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El miedo que se prodiga en los medios de comunicación (efecto 2000, abejas africanas asesinas, los negros culpables de todos los males, etc.), la política exterior norteamericana (garante de regímenes criminales) que se preocupa más por otros conflictos que por su propia sociedad, la falta de una asistencia social pública o del control de armas y la venta de munición, son las claves que se van traduciendo en esta tragedia americana de la que sólo Moore parece tener clara conciencia de lo que subyace; una conciencia manipulada, obsesionada, mientras que por otra parte esgrime su derecho a ser libres.

En resumidas cuentas, se trata de un alegato indiscutible contra las armas de fuego y su cultura apologética de las mismas, pero sin observar respuestas simplistas ni pensar que su posesión deriva necesariamente en que haya este índice de muertes. Un documental impactante en el que, con acentuada ironía, denuncia que la única explicación que ha hallado para responder el deleznable acto de que dos chavales asesinen a sus compañeros de instituto es que horas antes habían jugado a los bolos. A lo que se podría añadir como conclusión la crítica de Hilario J. Rodríguez: "Todo lo anterior es parte de un gran número de paradojas. Michael Moore, por ejemplo, es un antiguo miembro de la Asociación Nacional del Rifle. Columbine es una localidad donde se fabrican misiles militares. Charlton Heston sufre Alzheimer, una enfermedad que le impide conducir un vehículo pero no tener un arma. En el mismo supermercado donde se compran alimentos, uno puede encontrar munición. La nación más poderosa de la Tierra vive sumida en el miedo... Demasiadas razones para no perderse un film sin respuestas, aunque en él se formulen las preguntas adecuadas" 9. De nuevo, un tema de interés, fue recibido con buen agrado por el público español con 377.221 espectadores (y una recaudación de 1.845.238,09 €) 10, permaneciendo varias semanas en cartel, dato nada desdeñable para un documental.

Ficha técnica
Dirección y guión: Michael Moore. Países: USA y Canadá. Año: 2002. Duración: 123 min. Género: Documental. Producción: Michael Moore, Charles Bishop, Jim Czarnecki, Michael Donovan y Kathleen Glynn. Música: Jeff Gibbs. Fotografía: Brian Danitz y Michael McDonough. Montaje: Kurt Engfehr. Intervenciones: Arthur A. Busch, George W. Bush, Dick Clark, Barry Galsser, Charlton Heston, Marilyn Manson, John Nichols, Chris Rock.

5. La radiografía de un microcosmos estudiantil: ELEPHANT 11.

Gus Van Sant regresa al cine como director y guionista de una soberbia película. Tras el fiasco que supuso el remake de Psicosis, desarrolla en Elephant un completo discurso de pureza estilística con una excelente composición visual. Tal pureza de estilo viene dispuesta a través de planos muy largos, de planos medios con el fondo difuminado, con una trama urdida en una elipsis que culmina con un plano suspendido en el cielo, igual que el que abre esta realización. Abordar en un tono lírico un episodio de tragedia adolescente en el que dos alumnos vestidos como auténticos Rambos perpetran en un día en su instituto una masacre no está al alcance de cualquiera.

No obstante, Van Sant no pretende radiografiar el porqué de estos acontecimientos, de otro modo, hubiera planteado el guión desde otra perspectiva, y el desarrollo temporal no hubiese quedado adscrito a un solo día en la vida de este instituto, ni hubiera elegido un final sin final, suspendiéndolo en la reflexión y en la urgencia de toda sociedad por plantearse la causa de la violencia en las aulas. Así, indica Heredero, "la aproximación de Gus Van Sant al enigma aterrador que encierra la matanza de escolares en un instituto americano, perpetrada por dos alumnos del centro, únicamente ofrece datos para la reflexión y motivos para la perplejidad. Ni sombra de razones explicativas o reconfortantes para alimentar la buena conciencia de espectadores progresistas" 12 Sin embargo, la presentación discurre en un tono coloquial y sencillo, los travelling y esos largos planos y planos-secuencia, articulan esta trama ambientada en un barrio de la clase media-alta norteamericana, en un instituto situado en una zona residencial, no una zona marginal, con bandas organizadas ni detectores de metales en la escuela, sino con biblioteca, laboratorio de fotografía para los alumnos, aulas donde se llevan a cabo debates sobre homosexualidad, en un tono progresista en sus valores.

Actores completamente desconocidos completan esta depuración aún más sistemática sin que exista un alarde visual sino compositivo, frente a la clásica verborrea de fotogramas que convierten el cine en un mero producto de fácil consumo 13. Tal sencillez encara el reto de plantear y fijar una serie de cuestiones que describen los problemas de la adolescencia sin más; el fotógrafo que no puede acudir a un concierto puteado por sus padres, el chico rubio que tiene que decirle a su padre que baje del coche porque está borracho, el trío de amigas bulímicas, que discuten porque una de ellas pasa demasiado tiempo con el novio, la pareja de novios, en donde resalta que la novia es muy celosa y el novio, un hábil deportista, es quien desprecia y lanza unas bolas de papel mojadas a uno de los asaltantes y, finalmente, y no por ello menos importante, la chica que es despreciada por el resto de compañeras por no ducharse con ellas o por no enseñar las piernas en la clase de educación física. Van Sant parece, con todo, más abierto a disfrutar de un estilo cinematográfico limpio y suave, sin aristas, aún cuando está articulando una historia trágica.

Los elementos germinan como realidades desmenuzadas en las que acaba señalando aquí y allá la incomunicación, los celos, el aislamiento, la aparente normalidad que no hace sino más que esconder una idiosincrasia particular, una comunidad estudiantil que revela sus conflictividades internas, sin que, en el fondo, advierten o reivindiquen nada que no sepamos ya, pero que sujetan este armazón compositivo para indicar que la violencia no se desata por algún trastorno ni por un ambiente crudo ni de marginación social, que lo que motiva a los chavales a asesinar tiene que tener otra base emotiva; ya que uno tiene incluso actitudes más que notables para la música clásica, toca el piano, y el otro, después de jugar al ordenador se entretiene leyendo un libro. El programa que ven en la televisión sobre el nazismo no resulta ser una apología sino una crítica al régimen de Hitler.


El rubio reprochará a un profesor que no le hiciera caso cuando fue a decirle que tenía problemas con otros muchachos y el moreno se encargará de liquidar a su amigo, en un acto tan frívolo como inesperado, como si ya todo diera igual; aunque culmina su venganza cuando presumiblemente mata a quien le tiraba las bolas de papel en clase, en una clara muestra de desprecio. No obstante, esta caligrafía visual se sustenta en una unidad de conjunto, en el que se vuelven a unir en el pasillo una y otra vez, para que la envoltura sea completa. Una normalidad que, de pronto, se ve rasgada y aniquilada como si fuera un juego para ellos, sin una pizca de remordimiento o de tensión, de duda o de enfrentamiento. El beso en la ducha, cuando ambos afirman que nadie les ha besado, rastrea esa vocación emotiva que se suspende bajo esa gasa que protege a la imagen de posibles distorsiones ante los fondos difuminados en los recorridos de frontal o de espaldas de los chicos y chicas que son el eje de esta composición. Y la muerte no está ejecutada con horror sino con ligereza, como si el acto criminal del asesinato no fuera sino un juego, nada más, ante la pérdida de unos valores morales que pudieran llevarles al arrepentimiento o a la sensación de que en algún momento son conscientes de que lo que hacen es real e inhumano.

Cuando reciben el arma que han comprado por correo, igual que se pide una pizza, como si tal cosa, sorprende la facilidad con que uno puede adquirirla. La cosmovisión de la adolescencia se practica con pinceladas ligeras y fundamentales, claras y nada anecdóticas que se acaban de comprender cuando el círculo se va estrechando y los dos chicos perpetran su plan. Podría decirse que no hay nada por inventarse en el cine ni temas que desarrollar, pero, sin duda, uno se replantea estas palabras en el mismo momento en el que se vuelven a encender las luces de cine y piensa en el modo en el que Van Sant ha sabido trasmitir un episodio tan brutal exponiendo desde lo visual un discurso humano y con un tejido tan vivo, no tanto por lo que se dice, sino cómo se dice y el modo en el que la imagen interactúa con el espectador. No hay duda de que es una obra de perfecto acabado, puro cine, sin más. Y como señala el propio Heredero, "Elephant constituye la propuesta formal y narrativa más audaz que ha dado este año el cine norteamericano" 14. Si bien, pese a las buenas críticas recibidas sólo reunió a 79.322 espectadores (con una recaudación de 387.813,87 €) 15.

Ficha técnica
USA, 2003. T. O. Elephant. Director y guión: Gus Van Sant. Productor: Dany Wolf. Producción: Mero Films, Blue Relief Pictures para HBO films. Fotografía: Harris Savides, en color Foto-Kem. Dirección artística: Benjamín Hayden. Montaje: Gus Van Sant. Duración: 81 minutos. Intérpretes: Alex Frost, Eric Duelen, John Robinson, Elias McConnell, Jordan Taylor, Carrie Fínquela, Nicole George, Brittany Mountain.

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NOTAS Y REFERENCIAS

9. Ibídem., p. 17

10. Datos oficiales del ICAA en www.mcu.es

11 HEREDERO, Carlos F., “Metáfora del laboratorio americano”, Dirigido por , núm. 329, diciembre 2003, p. 24-25. El título fue extraído de un telefilme homónimo de Alan Clarke sobre la violencia en Irlanda del Norte. Y tiene como referencia una parábola budista sobre varios ciegos que palpan las partes de un elefante, pero sin que ninguno de ellos sea capaz de identificarlo (la fragmentación incomprensible de la realidad, a la que alude el film).

12 Ibídem., p. 24.

13. Fue rodada en Pórtland (Oregón), en un instituto, con estudiantes que no habían tenido experiencia en el cine, y las escenas se rodaron a partir de los diálogos improvisados que habían mantenido con el director.

14 14. Ibídem., p. 25.

15 Datos oficiales del ICAA en www.mcu.es