T. O.: Ladykillers.

Producción: Tom Jacobson Productions, para Touchstone Pictures (USA, 2004).
Productores: Ethan Coen, Joel Coen, Tom Jacobson, Barry Sonnenfeld y Barry Josephson.
Director: Joel y Ethan Coen.
Argumento: Guión original de William Rose .
Guión: Joel y Ethan Coen.
Fotografía: Roger Deakins.
Música: Carter Burwell.
Dirección artística: Dennis Gassner.
Montaje: Roderick Jaynes (seudónimo de Joel y Ethan Coen).

Intérpretes: Tom Hanks (Profesor G.H. Dorr), Irma P. Hall (Marva Munson), Marlon Wayans (Gawain MacSam), J. K. Simmons (Garth Pancake), Tzi Ma (El General), Ryan Hurst (Lump), George Wallace (Sheriff Wyner), Diane Delano (Mountain Girl), Stephen Root (Fernand Gudge).

Color - 104 min. Estreno en España: 21-V-2004.

El cine británico conoció un periodo dorado en la producción de comedias inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, periodo que se extendió a lo largo de los años 50. Los estudios Ealing rodaron un buen puñado de obras maestras del género, empapadas todas de cinismo y humor negro y con la presencia habitual de un Alec Guinness capaz de encarnar cualquier tipo de personaje. Uno de los títulos más legendarios de aquella desaparecida productora fue El quinteto de la muerte, film dirigido por Alexander Mackendrick y escrito por William Rose en 1955, cuyo guión ha sido objeto de un remake por parte de los hermanos Coen dentro de su espíritu de recuperación del cine clásico y los géneros tradicionales.

Ladykillers narra la historia de cinco ladrones que se hacen pasar por músicos para organizar un importante atraco desde la casa de una anciana que le ha alquilado una habitación al líder de la banda. El éxito de esta empresa contrastará con la ineptitud de los malhechores para deshacerse de la mujer después de que ésta haya descubierto el pastel.

Los Coen han respetado la esencia del argumento original a la hora de planificar la estructura de su nueva película. Por este motivo, los espectadores que hayan visto la versión precedente no deben esperar grandes cambios en la trama. El propio Ethan Coen ha explicado el propósito de este remake del siguiente modo:

nos encantaba el original. Parte de una premisa argumental muy atractiva. Nosotros hemos tomado el esqueleto, quitándole todo lo demás. Hemos cambiado los personajes y el lugar en el que se desarrolla.

En efecto, la idea fundamental no ha variado, continúa siendo la misma: unos criminales que quieren cometer un robo encuentran su principal obstáculo en la figura, aparentemente indefensa, de su patrona. Las aportaciones más sustanciales que los hermanos Coen han realizado, y que teóricamente constituyen el principal atractivo de su Ladykillers, se hallan en el cambio de escenario y del estilo de comicidad respecto a la magistral pieza de Mackendrick.

La acción se desarrolla ahora en Mississippi en lugar de Londres y el furgón blindado que asaltaban Alec Guinness y sus compinches se ha convertido en un casino flotante anclado a orillas del río. Esta nueva localización permite que se introduzcan en la historia aspectos de la vida sureña de los EE.UU. –como el protestantismo, la música gospel y la segregación racial– que ya aparecían en la anterior O'Brother! (2000).

Por otra parte, el sentido del humor –siempre alocado y excéntrico– de Joel y Ethan Coen ha perdido puntos en relación a otras comedias suyas tan exitosas a nivel crítico y comercial como El gran Lebowski (1998), El gran salto (1994) o Arizona Baby (1987). La sutileza y el ingenio han dejado paso a una comicidad rayana en la vulgaridad y basada muy a menudo en la escatología o el chiste verbal fácil y soez. Comicidad al servicio de unos estereotipos demasiado presentes en el cine actual (como es el caso del atolondrado jugador de rugby y del rapero que se encarga de la limpieza del casino) y que está muy por debajo de lo que esta pareja de cineastas es capaz de ofrecer habitualmente con gran agudeza y espíritu crítico.

El origen del proyecto ha generado una polémica similar a la que produjo su anterior cinta, Crueldad intolerable (2003). Los derechos del guión original fueron adquiridos en 1995 por Touchstone Pictures, una filial de la factoría Disney que propuso su reescritura a varios guionistas y su dirección al realizador Barry Sonnenfeld (Hombres de negro), antes de que el material fuese ofrecido definitivamente a los hermanos Coen, quienes, por vez primera, han firmado la película en calidad de codirectores.

Por lo tanto, se trata de un film realizado por encargo de una major y no de una propuesta personal de los Coen, aunque no podemos negar que el resultado tiene el sello característico de sus autores en la puesta en escena, ágil y dinámica. Joel Coen ha defendido la singularidad de su propuesta en los siguientes términos:

no nos supone ningún problema decir que Ladykillers es un remake y evitar eufemismos como “un film inspirado en...”. La intención, cuando abordamos este proyecto, era preservar la idea central de la película original pero al mismo tiempo hacerla tan diferente como fuese posible: el lugar donde se ambienta, que cambia de Inglaterra al sur de los Estados Unidos; la música, que es una consecuencia del cambio de escenario; los personajes... Ha sido un ejercicio de cómo hacer un film diferente manteniendo lo esencial del argumento.

Sin embargo, a pesar de que los hermanos Coen han sabido llevar a su terreno una idea ajena, dicha traslación se ha realizado con escasa fortuna. El resultado ha sido una película decepcionante que no aporta nada nuevo a la brillante carrera de sus autores y que, de ningún modo, podría resistir un tête-à-tête con el film de Mackendrick (como tampoco Tom Hanks consigue hacer olvidar la genial interpretación de Sir Alec Guinness en El quinteto de la muerte). Sólo esperamos que los Coen sean capaces de recuperar su frescura y buen pulso narrativo en producciones venideras.

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