resulta justo lo contrario, diferenciándose pronta y radicalmente. Los motivos, tan ricos como acertados. Así, se agradece que la película no atienda más de lo necesario a las circunstancias que los protagonistas dejan tras de sí –especialmente las de Réda y su novia francesa–, o se ramifique innecesariamente con otras tramas afluentes, tales como la de Mustafá , aislando de todo lo prescindible a ambos personajes, con el fin de centrar la atención sobre lo verdaderamente esencial.