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Agnès Varda, por su parte, hace presente en toda su producción cinematográfica sus orígenes en la fotografía. Su primer largometraje, La pointe courte (1956), es un punto de referencia para los miembros de la Nouvelle Vague, movimiento al que pertenece por pleno derecho desde Cléo de 5 à 7 (1962). Además de diversos cortometrajes, dirige los largos Le Bonheur (1965), Les créatures (1966) y un episodio de Loin de Vietnam (1967). Sus películas se sitúan en gran medida al margen de la narrativa convencional. Jacques Demy, esposo de Angès Varda, ejerce gran influencia en la filmografía de su mujer. Tras una larga carrera en el corto, Demy adopta en sus largometrajes una trayectoria que le aleja poco a poco del realismo hacia un universo encantado, con cierta reminiscencia de los cuentos infantiles. Su primera película, Lola (1961), trasluce todo este proceso que se acentúa con los siguientes títulos: La baie des anges (1963), Les parapluies de Cherbourg (1964) y Les demoiselles de Rochefort (1967).

Junto a estos cineastas hay que incluir a otros como Jacques Rozier y Jean-Daniel Pollet que, sin tener una producción con una trayectoria lo suficientemente coherente como para incluirlos dentro del grupo Nouvelle Vague, han sido adoptados de alguna manera por sus propios componentes. Jacques Rozier es apadrinado por los 'jóvenes turcos' -sobre todo por Truffaut y Godard- de modo que su película Adieu Philippine (1963) es saludada por la crítica de Cahiers como parangón de la Nouvelle Vague. Sin embargo, Rozier no vuelve a estrenar otro largometraje hasta 1973 con Du côté d'Orouët. Jean-Daniel Pollet también es apadrinado por los miembros de la Nueva Ola tras su cortometraje Purvu qu'on ait l'ivresse (1958). A pesar del éxito que obtiene con sus cortometrajes, cuya temática se centra en la relación entre el documental y la ficción, decepciona con el largo La ligne de mire que no llega a ser distribuido.

Repercusión de la Nouvelle Vague

En este tiempo el cine ha conquistado un puesto dentro del mundo de la cultura gracias al cine-club y al papel jugado por la crítica que invade los periódicos y demás publicaciones generalistas. Sin embargo, el público de la Nouvelle Vague no llega en ningún caso a ser mayoritario. Pese a que haya aumentado la cinefilia,27 el éxito comercial está en manos de la comedia, género que permanece como cabecera de cartelera a lo largo de la historia del cine francés. Las obras de la Nouvelle Vague, tras un fugaz éxito en los inicios del movimiento, se ven condenadas a circuitos minoritarios dado su fracaso en la cartelera. Paralelamente, publicaciones tales como Arts, L'Observateur o L'Express, que en un comienzo acogen con aceptación este movimiento, empiezan a mediados de los años sesenta a publicar críticas negativas preconizando la muerte de un cine recién nacido.

Por otro lado, la temática de las películas y el modo de representarla, hace que surjan voces tachando el cine Nouvelle Vague de amoral. El cambio que se está produciendo en las costumbres y en la moral social provoca que muchos sectores de la sociedad consideren el cine como un medio que presenta modelos perjudiciales para la juventud francesa. En el diario La Croix de mayo de 1960 se ofrece la valoración moral de cuarenta y cuatro películas de la Nouvelle Vague, de las cuales la mayoría son desaconsejadas salvo siete consideradas para adultos y dos aptas para todos los públicos. Igualmente, teóricos e historiadores cinematográficos de la época como André S. Labarthe, Pierre Leprohon y Jacques Siclier califican este cine de amoral.28 Entre las acusaciones más frecuentes que se le hacen a las películas de la Nouvelle Vague se encuentran la apología del libertinaje desarrollada a partir del mito Brigitte Bardot que surge con Et Dieu créa la femme y la proposición de la anarquía y la ilegalidad como núcleo de la vida social.

A pesar de estos argumentos, el heterogéneo cine de la Nouvelle Vague ha tenido una indudable repercusión en la cinematografía francesa y europea. Como afirma Michel Marie, gracias a este movimiento se ha impuesto la idea de que la creación cinematográfica necesita una renovación periódica de nuevos cineastas.29 Por otro lado, la trayectoria de sus principales representantes, aunque ya no se les englobe en este movimiento, constituye uno de los ejes del cine francés de los últimos cuarenta años. En cierta medida, sus apuestas de los primeros años siguen nutriendo el cine francés a través de sus producciones actuales. Además, mantienen cierta coherencia a lo largo de sus respectivas trayectorias: Éric Rohmer desde Le signe du lion (1959) hasta L'anglaise et le Duc (2001), Alain Resnais desde Hiroshima, mon amour (1959) hasta On connait la chanson (1997), o Chabrol desde Le beau Serge (1958) hasta Merci pour le chocolat (2000). Por último, hay que reconocer que las películas de la Nouvelle Vague, cerca de cincuenta años después de su realización, siguen atrayendo al público joven como lo hizo en 1959. En cierta medida esto se debe a la naturalidad con la que estas películas reflejan el espíritu de su época, lo cual las constituye en un documento interesante para aproximarse a la sociedad francesa de los sesenta.

 

TERESA NOZAL CANTARERO es doctora en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra, con una tesis sobre Contes des quatre seasons de Éric Rohmer (2002). Actualmente es profesora en la Universidade da Coruña (España).

 

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NOTAS Y REFERENCIAS

27. Esta cinefilia surge del seguimiento por parte de sectores del público de los debates teóricos sostenidos en las revistas especializadas (Cahiers du cinéma, Positif, Image et son, o Téléciné, entre otras). De estos debates teóricos de la crítica especializada se deriva un aumento de la elite de cinéfilos, lo cual resulta crucial para que la Nouvelle Vague tenga un público, aunque éste sea reducido.

28. Cfr. Labarthe, André S., "Enquête sur le cinéma français. Nouvelle mythologie et anti-morale", Radio-Cinéma-Television nº 445, 5 octubre 1958; y Leprohon, Pierre, Historia del cine, op. cit., p. 326; Siclier, Jacques, La nueva ola, op. cit., pp. 118-148.

29. Cfr. Marie, Michel, La Nouvelle Vague, une école artistique, Nathan, París, 1997, p. 113.