Alejandro Aménabar, uno de los pocos directores-estrella de nuestro cine, ha presentado en medio de gran expectación y de una campaña publicitaria excepcional su cuarta película Mar adentro, ganadora de 14 "Goyas" 2004.
Si bien este film supone un cambio respecto a sus anteriores largometrajes en lo que se refiere al género, una mirada más profunda nos lleva a la conclusión de que los temas tratados por el joven cineasta son los mismos que le han obsesionado a largo de sus tres películas anteriores, a saber: la muerte y el sufrimiento.
A estas alturas no es novedoso decir que Amenábar es un director de primera, que sabe rodearse de un equipo solvente (cabe destacar la fotografía de Javier Aguirresarobe, así como la dirección artística de Benjamín Fernández o la propia música, quizá algo efectista, del mismo Amenábar) y de unos actores en "estado de gracia"; especialmente, Javier Bardem, que ayudado de un maquillaje prodigioso sabe imprimir a su personaje una gran ductilidad, dándonos una interpretación sobria y sensible. Prueba de ello son los primeros 45 minutos del relato, donde con pulso firme nos presenta la trama con todo lujo de detalles, dando a conocer al espectador las motivaciones que mueven a los protagonistas y el ambiente que les rodea; todo ello sin cansar con reiteraciones o escenas intrascendentes que retrasen el ritmo de la narración.
Donde realmente falla Alejandro Amenábar y su coguionista Mateo Gil es a la hora de tratar el tema de fondo de la película: la eutanasia; ya que cae en una defensa fácil y llena de esquematismos que rebaja la calidad que tiene el film en su aspecto formal.