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El día 25 de noviembre de 2002 celebramos en el Auditori del Parc Científic de Barcelona, la 2ª Tribuna del Cine Español. Esta vez fue protagonizada por otro reconocido cineasta: JOSÉ LUIS BORAU, que acababa de recibir el Premio Nacional de Cinematografía.
En esta sesión -a la que asistieron numerosos alumnos de la Facultad de Geografía e Historia de la UB-, que estuvo presidida por José BATLLE (Cinesa), también participaron Carmen ISASA, directora de la Mostra Curt Ficcions, y Josep MAIXENCHS, director del ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya), junto al profesor Caparrós Lera, que presentó al invitado.
Tal y como anunciamos, reproducimos ahora el interesante discurso de Borau.

[...] Bueno, yo he venido aquí y se me ha dicho que hable de mi trabajo, y lo voy a hacer con una advertencia previa: la de que voy a ser sincero y voy a hablar de lo que yo pienso que es el cine, de lo que yo pienso que es mi cine. No tengo por lo tanto ningún afán de sentar cátedra de decir que tengo la razón y de indicar el camino que se debería seguir. Al contrario, mi camino es un tanto personal, un tanto particular, y no lo pongo precisamente como ejemplo. Yo puedo deciros y puedo explicar por qué he hecho las películas que he hecho y cómo las he hecho, etc., pero es un índice de validez general, es personal y particular, lo tomáis a la medida que os convenga, si es que encontráis alguna, y simplemente eso es lo que voy a hacer...



Ya lo ha dicho José María Caparrós, yo nací en Zaragoza. Entonces, yo desde el principio a mí el cine me fascinó de una manera creo que particular. Eso lo pude advertir ya en el colegio. Creo que las razones de aquella fascinación un poco, si se quiere, enfermiza, morbosa... era simplemente que primero yo era hijo único y segundo era la posguerra más dura y más cruel, la primera. Y al no estar rodeado ni de primos ni de... mis amigos eran los amigos del colegio... y entonces yo cuando iba al cine el cine era para mí realmente como una escapatoria. Eso se ha dicho muchas veces y por muchos y es verdad, pero yo me atrevo a la vanidad de pensar que en mi caso era particular, era casi una fuerza mayor. Yo iba al cine, me llevaban muy poco mis padres, y cuando iban me avisaban con tiempo y me pasaba una semana o dos, o el tiempo que fuera preciso, haciendo ganas por ver la película. Sobre todo, una vez la había visto recuerdo la repetía una y otra vez en mi imaginación pues siempre que podía, hasta que aparecía la nueva oportunidad de ir al cine. Enseguida me di cuenta, cuando tenía unos doce años, de que las películas no las hacían quienes aparecían en ellas, porque claro, pues supongo que de niño pensaba incluso que los tres cerditos eran los que habían hecho la película... Entonces yo descubrí que había alguien... A mí lo de aparecer en la pantalla no me ha gustado nunca, aunque a veces lo he tenido que hacer más o menos obligado por una serie de circunstancias, pero sabía desde el principio que aquello no era lo mío. Yo quería hacer aquello que se veía en la pantalla, no quería salir en ella. Entonces pues yo decidí cuando tenía, creo, doce años, que quería hacer películas. Pero claro, en aquellos momentos estaba, insisto, en los primeros años de la posguerra, y yo decía "nunca podré hacer películas, porque las películas se hacen en Madrid o en Barcelona, y yo seguramente nunca iré a Madrid o a Barcelona". Esto lo cuento como detalle de aquella España difícil, negra y problemática que teníamos entonces.
Curiosamente una característica mía, no solamente referida al cine sino a mi postura vital en general, y cuyo origen no sé muy bien en qué consiste, yo siempre he querido hacer cine y, al mismo tiempo, estaba convencido de que no lo conseguiría. Eso me ha pasado en muchas otras ocasiones en mi vida: tener una cosa, tratar de conseguirla, "echar la carne en el asador" como se suele decir, vivir para alcanzar eso y al mismo tiempo, mientras actúo, estar absolutamente convencido de que nunca lo voy a conseguir. Es una especie como de paralelas, de las que decía Einstein que sólo se encuentran en el infinito, cosa que no he acabado de entender nunca...Eso me pasó también con el cine. O sea, yo quería ser director del cine, no hacía nada que me apartara de ese camino, pero al mismo tiempo estaba firmemente convencido de que no lo conseguiría. Esto se lo brindo a los psiquiatras. Si hay algún estudiante de psiquiatría, puede participar...

Bien, yo estudié una carrera que eligió mi padre, que era Derecho, simplemente porque si no estudiabas una carrera en aquella época el cine era un oficio de saltimbanquis, de "pingulines" que se decía en Aragón, y además ni siquiera existía ningún caso en los alrededores para poderme relacionar con esa persona... Yo durante años callaba, por decirlo así de una manera grandilocuente, mi vocación. No la confesaba porque tenía la rechifla y sobre todo la alarma de mis padres. Tanto era así que, aunque ya en los últimos años de mi carrera me invitaron en un periódico local de Aragón a que hiciera las críticas de las películas, lo miraban con cierto recelo. Pero después, cuando acabé esa carrera de Derecho, hice unas oposiciones, las que había en Madrid, porque tenía que ir a Madrid o a Barcelona, en todo caso, porque en Jaén o en Coruña o en Valencia o en cualquier otro lugar no habían escuelas de cine, en Barcelona en aquel momento creo que tampoco... En Madrid existía la de Berlanga, personaje mítico de mi juventud... Entonces hice allí unas oposiciones, aprobé y fui a Madrid. Y yo no dije en mi casa que había entrado en la Escuela de Cine hasta que había terminado el primer curso de la escuela. Lo que pasa que lo dije, como la vida siempre es más rica que el invento, pues mi padre me dijo "¡si ya lo sabíamos!". A mí me costó mucho confesarlo. No sabía exactamente que me había matriculado ni que había aprobado el curso, pero sabía que acabaría en ese... en esa meta, en ese océano, en esa aventura que me había propuesto.


Yo no sé si por aragonés, yo cambio muy poco de ideas, lo cual pienso que no es para nada un mérito. O sea, esas personas que dicen "¡yo toda mi vida he sido "requeté"!" ¡Pues que barbaridad! O sea, toda tu vida ha cambiado tu piel, tus células, tu mentalidad, los libros, has viajado, has conocido a otras personas, y entonces resulta que tú sigues siendo el mismo. Yo siempre pienso que las fidelidades, me pongo yo como caso, por ejemplo, no son buenas porque indican cierta falta de apertura mental, de libertad interior, o sea, la fidelidad sólo hasta cierto punto en mi opinión es un mérito. En cualquier caso, yo creo que he sido fiel porque siempre me ha gustado el mismo tipo de cine, y es el tipo de cine que yo he querido hacer luego. Insisto, muchas veces pienso que la persona que tiene muchas ideas es voluble. Si el adjetivo "voluble" es un tanto, en fin, negativo, pues por lo menos varía. En cambio, la persona que tiene pocas ideas, el aragonés mítico y tópico, pues yo pienso… no es tanto cambiar de opinión porque tiene muy pocas ideas, a lo mejor una, y se agarra a esa como a un clavo ardiendo. Ese es mi caso. Cuando yo era niño veía todo el cine que podía -cuando digo niñez me refiero no a la niñez puramente dicha, sino a partir de los doce años hasta… tipo bachillerato-, veía todo el cine americano que podía o me dejaban, y respiraba por él. En cierto sentido a mí el cine americano sigue presidiendo mi vida, aunque el cine… Yo creo que el cine americano, en ese sentido, aunque no se ha recuperado, ni siquiera por el cine americano actual, con permiso de algunos distribuidores, me parece en términos generales "infecto".

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