T. O.: Inconscientes
Productor: Gerardo Herrero, Marta Esteban y Mariela Besuievsky para Tornasol Films / Messidor Films (España) / EMC Asset Management (Alemania), Madragoa Filmes (Portugal) / Classic (Italia)
Director: Joaquín Oristrell.
Guión: Joaquín Oristrell, Teresa de Pelegrí y Dominic Harari.
Fotografía: Jaume Peracaula.
Música: Sergio Moure.
Escenografía: Llorenç Miquel.
Figurines: Sabine Daigeler.
Montaje: Miguel Ángel Santamaría.

 

Intérpretes: Leonor Watling (Alma), Luis Tosar (Salvador), Mercedes Sampietro (Sra. Mingarro), Juanjo Puigcorbé (Dr. Mira), Álex Brendemühl (León), Núria Prims (Olivia), Ana Rayo (Tórtola), Marieta Orozco (Violeta), Xus Estruch (patrona del burdel); con la voz de Rosa Maria Sardà.

Color - 108 minutos. Estreno: 27 de agosto 2004

Barcelona, 1913. Alma, mujer de ideas avanzadas aunque de profesión sus labores y futura madre, está casada con León Pardo, psiquiatra que estudió en Viena con el mismísimo Sigmund Freud. Cuando León desaparece misteriosamente, Alma pide ayuda a su cuñado Salvador, que también es psiquiatra y trabaja en el mismo servicio hospitalario dirigido por el Dr. Mira, padre de Alma y de Olivia, la mujer de Salvador. Las pesquisas, guiadas con la única pista de la tesis doctoral de León, discurrirán por cauces cada vez más extravagantes hasta llegar a un final tan sorprendente como …freudiano. En el marco de la comedia cinematográfica española, Inconscientes sorprende por el nivel intelectual de su desarrollo (sin caer en ningún momento en la pedantería), por el juego irónico con los tópicos del psicoanálisis, por sus diálogos ingeniosos y divertidos (que se resisten a esa tendencia a la chabacanería que parece moneda corriente en los últimos éxitos nacionales) y las impecables composiciones de todos los actores, en especial de Leonor Watling y Luis Tosar, que crean una sintonía de sus personajes con el público desde las primeras escenas. A todo esto hay que añadir unas citas a cineastas consagrados (que van del Howard Hawks de La fiera de mi niña al Stanley Kubrick de Eyes Wide Shut) y un homenaje a la Barcelona modernista que podría verse como el pago de una deuda por parte de Joaquín Oristrell, brillante guionista convertido en director que nunca había tenido ocasión de trabajar para la pantalla grande en su ciudad natal.

Inconscientes deja muy buen sabor de boca porque no deja en el espectador adulto esa engorrosa sensación, tan habitual en nuestros días, de que lo han confundido con un niño de seis años; aunque, en contrapartida, esto parezca destinarla a no ser un éxito multitudinario, lo cierto es que ha tenido una muy aceptable recaudación: según el boletín de la Academia de octubre 2004, a esta fecha llevaba una taquilla de más de 700.000 euros. Pero como se trata de una película, no diré histórica, pero sí de época, y nuestra revista tiene una lógica inclinación por el tratamiento de la Historia en el cine, quisiera hacer unas observaciones que quizá no hayan surgido en otras publicaciones, y que van dirigidas a poner de relieve ciertas contradicciones intrínsecas a las premisas del guión.

Lo primero que destaca es la representación de la Ciudad Condal como una urbe moderna y avanzada, poblada sólo por burgueses ilustrados que practican sport (todavía no se le llamaba "deporte" para dejar claro que no se trataba de un entretenimiento popular) y conducen aerodinámicos Hispanos. Es de agradecer que se prescinda de los algo saturados latiguillos obreristas que son de rigueur cuando se rememoran estas épocas, pero también hay que reconocer que la realidad social de la Barcelona de 1913 no era la misma de 90 años después. En cuanto a la producción de films "picantes" para consumo privado, creo que estaría más propio situado en la década posterior, pero al mismo tiempo reconozco que es una crítica de cinéfilo quisquilloso. Por lo que se refiere a la ambientación, tiene dos puntos flojos que casi se autoeliminan, erosionando la verosimilitud del design que Llorenç Miquel y Sabine Daigeler han elaborado con tanto primor: por un lado, considerar que el Modernismo era omnipresente en el exterior y en el interior de los edificios, y por otro, no disponer de un presupuesto lo suficientemente holgado para reproducir con propiedad esos ambientes (incidentalmente, la fugaz recreación infográfica de Barcelona vista desde Montjuic pone de relieve que todavía estamos a años luz de Hollywood en este terreno).

He dejado para el final lo referente a la evocación del ambiente "cientifico" de la época, que dentro de licencias que son del todo permisibles también baraja aciertos con lapsus. Una de las situaciones clave de la película, pues desencadenará el clímax de la intriga, es la visita de Freud a Barcelona; realmente no hay constancia de que el padre del psicoanálisis estuviera en la capital catalana, pero sí es cierto que había un interés por su obra (aunque quizá algo posterior: el catalán más famoso influido por Freud es Dalí); que en el año en que transcurre la acción, Freud estaba a punto de publicar Tótem y tabú; y que el alemán era entonces el idioma científico por antonomasia, no el inglés como ahora, por lo que resulta del todo correcto que Mira y León, e incluso Alma, se expresen con corrección en este idioma y puedan hablar con un ilustre invitado de habla germana.

Más dudoso es que una burguesa acomodada sea entusiasta de la obra de Freud, que era considerada casi como literatura pornográfica y por lo tanto "prohibida para señoras", pero puede aceptarse como recurso dramático por la convivencia con su marido y su condición de mujer "moderna"; lo que no tiene pase es que se hable de Mira como "neurocirujano" y que el letrero de León en la puerta de su consulta le adjudique la especialidad de "neuropsiquiatría": en una época en que las especialidades médicas (¡y mucho más las quirúrgicas!) no estaban todavía bien delimitadas; donde los médicos hacían un poco de todo y la sociedad no sabía exactamente qué hacía cada médico, sería divertido averiguar que tipo de clientela atraería la titulación del Dr. Pardo…

Más Críticas

<< 1 2 3 4 5 6 >>