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No debemos olvidar que para el espectador católico, la imagen de la desobediencia de los ministros de Dios a las directrices emanadas de su centro director resulta extremadamente llamativa. Máxime entre aquellos que poseen el voto de obediencia al Sumo Pontífice como uno de sus principales baluartes. Máxime cuando esa desobediencia se justifica en la obra a cada paso. Las extrapolaciones fueron tan evidentes en 1986 como lo son en la actualidad:

The priests refuse to obey, and choose to make their doomed stand with the Indians, deciding that faithfulness to Christ demands their own crucifixion, so to speak. Modern audiences, especially non-Catholic ones, may not appreciate the courage involved in that decision, and too little is made of it by the screenplay. It is no small thing for any believing Catholic to disobey the direct order of a cardinal, particularly if that Catholic is a priest vowed to obedience. Yet it is so clear to Fr. Gabriel and Fr. Mendoza -and to the modern audience- that obedience to Jesus requires repudiating the institutional Church, even unto excommunication and death, that the issue is not discussed40.

Esta desobediencia incita, evidentemente, a rebelarse. Este es el fin último del filme. Ofrece unos exempla moralizantes, conductas paradigmáticas a seguir. Tanto la pacífica del Padre Gabriel como la violenta de Mendoza. Ambas son válidas dadas las circunstancias. Pero, ¿contra qué hay que rebelarse?
(...) hay un duro ataque a las políticas que desde las cimas del poder afectan y perjudican a los más débiles: en el film, el despotismo ilustrado que se impone injustamente sobre remotos súbditos "de segunda clase", y en el mundo actual las políticas macroeconómicas impuestas sobre los ciudadanos del mundo paradójicamente por naciones autodefinidas como democráticas41.

La visita a las misiones de San Miguel y San Carlos confirman la visión idílica de las reducciones. La primera produce al año 120.000 escudos que se reparten entre los indios por igual 42. Una nueva muestra de la diferencia de mentalidad entre las "dos iglesias" se produce ante este hecho de propiedad compartida:

P. Altamirano: "Hay un grupo radical francés que enseña esa misma doctrina".
Misionero jesuita: "Eminencia, era la doctrina de los antiguos cristianos".

La sensación de tragedia es, de este modo, aún más intensa si cabe. La pérdida de una sociedad justa, igualitaria, desprovista de la maldad, del egoísmo y del individualismo de las nuestras -contraste permanentemente buscado por el director- deja también huérfano, en cierto sentido, al espectador. Se juega hábilmente con el concepto del martirio en las muertes del Padre Gabriel y de Mendoza. El final no deja lugar a dudas:

Así pues, V. Santidad, ahora vuestros sacerdotes están muertos y yo sigo vivo. Pero en verdad soy yo quien ha muerto y ellos son los que viven porque, como ocurre siempre, el espíritu de los muertos sobrevive en la memoria de los vivos43.

 

 

El último mohicano: la lucha por la hegemonía y el sueño americano

La caída del marqués de la Ensenada tampoco fue ajena al argumento principal del otro filme que analizamos: la Guerra de los Siete Años. El papel desempeñado en ésta por el embajador inglés, Benjamin Keene, da perfecto testimonio del interés británico por alejar el miedo de que el francófilo Ensenada forzase un nuevo acercamiento a Francia en vísperas del inicio de un nuevo conflicto en las colonias 44.

En cualquier caso, la Guerra de los Siete Años -o Guerra Francesa e India según la historiografía anglosajona- tan sólo sirve de marco al episodio que El último mohicano se encarga de narrarnos. Un episodio, si se quiere, totalmente secundario, incluso anecdótico, en el devenir de los acontecimientos históricos, un episodio que se centra en la historia de amor que surge entre Cora Munro, hija del general inglés al mando del Fuerte William Henry, y Ojo de Halcón, el hijo adoptivo de un indio mohicano (Chingachgook). El individuo y su devenir frente a los sucesos adversos cobra, por tanto, mayor protagonismo frente al acento puesto sobre la evolución de una comunidad de La misión. Los hechos históricos en sí apenas juegan el papel de telón de fondo sobre el que plasmar las más expresivas pinceladas de las vidas individuales.

Las dos obras coinciden por el contrario en el destierro a toda referencia de la visión "europea" de la problemática planteada. En El último mohicano huelga la aparición del cómo se vive el conflicto en Europa, de las complicadas negociaciones e intrigas diplomáticas que posibilitaron la famosa "reversión de alianzas" o la neutralidad española en el conflicto -previa exoneración de Ensenada, hecho ya citado-, del otro escenario de la guerra en Europa oriental donde se enfrentaron los ejércitos austriacos y rusos contra los prusianos, etc. Tampoco tiene excesiva importancia toda referencia al final del mismo, a no ser justificar la posterior Guerra de la Independencia. Ningún interés por la entrada en el conflicto de España (en 1762), por las conspiraciones en Rusia (con el ascenso de Pedro II y su asesinato, la coronación de Catalina la Grande) o por el Tratado de París y sus consecuencias.

El marco histórico más concreto de la película se centra en una acción armada puntual: el asalto francés del marqués de Montcalm al Fuerte William Henry 45. Todo lo demás gira alrededor de este suceso y resulta accidental desde el punto de vista histórico. Esta parquedad se debe a un planteamiento comercial del filme diverso al ya analizado en La misión. Si bien ésta no deja de ser una superproducción (británica, para más señas), su concepción no se halla tan supeditada al éxito comercial como El último mohicano. Adaptación de la novela homónima de James Fenimore Cooper, debe ceñirse a los más estrictos cánones de Hollywood 46. No extraña, por tanto, que el empleo simbólico del tema histórico sea muy otro al de La misión. Un empleo, digámoslo así, más políticamente correcto, menos polémico y provocador:
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NOTAS Y REFERENCIAS

 

40. Ibídem. Dreher escribe este artículo a raíz de una serie de escándalos sexuales que afectan a sacerdotes católicos y retoma la imagen del desafío jesuita como estímulo para desafiar las posiciones oficiales de la Iglesia en este punto: “In our day, though, many Catholics in America are struggling, discerning what to do when the hierarchy, acting on what they believed were the best interests of the Church to avoid scandal, is revealed to have left Catholic children and families open to sexual predators in the priesthood. Since the scandal broke open in January, an increasing number of ordinary Catholics have been willing to break with their ecclesiastical leadership on this question, but it has taken years to arrive at this point”.

41. CASCÓN BECERRA, op. cit ., pp. 44-45. El propio Joffé admite su preocupación en este sentido, dejando entrever parte de sus ideas políticas, con evidentes guiños en un sentido concreto: “Me interesaba Sudamérica porque desde Los gritos del Silencio cada vez estoy más decepcionado con el desarrollo del socialismo fuera de Europa. No critico el socialismo en sí pero, como todo, puede corromperse y cambiar fácilmente. Me intrigaba que en Sudamérica parecían tener una visión radical del mundo debida a la religión”, Omnibus, versión española en DVD de La misión, dvd. 2.

42.Cabeza no ve “la diferencia entre esta plantación y la mía”. La respuesta es demoledora: “Esa es la diferencia. Que esta plantación es de ellos”. Nótese todo el sentido que encierran estas palabras en un mundo dominado por el capitalismo y piénsese en el impacto que tiene en otro que todavía convive con los dos bloques, la Guerra Fría, etc.

43. Bolt y Joffé deciden dejar abierto el final, como dejando entrever que aún se está a tiempo de recuperar el vínculo entre indios y colonizadores, ricos y pobres, poderosos y desposeídos: “Hablamos de redención, responsabilidad. Esto es aplicable a las relaciones latinoamericanas entre descendientes de europeos y de indios. También es aplicable a blancos y negros, a nuestras relaciones con las colonias y particularmente a la relación que mantenemos con nosotros mismos y con los demás”. Joffé mejor que nadie expresa la finalidad del filme: “Pero no hay que ver esta película como a un caballero blanco con un estandarte. Espero que cumpla alguna función social. Lo bueno es estrenarla mundialmente y que la gente la vea”, Omnibus, op. cit ., dvd. 2.

44. Véase LODGE, R. (ed.), The private Correspondence of Sir Benjamin Keene, Cambridge , 1933.

45. El episodio se denomina en la historiografía americana “The Siege and Massacre of Fort William Henry”. A pesar de la espectacularidad de las imágenes del filme, la famosa “masacre” no fue tal. Según Steel el número máximo de víctimas fue 189, en una columna de más de 2000. Ni siquiera el coronel Munro se encontró entre las bajas, STEELE, I. K., Betrayals: Fort William Henry and the massacre, Nueva York, 1990.

46. “(…) film versions continue to be made because Hollywood sees the novel containing the ingredients of an American film classic”, WALKER, op. cit ., p. 78.