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El Padre Gabriel hace una defensa encendida de la naturaleza espiritual de los guaraníes, desmontando algunos de los argumentos en contra, como el infanticidio. Éste se justifica porque los guaraníes sólo pueden correr llevando una cría cada uno, para huir de la esclavitud. Todo hijo de más debe ser sacrificado para que sobrevivan sus dos hermanos mayores.

Este enfoque un tanto tópico del sistema colonial en Sudamérica, se ve complementado por una no menos tópica visión de lo culturalmente hispano, visión fundamentalmente encarnada en las escenas dedicadas a la única ciudad colonial que aparece en el filme: Asunción. Aunque se pone un cierto acento en el mestizaje, prevalecen elementos como las procesiones de Semana Santa o los toros como expresiones culturales52. Estos estereotipos empobrecen ligeramente el planteamiento, colocando indefectiblemente a los españoles y portugueses en el platillo de la balanza de los "malos" de un modo un tanto maniqueo.

El sistema de colonización es esencialmente distinto al que se analiza en El último mohicano, del mismo modo que el tipo de conflicto es diverso en uno y otro filme. Un sistema de tipo "eclesiástico", basado en misiones o reducciones jesuíticas frente a los colonos laicos, al más puro estilo western, de ésta última53. En esta película, la polémica sobre la naturaleza de los indios está superada. Pero eso no significa que no se empleen de igual modo estereotipos o que no se observen prejuicios:

los británicos son los culpables de la extinción y los americanos son los amigos de los indios. El noble salvaje sobrevive así como espíritu, partícipe de la fundación del americano (...) utilizado por el blanco para su autodefinición. Es una apropiación para la configuración de la identidad americana que recuerda a la apropiación que ha caracterizado la representación de los nativos por parte de los blancos durante siglos54.

Conclusiones

Aunque ambos filmes se ruedan y estrenan con pocos años de diferencia (La misión en 1986, El último mohicano en 1992) la concepción es muy distinta. Roland Joffe, el director de la primera, a pesar de realizar una obra de alto presupuesto, reparto consolidado (De Niro, Irons, y unos jovencísimos Quinn y Neeson), no rehuye el cuerpo a cuerpo con la polémica y ofrece una perspectiva extremadamente interesante del problema de las misiones jesuíticas, enlazando con la propia problemática contemporánea de la Teología de la Liberación en Sudamérica.

Michael Mann, más constreñido por la responsabilidad de la superproducción hollywoodiense y en un contexto social diverso, compone una elegía al sueño americano justificando tanto la ruptura de vínculos con la vieja Europa -y la Independencia- como la "asimilación" del elemento nativo, pretendiendo incluir en el norteamericano los mejores valores de ambos polos.

Parece pertinente la reflexión de Rosenstone:

Cuando los historiadores analizamos los filmes históricos, debemos tener presente que son trabajos realizados por otros profesionales, lo cual plantea la cuestión clave: ¿con qué derecho los directores de cine tratan el pasado? ¿Con qué derecho reconstruyen la historia? La respuesta puede suponer tanto un alivio como una amenaza, depende de cada uno. Los realizadores carecen de esa formación científica y por tanto se relacionan con el pasado de una forma libre (...) La conclusión que debemos extraer es la siguiente: la historia filmada siempre será una reflexión sobre el pasado más personal que la que plantee un trabajo escrito55.

Esto no nos libera a los historiadores de aprender a "ver" y "juzgar" un filme, "a mediar entre el mundo histórico del director y el académico".

 


DIEGO TÉLLEZ ALARCIA es Becario F.P.I. de la Universidad de La Rioja (España). Actualmente realiza su tesis doctoral sobre Historia Moderna en la misma Universidad. Este artículo se inscribe en el proyecto de investigación "Reconstrucción prosopográfica de clientelas políticas en la España de mediados del XVIII (1743-1763)" (BHA2003-07360), financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología español.


 

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NOTAS Y REFERENCIAS

52. “Aunque se mantienen algunos tópicos sobre lo hispano (la fiesta, los toros, la religiosidad, el orgullo de los caballeros) es un film en donde se da también una visión digna de los indios”, CASCÓN BECERRA, op. cit. , p. 44.

53. De hecho El último mohicano es considerado un western de nueva generación, al estilo de Bailando con Lobos o Gerónimo, con una visión menos maniquea del “indio”: BUSCOMBE, E., “The Western”, en NOWELL-SMITH, G. (ed.), The Oxford History of World Cinema, Oxford, 1996, pp. 286-293 y SARTELLE, J., “Dreams and nightmares in the Hollywood blockbuster”, en NOWELL-SMITH, G. (ed.), The Oxford History of World Cinema, Oxford, 1996, p. 526.

54. MARTÍNEZ FALQUINA, op. cit ., p. 33.

55. ROSENSTONE, R. A., El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, Barcelona, 1997, p. 56.