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Opiniones de la crítica

(… )"Pero lo que verdaderamente la distingue de otras ficciones más o menos recientes sobre la tortura, como "La muerte y la doncella" de R. Polanski o "La caja de música " de Costa-Gavras, es la absoluta cotidianeidad con la que describe el trabajo de los torturadores, la rutina funcionarial con la que fichan al llegar donde aplicarán una fría tabla de correspondencias entre el peso en kilos de las víctimas y el voltaje de la picana eléctrica, con música ligera de emisora de radio como acompañamiento musical. O al saquear los domicilios de las víctimas para quedarse con las lavadoras."

Fotogramas, Junio 2000


"… Porque es la vergüenza profunda de ser argentino, de ser humano, de pertenecer a la especie que es capaz de esa conducta. Estamos contaminados, siempre lo estaremos. Garage Olimpo refrescó esa vergüenza y yo, personalmente, se lo agradezco."

G. Noriega. El amante. Buenos Aires, Septiembre, 1999

 

"Porque no hay aquí la más mínima concesión al voyeurismo, ni la tentación de cargar las tintas sobre la identificación con las víctimas: lo que se filma es rotunda y directamente, el espanto sin escapatoria".

M. Torreiro, El País, 2-7-2000


"…Bechis convierte en imágenes la mecánica de las "desapariciones", pero también de la sordidez de las relaciones entre torturadores y torturados, el desamparo de los detenidos, la omnipotencia de los verdugos, las estrategias de supervivencia en un universo carcelario y el expolio económico de las víctimas y sus familiares".

J. Torrell, Mientras Tanto, Junio 2000.

"Durante todo el filme Marco Bechis procura localizar el horror y aislarlo del sentimentalismo dramático, o de aquellos efectos convencionales que utilizan una situación histórica - al fin y al cabo intercambiable- como un ornamento del relato. Garage Olimpo es un filme sobre la construcción concreta y el funcionamiento preciso de un sórdido escenario y de una cruel puesta en escena, un mecanismo de exterminio escalonado en etapas sucesivas: las torturas y los asesinatos ejecutados durante la dictadura militar argentina entre 1976 y 1982. En este sentido, la escena más memorable es aquella en que se expresa la relación objetiva entre las salas de tortura y las calles urbanas mediante un enlace acústico: la canción sintonizada por los torturadores en una radio de los subterráneos se propaga por la abertura de una alcantarilla. El mundo aparece como una superfície en movimento perpetuo -las olas de gente, el tránsito, las canciones populares- que oculta una esencial crueldad interior. (...) Creo, finalmente, que el núcleo de este bello filme es muy áspero: los criminales tienen el rostro de los hombres, su condición es humana".

Gonzalo de Lucas (Traducido de ) Avui, 9-7-2000

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