T. O.: 2046
Producción: Block 2 Pictures Inc, Columbia Pictures Corporation, France 3 Cinéma, Jet Tone Films, Orly Films, Paradis Films, Shanghai Film Studios, Zweites Deutsches Fernsehen, Arte France Cinéma. (Alemania - China - Francia - Hong-Kong, 2004)
Productores: Eric Heumann, Amedeo Panaghi, Marc Sillam y Wong Kar-Wai
Director: Wong Kar-Wai
Argumento: Wong Kar-Wai
Guión: Wong Kar-Wai
Fotografía: Christopher Doyle, Kwan Pung-Leung y Lai Yiu-Fai
Música: Peer Raben y Shigeru Umebayashi
Diseño de producción: William Chang
Montaje: William Chang
Intérpretes: Tony Leung (Chow Mo-Wan), Gong Li (Su Li-Zhen), Takuya (Tak Kimura), Faye Wong (Wang Jing Wen), Zhang Ziyi (Bai Ling), Carina Lau (Lulu/Mimi), Chang Chen (CC 1966), Wang Sum (Sr. Wang/Jefe del tren), Siu Ping Lam (Ah Ping), Maggie Cheung (SLZ 1960), Dong Jie (Wang Jie Wen).

Color - 120 min. Estreno en España: 26-XI-2004.

Suelen decir que la memoria es como una habitación vacía, un gran espacio donde los recuerdos se van acumulando. Una vez cerrada la puerta, cuesta entender porqué se vuelve a abrir.

2046 es una habitación, real, que sigue guardando en su interior una pasada relación de amor, furtiva, entre dos personas que no se atrevieron a ir más allá de miradas esquivas, del sensual roce de una mano o de algún que otro insinuante y sinuoso susurro. Una antigua relación que crecía y se difuminaba al ritmo de un bolero más atrevido y melancólico que la propia historia; quizás, quizás, quizás……. 2046 es el futuro, incierto, anheladamente utópico, posiblemente doloroso; quizás, quizás, quizás……

La historia de 2046, nombre que hace referencia directa tanto al número de habitación donde los dos enamorados (Chow Mo-Wan y Su Li-Zhen) se encontraban lejos de la palabra adulterio, como al año en que Hong Kong pasará a ser una zona más de la China Popular, es un viaje sin retorno. Un billete de ida a esos recuerdos del amor perdido que sufrirá eternamente (y lo sabemos) Chow Mo-wan (Tony Leung).

Chow, marcado por la deuda del no-olvido, se ha convertido en un frívolo mujeriego. Ha tomado la decisión de no volver a sufrir y paradójicamente, será él mismo el que huya del apego y el compromiso. ¿Tanto le marcó el amor inconcluso por aquella Su Li-Zhen (M.Cheung)?

In the Mood for Love supuso el definitivo descubrimiento para el gran público de uno de los cineastas asiáticos más importantes de la última década. Wong Kar-Wai, tras la estela tecno-wuxia de Thsui Hark y sus acrobáticos films, se convirtió en el estandarte de una serie de cineastas hongkoneses -entre los que también destacaba sobremanera Stanley Kwan- que huían de la autocomplacencia industrial. Una generación que se alejaba (en mayor o menor medida y como hace toda nueva generación) de los patrones genéricos y visuales del cine hongkonés dominante en los años 80 (aquellos arrebatos de violencia operística del heroic bloodshed para mayor gloria de los John Woo o Ringo Lam) e intentaba situarse mucho más cerca del cine europeo de autor.

Su carrera como director se inicia con As Tears Go By (1988), deudora por lo menos argumentalmente de aquel heroic bloodshed antes referido, a la que seguirían Days of Being Wild (o Nuestros años salvajes), la pequeña obra de arte que es Chungking Express, para caer después con el fallido neo-wuxia Ashes of time. Fallen Angels (su propia y postmoderna visión de El final de la escapada) y el premiadísimo drama Happy Together volvían a ponerle en el candelero de festivales y adictos a las delicatessens orientales. En el 2000, estrenaría In the Mood for Love y la gran acogida de aquella frustrada y frustrante (para los personajes) historia de amor despertó un gran interés por su nuevo film, 2046 (que por la tardanza del mismo, el título bien podría haber hecho referencia al año definitivo de su estreno).

Las constantes que Kar-Wai ha ido modelando y rescribiendo a lo largo de su filmografía son bastante claras. Una serie de ideas temáticas y estéticas que alcanzan su máxima expresión en estas dos últimas películas. El amor, la amistad y cómo éstos se filtran a través del paso del tiempo, del recuerdo. Un eje central de su filmografía que se ha visto difuminado o subordinado a esa fastuosa puesta en escena tan característica gracias al trabajo del director de fotografía neozelandés, para el propio Kar-Wai coautor de sus films: Christopher Doyle. Hipnótica y para sus críticos de un manierismo autocomplaciente, significados y significantes aparte sólo se me ocurre un adjetivo, perturbadoramente magistral.

Wong Kar-Wai parece proponer con 2046 un juego al espectador asiduo, confrontando a Tony Leung a una especie de tour de force donde tendrá que revivir historia pasadas, con personajes pasados (¿con películas pasadas?). Enfrentarse una vez más a la Idea del Amor e ineludiblemente a la persistencia de la Pérdida (Su Li-Zhen): el recuerdo de Gong Li, la mujer que le rescató tras su paso por las ruinas (emocionales) de Angkor Wat y que responde -trágicamente- al nombre de Su Li-Zhen; el fugaz y nocturno reencuentro con Carina Lau (aquella Mimi o Lulu, ¿Quién sabe?); su relación con Zhang Ziyi que acaba reabriendo la herida no curada; la sencilla dulzura de Faye Wong, la única entre todas que le hace ver una posible salida, un posible arreglo al destrozo emocional que le provocó la relación con la eterna Shu Li-Zhen.

La película anterior trataba del deseo de tener un amor que no se consigue, por lo que allí hablaba del “antes” de que sucediera nada. En 2046 hablo del “después”, de cómo se recuerda aquel vacío. Al principio, estuve rodando In the Mood for Love y 2046 al mismo tiempo, pero al final dejé de pensar en ellas como dos películas distintas, y ahora las considero como una sola. Y lo que me pregunto sobre el escritor es: ¿este hombre no ama a las mujeres con las que se relaciona porque ama sólo una idea, o acaso ama una idea porque no puede amar a estas mujeres...?

¿Qué es, por lo tanto, 2046 como film? Una continuación, un film independiente o una pequeña parte que conjugada con sus otras obras (especialmente In the Mood for Love, Days of Being Wild y en menor medida Chungking Express) nos muestran de la forma más clarividente posible el discurso del director en torno a las relaciones de pareja, la amistad, el amor y cómo el paso del tiempo desvirtúa, magnifica o empequeñece a todas ellas. ¿Es la memoria traicionera? ¿Es el nuevo amor una traición en sí mismo?

Pero el análisis aislado de 2046 es posible e incluso muy gratificante (así que nadie queda disculpado). Se nos presenta al personaje de Tony Leung (Chow) tras un aparente trauma amoroso que nos es desconocido. Ha acabado convirtiéndose en una especie de vividor, aficionado a la nocturnidad alcohólica de los salones de baile y a la compañía de jóvenes y bellas prostitutas. Un escritor barato, de historias eróticas baratas, en un motel algo entumecido donde curiosamente se volverá a reencontrar con sus propios fantasmas.¿Qué puede provocar que una persona acabe teniendo tan poca empatía y apego a las cosas? ¿Estamos viendo al mismo marido que deseaba amar?

Chow intenta alquilar la habitación 2046 (le trae recuerdos), pero es imposible; un nuevo enigma de su pasado se introduce en la historia. La noche anterior muere asesinada una antigua ex-amante, Lulu o Mimi (Carina Lau), posiblemente aquella Leung Fung-Ying que conocimos en el Shanghai de los años 60 a través de los lluviosos fotogramas de Days of Being Wild. Como en una tragedia griega y al ritmo introductorio de Siboney, esa habitación provocará un nuevo torrente de sensaciones y pasiones cuando empiece a vivir en ella la joven prostituta Zhang Yiyi. La habitación 2046 se vuelve a abrir, pero de una forma mucho más carnal frente a los furtivos roces pasados. Aun así, el bolero y su profecía ya nos asegura que no habrá amor correspondido; yo te quiero yo me muero por tu amor [….] Siboney, si no vienes me moriré de amor…

Tras la ruptura con Bai Ling (Zang Yiyi) se inicia una nueva aventura. Wang Ping (Faye Wong), en el papel de bella Norma orientalizada, ve como su amor por un joven japonés es inadmisible a los tradicionales ojos de su padre. Tal relación, como lo fue aquella entre la sacerdotisa gala y el apuesto romano, está condenada a la tragedia del fracaso. El pequeño juego de amistad que entablan Wang Ping y Chow, a la cual ayudará para que pueda seguir manteniendo la correspondencia con su amado nipón, hará crecer en el protagonista sentimientos contrapuestos. Redescubre la verdad del amor, de los primeros amores, y cree poder sentir y hacerle sentir lo mismo. Pero parece huidizo cupido y acaba comprendiendo que la ausencia de respuesta únicamente puede ser debida a la ausencia de amor (todo ello representado por la bellísima parábola futurista del androide con retardo emocional).

Lejos de la realidad pasada y presente, Chow se evade escribiendo su 2046. Un universo ficticio y novelístico. Un escrito terapéutico que de la misma forma que las antiguas ruinas camboyanas sirve de diván compasivo y autoanalítico. En él, Chow acaba reflejando la realidad de sus deseos, los que no se atreve a exteriorizar entre las paredes del motel donde habita. 2046 es un año, al cual se llega tras una larga travesía, y una vez allí, los recuerdos desaparecen o perduran como presente. ¿Desaparece el dolor de la pérdida? ¿o simplemente no hay pérdida en 2046?

Para mí 2046 es un estado mental al que acudimos cuando queremos recuperar lo que hemos perdido, cuando tratamos de conservar no sólo la persona o el tiempo dejados atrás, sino también el momento y la atmósfera. Sería por tanto una especie de utopía, algo que no existe. Casi un paraíso perdido. 2046 no alude a una fecha o a un lugar del futuro, sino que trata del ahora, de por qué experimentamos más intensamente lo que tuvimos en el pasado que lo que nos rodea en el presente. Por eso creo que deberíamos apreciar más lo que tenemos ahora y no después de perderlo.

Finalmente, a modo de flashback, conoceremos al único amor tras su huída hacia los muros de Angkor Wat. Una enigmática e infalible jugadora de cartas, interpretada por la antigua musa de Yimou, Gong Li. Un ángel salvador que recogerá a Tony Leung del pozo de la soledad. Relación de dos almas en pena, enigmáticos y esquivos con el pasado en su particular purgatorio, pero que acabaran trivializando los sentimientos mutuos ante la posibilidad de un dolor mayor que la despedida. Todo, al romántico azar de un naipe maldito.

Sin duda un complejo entramado de historias (el ideal del amor perdido frente a la recreación posterior del mismo) y una puesta en escena primorosa (llena de barroca y angulada saturación) que se complementan a la perfección con una cuidadísima banda sonora que acaba siendo un personaje más, un objeto que delimita y dirige al espectador no sólo dentro de la propia película (la pasión autodestructiva de Siboney, la operística tragedia de Casta Diva o la exquisita frivolidad de Xavier Cugat) sino, también, por el universo referencial de Wong Kar-Wai como autor (George Delerue y la Nouvelle Vague, Peer Raben y Fassbinder o Preisner y el cine de Kiewsloski).

Una magnifica obra, al nivel artístico de In the mood for love, y con lo años referencia absoluta de la postmodernidad creativa, pero sin llegar (quizás) a la suprema sencillez y maestría de Chungking Express. Es inevitable oponer o confrontarla con In the mood for love y 2046 sale bien parada. Proyecto, conceptualmente mucho más complejo que aquel, opta por oponerse a la primera de una forma más visceral y carnal. Donde era insinuación ahora es atrevimiento. Donde se deseaba amor, ahora se habla de la dureza y el dolor del mismo.

Wong Kar-Wai ha invertido bien su tiempo y únicamente nos queda aconsejar a Nicole Kidman que se coja en exclusividad un periodo aproximado de no menos de cuatro años para poder satisfacer plenamente al genio de las gafas oscuras en su futura The Lady from Shanghai. Mientras tanto, susurraremos nuestros más íntimos secretos en el primer socabón callejero que se nos cruce, porque, al fin y al cabo, todos necesitamos nuestro propio Angkor Wat.

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