T. O.: The Motorcycle Diaries
Producción: Focus Features ( Argentina-Brasil-Chile-Perú-USA, 2004)
Productores: Michael Nozik, Edgard Tenembaum y Karen Tenkhoff
Director: Walter Salles
Guión: José Rivera, basado en el libro Notas de viaje , de Ernesto “Che” Guevara; y en el libro Con el “Che” por Sudamérica , de Alberto Granado
Fotografía: Eric Gautier
Música: Gustavo Santaolalla
Diseño de producción: Carlos Conti
Montaje: Daniel Rezende
Intérpretes: Gael García Bernal (Ernesto Guevara de la Serna), Rodrigo de la Serna (Alberto Granado), Mía Maestro (Chichina Ferreira), Mercedes Morán (Celia de la Serna), Susana Lanteri (Tía Rosana) .

Color - 128 min. Estreno en España: 8-X-2004

 

No es un relato de hazañas impresionantes; no quiere serlo, por lo menos. Es un trozo de dos vidas tomadas en un momento en que cursaron juntas un determinado trecho, con identidad de aspiraciones y conjugación de ensueños.

 

Así expresa Ernesto Guevara de la Serna lo que significó el viaje que hizo junto a su amigo Alberto Granado por toda Sudamérica. Todas sus impresiones fueron escritas de su puño y letra en los diarios que llevó durante la travesía y que dieron nombre al libro en el cual está basada esta película.

Mucho se ha hablado y escrito sobre su figura; el “Che” Guevara, el revolucionario argentino que, junto a Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y varios guerriller@s más llevaron a cabo una revolución en la isla de Cuba el año 1959 y que abrió una puerta de esperanza a una sometida Sudamérica y también dio (y da, de cara la público al menos) un gran dolor de cabeza a los Estados Unidos.

Pese a la importancia que el personaje del “Che” tiene en la historia contemporánea, tan visionado en camisetas, posters , gorras, etc... (El merchandising es muy amplio) si nos fijamos en el reflejo que el cine da de él, el resultado es más bien pobre. Pocas películas hablan sobre este personaje o le hacen referencia.

En Diarios de motocicleta, Walter Salles (director de Estación Central de Brasil y el remake americano de la nipona Dark Water) nos ha intentado dar una visión del episodio, previo a la revolución, que corresponde a la adolescencia-madurez del futuro “Che”, donde se crea y consolida su conciencia igualitarista y revolucionaria.

Se podría decir que en este film se nos narra la Odisea del viaje que hicieron los dos amigos por toda Sudamérica:

Ernesto Guevara (Gael García Bernal, actor mexicano protagonista de El crimen del padre Amaro, Amores perros y La mala educación, entre otras), alías “Fuser”, de 23 años y a punto de terminar su carrera de Medicina. Joven, idealista, jugador de fútbol, aquejado de asma, de una gran sinceridad (tenemos claros ejemplos en los episodios con el hombre del tumor y la novela del Dr. Hugo Pesce) y un pésimo sentido del ritmo.

Y su compañero, Alberto Granado (Rodrigo de la Serna. Joven actor de teatro que ha aparecido también en El mismo amor la misma lluvia), de 29 años, licenciado en Bioquímica, “casanova” empedernido, de buen comer y beber, buen bailarín, y gran amigo de Ernesto.

Este viaje respondía a una ilusión que tenían los dos por conocer las realidades de Sudamérica (y la ilusión de Granado de hacer un viaje así antes de los 30 años) y escapar de la vida “monótona” que llevaban en Argentina (convencionalismos, familia, carrera, una novia en la distancia, etc...).

Lo que en un principio podía parecer banal, dio pie a un periplo en una motocicleta Norton 500, “La Poderosa” (que acaba convirtiéndose durante un tiempo en un personaje más de la película), que les llevó a un viaje iniciático por toda la crudeza de la realidad sudamericana: el hambre, la miseria, la violencia, las expropiaciones forzosas, la persecución política (esto queda patente en la pareja que se encuentran de camino por el desierto chileno), el trabajo inhumano (la Compañía Anaconda estadounidense), el trabajo infantil...

El itinerario comenzó a finales de diciembre de 1951, en Córdoba (Argentina), continuó por la provincia de Buenos Aires (Villa Gesell, Miramar, San Martín de los Andes, etc…), La Pampa, la cordillera de los Andes, Chile (Pulla, Santiago de Chile, Valparaíso, Iquique...), Perú (Tacna, el lago Titicaca, Cuzco, Lima, Leprosería de San Pablo), Colombia (Leticia, Madrid, Bogotá, Cucutá), y Venezuela (San Cristóbal, Caracas)... En este punto es donde la pareja de viajeros se separa y cada uno se dirige a su destino: Alberto hacia su vida de médico en Cabo Blanco; y Ernesto, lleno de dudas, a acabar su carrera y a encontrarse con su futuro como revolucionario.

Ciertamente, la ruta “física” de la película no es tan extensa; el camino queda muy acotado a episodios importantes del viaje, incluso entre el leprosario y la despedida de los dos viajeros hay un gran salto temporal.

Pese a estos cortes en la historia, no debemos pensar que el equipo técnico lo tuvo más fácil. Durante tres de los cinco años que duró la elaboración de la película, el director y el equipo de rodaje estuvieron recorriéndose toda la ruta, paso a paso, y filmando en más de 30 escenarios distintos.

Y lo más sorprendente es que a parte de grabar escenarios, también fueron descubriendo gentes y situaciones que les vinieron que ni pintadas para la película. Muchos de los indígenas que salen en el film, no son “extras” contratados; fueron encontrados en el mismo sitio donde estaban filmando y a modo de documental aparecen en la película: la pareja de indígenas que con “Don Nestor” comparten la coca con Alberto y Ernesto, y algunos de los del leprosario de San Pablo, tampoco son actores/actrices.

Integra en la película a gentes que se encuentran, a modo de documental. ¿Fue una decisión premeditada?, le preguntaron a Walter Salles:

Fue algo más bien improvisado. Según nos encontrábamos determinadas personas, las rodábamos. En leprosería se unieron 70 personas que no eran actores. En parte fue gracias a cómo trabajó el director de fotografía, Eric Gautier, que resuelve los problemas de iluminación de forma natural. En el Machu Pichu, cuando decidimos rodar a una docena de indios, los actores, Eric, el equipo básico y yo salíamos corriendo hacia ellos para rodarles.

No sólo la búsqueda fue exhaustiva; el propio rodaje fue también agotador y arriesgado. Una de las anécdotas que lo demuestran es ésta: Gael García Bernal atravesó a nado el Amazonas para la escena del leprosario, sin preocuparse por las pirañas. El equipo le instó a que utilizara dobles, pero él repitió la toma hasta tres veces hasta que quedó bien.

El ritmo dentro de la película es un in crescendo continuo. Podemos encontrar la tradicional división argumental: presentación, nudo y desenlace. La historia comienza como un viaje de aventureros acomodados, y poco a poco se va convirtiendo más en un choque con la realidad y un descubrimiento de la miseria a la que está sometida gran parte de la población. Y el final es un camino abierto por los cambios del viaje.

Pero no sólo es la senda y la realidad sociopolítica las que cambian durante el viaje, evidentemente sus protagonistas también. Se podría decir que los dos son “Don Quijote” (y no sólo por su parecido físico con los protagonistas de la novela), que salieron con el ideal romántico del viaje aventurero, pero se acaban dando cuenta (con pérdida de Rocinante incluida) de la realidad.

Pongamos por ejemplo a Ernesto, dado que es el personaje más “fuerte” de los dos. Al inicio es un joven idealista-aventurero, interesado por conocer la tierra, alejarse de la ciudad y la familia, vivir “a tope” pese a su asma crónico, etc... Poco a poco va tomando conciencia de la realidad de los diferentes pueblos sudamericanos y se va gestando en él ideas de justicia social, de panamericanismo (pensamientos en Machu Pichu), de la importancia de la organización campesina (base de la futura revolución cubana), etc.

El claro ejemplo está en la importancia del dinero que le dio Chichina: los 15 dólares para que le comprara un traje de baño. Al principio de la película lo cuida como si fuera una reliquia, pese a que les hubiera solucionado problemas de comida, alojamiento..., pero poco después, tras la decepción por el abandono de Chichina y el conocer la realidad de la población, este dinero se ve como algo que les sobra, que otros lo necesitan más y lo da a unos desconocidos.

Finalmente en el leprosario de San Pablo, es cuando el personaje, lleno de dudas sobre su futuro, ya toma conciencia de la necesidad de hacer algo, de cambiar la realidad vigente y es aquí en donde tiene lugar el discurso panamericano que hace para despedirse de los médicos y enfermeras; esto deja una puerta abierta que deja entrever ya la futura figura del “Che”

En cierta manera se podría decir que el verdadero personaje de la película es “el camino”. La ruta vista tanto como camino iniciático, de cambio, puesto que los dos protagonistas empiezan el viaje con una expectativa, ilusiones, ambiciones y la realidad con la que se encuentran les lleva a replantearse sus convicciones, anhelos, etc... Pero también el director nos enseña el camino físico; es decir, nos enseña parte de la América india: la de las rutas no oficiales, con un paisaje precioso que incita a visitarlo, a disfrutar con sus parajes, a conocer a la gente que vive allí, a preocuparse por lo que pasa. Visto no de forma turística, sino como reivindicación de la “Naturaleza madre”.

La película, lejos de caer en una mitificación del futuro “Che”, nos presenta a Ernesto Guevara y a Alberto Granado como la historia sobre dos amigos de viaje. No permitió el director que la historia pasada estuviera impregnada del futuro de los personajes (recordemos que Ernesto, no fue “Che” hasta sus contactos con los disidentes cubanos en Méjico) y, por tanto, sólo pequeñas pinceladas y ramalazos del personaje nos dejan entrever en lo que se convertirá después de este viaje-cocktail para sus convicciones y creencias.

En cuanto a la banda sonora (obra de Gustavo Santaolalla, músico folklórico argentino autor también la música de Amores perros ), casi no la notamos; acompaña a los aventureros en su viaje. Cuando la escena habla del viaje, del paisaje, sóo con las imágenes... la música crece; ero cuando llegan a la escena los diálogos, donde las personas son el centro, se camufla y pasa a segundo plano.

Pese a esto, la presencia de música “indígena” ayuda a darle más ambiente a la escena. Evidentemente, no podríamos tener toda la visión sonora si no se hablase de los silencios. Aquí se hace patente que muchas veces impacta, dice más un silencio que mil explicaciones. Durante toda la trama, en alguno de los momentos claves, los silencios aparecen y marcan la escena: la desesperación de Ernesto porque Chichina le ha dejado (y, por tanto, la convicción de continuar el viaje, pese a todos los contratiempos), el vuelo final del avión con la visión de un Alberto Granado mayor...

Asimismo, hemos de darle también un buen lugar a las “cartas leídas” que Ernesto escribió a su madre para que supiera que estaba bien (promesa que mantuvo hasta la muerte de ella, en 1965. La última carta la envió antes de partir para el Congo) y supiera de sus aventuras. Esta voz en off nos ayuda a entender parte del viaje, la parte que no vemos, sus pensamientos, etc.

Por otra parte, a pesar de lo fiel que pueda ser la película, el guión contiene ciertas licencias cinematográficas que sirven para darle una nota más interesante para aquellos que la contemplen como ficción y no como realidad. Se podría decir que la han adaptado al mundo “comercial”; pero, pese a los cambios y las pequeñas lagunas que tiene el film, Diarios de motocicleta conserva el espíritu del viaje, el aire reivindicativo, algo crítico, de los dos aventureros y del territorio por el que circularon. No se habla de los mil y un trabajos que tuvieron que hacer para costearse el viaje (trasportando muebles, cocineros, etc.), el hambre, la miseria, la visita a los hospitales, los escarceos amorosos y sexuales, el asma, ni de las fotos que hizo Ernesto (que le ayudaron después a escribir sus artículos revolucionarios) y que ayudan a tener una visión completa de esa odisea, que son pequeños pero importantes detalles.

La aparición del verdadero Alberto Granado, 52 años después del inicio de la acción fílmica, ayuda tanto a cerrar la historia que hemos visto como a darle verosimilitud, ya que es una forma de unir el pasado y traerlo al presente. Como si toda la historia fuesen sus recuerdos. Además, las fotos que salen en los títulos de crédito son imágenes reales del viaje que hicieron los “originales” personajes. Poco después se estrenaría un documental sobre el mismo tema.

Esta película es un drama muy bien hecho, bonito, realista, reivindicativo... y con un fondo visual, tanto paisajístico, como humano muy impactante, precioso y a la vez sobrecogedor por sus contrastes sociales...; dan ganas de coger una moto y partir a una odisea así.

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