4. Los valores ocultos de la otra América: BOWLING FOR COLUMBINE
Ganador en la gala de los Oscar en la
categoría de mejor documental, en este film, Michael Moore aborda
el problema de la violencia por armas de fuego en Estados Unidos. Con
una construcción visual desenfadada, en donde el propio director
se convierte en el protagonista de la trama (no delega en manos de otro
lo que le interesa saber) comienza los primeros pasos mostrando cómo
en cualquier parte de su país se puede comprar un arma (en un
supermercado, por ejemplo). De hecho, el arranque se sitúa en
un banco, en Michigan, que ofrece un arma por abrir una cuenta corriente.
Cuando habla con la responsable del Banco, ésta le dice que tienen
más de quinientas en una sala acorazada, a lo que él responde
"parece una armería". Moore logra incluso, en un tema
tan proclive a la seriedad, extraer un humor socarrón y desenfadado,
que no dejan de evidenciar ciertas actitudes humanas contradictorias,
a lo largo del metraje ante las declaraciones de varios personajes,
por ejemplo, de la milicia de Michigan, o a un policía local
al que pregunta si no hay leyes que puedan inculpar a un perro por herir
a un ciudadano americano, y el otro, serio, impávido, le dice
que todavía no. Pero, el policía le confiesa ingenuo que
el perro, al que se intentaba sacar una foto en ropas de cazador con
la escopeta y todo (al resbalarse se disparó accidentalmente),
estaba muy gracioso.
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El tono más
distendido se pierde al eco de unas voces que declaran que tener un
arma viene a ser algo así como un deber de todo buen americano;
un arma resulta ser una identidad, una libertad, un derecho que ellos
ejercen para defenderse porque la policía no puede ayudarles.
Los hechos acaecidos en el instituto Columbine, el atentado de Oklahoma,
el asesinato de una alumna de seis años por otro niño
cuando llevó una pistola a la escuela, enlaza esta terrible realidad
de la posesión de armas y de miles de muertos por armas de fuego
cada año en Estados Unidos. Moore indaga en las raíces
del problema en la mentalidad de sus entrevistados, y en tono satírico
presenta una animación acerca del miedo de los blancos sobre
los negros, de ahí que se aprobara una ley por la que un blanco
pudiera poseer un arma de fuego. Desde esta panorámica se presta
a comparar Estados Unidos con otros países occidentales; se ve
el mismo cine violento, donde hay brutalidad, sangre a borbotones y
peleas, disfrutamos parecidos videojuegos en donde se procede a descabezar
enemigos. Por lo que, ¿qué comporta que en Estados Unidos
el índice de muertes por armas de fuego sea tan elevado?
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Se detiene en Canadá,
y para no reducir la explicación causa-efecto a la simple posesión
de armas de fuego, comprueba que en este país la criminalidad
es muy baja pero que también poseen un alto índice de
rifles y pistolas por habitante, siete millones para treinta millones
de canadienses (se explica porque tienen tradición de cazadores)
y eso conduce a pensar que la relación entre armas de fuego y
crímenes no siempre va pareja. Entonces va más allá,
y establece otra línea, la que le lleva a saber que en Canadá
no cierran la puerta de los domicilios. No se lo cree, claro está,
y va de puerta en puerta abriéndolas, comprobando que ninguna
está cerrada. Llega a decir a un vecino, con sorna, "gracias
por no dispararme". En Estados Unidos sería impensable,
el propio director tiene tres cerrojos, pero, como le decía un
canadiense, para ellos un cerrojo es como estar prisionero en su propia
casa.
Al mismo tiempo,
pasa por un "gueto" (lo que se considera en Canadá
como un barrio marginal), y resulta ser una barriada tranquila. También
señala la diferencia entre un país con Seguridad Social,
en el que el índice de paro es mayor que en Estados Unidos, pero
donde la asistencia ciudadana es la adecuada, en términos europeos.
Así, se ve a Bush, hijo, esgrimiendo en un estrado que lo primordial
es la defensa nacional, miles de millones en armamento que le defiendan
de la agresión extranjera.
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Moore
se prodiga en intentar comprender y analizar todos los aspectos que
definen la sociedad norteamericana. Y lleva a la conclusión de
que es el miedo, el terror que se induce en los medios de comunicación
el que conduce a que la población se oculte y se obsesione en
su casa protegida por auténticos arsenales, temiendo incluso
que el vecino sea capaz de robarle o atentar contra su vida. De esta
forma, mientras que un policía, al que entrevista, le indica
que desciende el número de delitos en la calle, la oferta televisiva
ha aumentado los espacios dedicados a robos y delitos. De esta manera,
parece que la delincuencia ha aumentado exponencialmente en las calles,
generando un clima de inseguridad latente, al contrario de lo que verdaderamente
ocurre. Lo cual, nos lleva a considerar que la propia cultura televisiva
es la que impone su realidad demostrando, una vez más, su poder
de convicción.
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No
les importa, por ejemplo, la polución, ni que la madre del niño
que asesinó a su compañera de seis años viva en
condiciones míseras, alternando dos trabajos que para colmo no
le daban para vivir, explotada por una asistencia social que no es sino
un sistema de trabajo tiránico. En contraste, a un comentarista
de televisión se le escucha frívolamente pidiendo laca
del pelo mientras recoge la noticia de un triste asesinato producido
en un inmueble cercano. Se prima, por consiguiente, la imagen (el presentador
inmaculado) más que lo que se cuenta en su efecto de ganar audiencias,
y no tanto en contar noticias de entidad, convirtiendo incluso éstas
en un mero espectáculo.
Moore se presenta en las entrevistas, curioso, con un tono desenfadado
como quien acaba de aterrizar en ese país y quiere saber por
qué existen tales índices de muertes en una sociedad moderna
y cómo se plantea esta cuestión asímismo. Su actitud
revela y hace constatar al espectador que es una sociedad que no se
pregunta en absoluto por las causas de tales crímenes como si,
en el fondo, formaran parte de una cultura asumida, la de la ley de
la frontera, un rasgo característico sin que nadie necesite mirar
el trasfondo moral del asunto ni crea que haya un remedio para evitarlo.
Pero, Moore persiste en querer dar respuesta a su pregunta: ¿Qué
lleva a dos adolescentes a matar a sus compañeros?
Al
final, se entrevista con el actor Charton Heston, el cual le responde
que el índice de crímenes viene dado por la historia sangrienta
de Estados Unidos. Moore le insiste que todos los países tienen
una historia sangrienta que contar y no se matan tan prolíficamente,
a lo que el otro añade que es por la variedad étnica de
Estados Unidos (el problema racial). Pero ahí queda la cosa porque,
con preguntas tan comprometidas, el actor le despachó con cajas
destempladas.
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