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A lo largo de los años, el término Nouvelle Vague se ha convertido en un lugar común para la historiografía sobre el cine francés. Unas veces -la mayoría- el movimiento de la Nueva Ola gala se ha mitificado, y otras ha sido considerado como una mera estrategia publicitaria o mercantil. Tanto en un caso como en el otro, la imagen que los historiadores y críticos dan de la evolución del cine en Francia acaba confluyendo casi siempre en la Nouvelle Vague.
Con la perspectiva que aporta el estudio de este movimiento desde un nuevo siglo, el presente artículo pretende destacar algunas claves que permitan acercarse a ese momento de la historia del cine francés evitando tanto la mitificación como el reduccionismo.

Contexto histórico-fílmico de la Nouvelle Vague

En 1958, Francia sufre una situación de crisis en el área de la política internacional. El conflicto de Argelia hace que, entre 1954 y 1962, dos millones setecientos mil jóvenes sean enviados a otro continente para combatir en una guerra que no está reconocida oficialmente por el gobierno. Tal y como plantea Freddy Buache en su obra sobre el cine de los años sesenta, Argelia se mantiene en un primer plano a la hora de dibujar el contexto que perfila la sociedad de esta década, dado que las actitudes de los franceses ante el conflicto dejan múltiples secuelas en la conciencia social1. El problema de Argelia se añade a la realidad de la descolonización que venía imponiéndose desde la guerra de Indochina. Además, el 1 de enero de 1959 entra en vigor el Mercado Común. El lugar que ocupa Francia en el orden internacional cambia y, por lo tanto, sus áreas de influencia tienen que reorientarse.

En 1958 se aprueba por referéndum la V República. La crisis política, con el fracaso de los socialistas, desencadena el regreso de Charles de Gaulle que este mismo año es elegido presidente y forma un nuevo equipo de gobierno. La llegada de De Gaulle acentúa la división política de Francia en dos bandos: la derecha en el poder y la izquierda que ha fracasado en la anterior República.

El país prospera tanto económica como culturalmente. En 1959 nace, a iniciativa de André Malraux, el Ministerio de Asuntos Culturales, del que pasan a depender el Centre National de Cinématographie y todas las decisiones en política cinematográfica. Las inquietudes culturales se reflejan en una cierta revolución cinematográfica que hace hablar de un cine joven y de una Nueva Ola. Paralelamente, aumenta el número de hogares que disponen de aparatos de televisión.

En 1959, el volumen de público que asiste a las salas de cine desciende llamativamente, sin que vuelva a remontar nunca2. También disminuye de modo considerable el tiempo que permanece en cartel una película. Además, muchos cines desaparecen y, en los que se mantienen, se hacen reformas que reducen el número de asientos por sala. Sin embargo, tal y como lo muestra la constancia en la cantidad de nuevos títulos estrenados, esta crisis apenas afecta a la producción cinematográfica en términos económicos. Esta paradoja se justifica por tres razones fundamentales: aumenta el precio de las entradas muy por encima de la media del coste de la vida3 , el Estado toma una serie de medidas de apoyo económico a la cinematografía y, por último, se potencia la realización cinematográfica con la revolución en el sistema de producción que supone el cine moderno de la Nouvelle Vague. Así, el fenómeno sociológico de baja asistencia a las salas, debido a la debilitación del concepto clásico del cine como espectáculo de masas, no produce una crisis económica en el sector de la profesión cinematográfica.

Como afirma Pierre Billard, a diferencia de otros países, Francia siempre ha tomado la situación de la cinematografía como una cuestión que implica a las clases políticas, a los medios de comunicación y a la intelectualidad del país4. El Estado considera el cine parte de su patrimonio cultural, por lo que tiende a desarrollar una política proteccionista. En 1959 esta tendencia se materializa en un decreto, reforma de la Ley de ayuda temporal a la cinematografía de 1947, que instaura la Cuenta de ayudas y los Adelantos por recaudación5. Esta nueva Ley de ayuda, gracias a la cual muchos cineastas pueden dirigir su ópera prima, favorece proyectos difíciles, originales, que no habrían podido beneficiarse con las antiguas ayudas. Además de estas dos vías, existen los préstamos otorgados por el Estado para la producción y la explotación. Tales circunstancias favorecen la proliferación cinematográfica de estos años.

El apoyo estatal a la cinematografía tiene como contrapartida la acentuación de la censura. La preocupación del Estado se centra fundamentalmente en las cuestiones políticas y en las de moral y costumbres sociales, que sufren una evolución a lo largo de los años sesenta. Dicho cambio se inicia en el mundo de la intelectualidad y la cultura -incluyendo gran parte de la producción cinematográfica-, pero se ralentiza en muchos sectores de la sociedad, provocando con este desnivel diversos conflictos. Además, la censura depende en estos años del Ministerio de información, aunque la cinematografía está bajo tutela del Ministerio de Asuntos Sociales, lo cual dificulta todavía más su regularización. Por decreto de 1961 se modifica la Comisión de control, se establece una censura sobre guión y se amplía el abanico de edades con las que se puede prohibir el acceso a las salas. Además de las prohibiciones totales de una película, se dan las parciales, realizadas en gran parte por los ayuntamientos al margen de las decisiones del Estado central. Entre las películas que en estos años sufren censura parcial destacan Les Amants (1959) de Louis Malle, Les Cousins (1959) de Claude Chabrol, Les liasons dangereuses (1960) de Roger Vadim, o Jules et Jim (1962) de François Truffaut, todas ellas vinculadas en mayor o menor grado a la Nouvelle Vague.

A pesar de la censura, a lo largo de los años sesenta, va surgiendo un cine de contenidos políticos que se acentúa a partir de los acontecimientos de mayo del 68. Las peliculas Le petit soldat (1960) de Jean-Luc Godard, Tu ne tueras point (1963) de Claude Autant-Lara, Muriel (1963) de Alain Resnais y La belle vie (1964) de Robert Enrico son ejemplos de este mayor acercamiento a la realidad política.

También son representativos de un cambio de actitud por parte de algunos cineastas, determinadas acciones con connotaciones políticas, tales como la firma del manifiesto de los 121 en contra de la lucha colonial que incluye a cineastas como Jacques Doniol-Valcroze, Pierre Kast, Alain Resnais, Claude Sautet o François Truffaut.

La tercera razón ya apuntada que permite la supervivencia del cine francés, junto con el aumento del precio de las entradas y la política estatal, es el cambio del concepto de producción que trae consigo el cine de la Nouvelle Vague. El complicado aparato legal en lo que se refiere al acceso a la profesión cinematográfica fue obviado anteriormente por la postura de determinados cineastas como Jean-Pierre Melville con la realización de Le silence de la mer (1949). Con este precedente, la producción que hasta entonces suponía poner en marcha una inmensa maquinaria, adquiere ciertos visos de amateurismo. Esta es la línea que siguen las películas de la Nueva Ola.

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NOTAS Y REFERENCIAS

1. Cfr. Buache, Freddy, Le cinéma français des années 60, Hatier, Rennes 1987, pp. 9-33.

2.Con base en el año 1958 el número de entradas vendidas desciende más de un 50 por ciento en los diez años siguientes. Cfr. Frodon, Jean-Michel, L'Âge moderne du cinéma français, de la Nouvelle Vague à nos jours, Flammarion, París 1995, p. 135. Todos los datos que aparecen en este artículo, salvo que se especifique lo contrario, pertenecen a esta obra.

3.En 1960 el precio medio de una entrada de cine es de 1,82 francos. Siguiendo el aumento del coste de la vida, en 1970 debería haber ascendido a 2,82 francos, mientras que lo hace a 4,78.

4.Cfr. Billard, Pierre, L'âge classique du cinéma français I: du cinéma parlant à la Nouvelle Vague, Flammarion, París 1995, p. 179.

5.Gracias a estas ayudas setecientos ochenta proyectos son aprobados entre 1959 y 1963. Cfr. Valcárcel, Isabel, "La Nouvelle Vague y su circunstancia histórica", Nickel Odeon, nº 12, otoño 1998, pp. 6-12.