Víctor M. Amar Rodríguez es doctor en Historia del Cine, por la Universidad de Cádiz y miembro, además, del colectivo de educación y comunicación del Grupo Comunicar. Entre las actividades a las que este colectivo se dedica, cuentan, entre otras, los cursos de Comunicación audiovisual en centros educativos andaluces y la publicación de una revista y de textos de diversa índole, siempre con un sentido claramente didáctico.

Por su parte, Víctor Manuel Amar contribuye asiduamente a extender su labor docente más allá de su quehacer universitario, en calidad de investigador y de ponente, con la intención de introducir en el aula los medios de comunicación en general y el cine en particular. Ardua tarea ésta, si consideramos el ínfimo valor institucional que se le confiere al cine, en concreto, como recurso didáctico.

Tres son los bloques que vertebran esta obra: I. Cine y educación: Para aprender de ambos; II. Cine y sociedad: Para ver y traspasar la pantalla; III: Cine y otras disciplinas: para seguir aprendiendo. Y termina con un epílogo, titulado "A modo de reflexión".

Ya en el prólogo se denuncia el parco o casi inexistente uso del cine en el aula, pues "si bien nadie duda de la importancia de este medio, es también un hecho constatable que la integración del cine en las aulas ha sido algo más bien insólito y las experiencias realizadas más bien escasas".

El autor, no sin cierta osadía, proclama en la primera parte, que "el cine que educa es aquél que nos conmueve". Lejos, sin embargo, de despertar la emotividad del espectador, este principio exalta la capacidad de este medio de transformar la conducta del alumno, y moverlo a la reflexión, para que, por sí mismo adopte una postura crítica. A este respecto, se hace necesario que para que "…el alumnado no permanezca inerme frente a los impactos de los medios hay que educarlos en ser "buenos" espectadores, en el sentido de responsables".

Sin embargo, la integración curricular del cine pasa por considerarlo como un modelo educativo más, que no subsidiario. Es indispensable, por lo tanto, conocer en profundidad un medio, que, tras adoptar características de otras disciplinas artísticas (el ritmo, de la música; el encuadre, de la fotografía; la estructura argumental, de la novela -cuando menos, la primigenia-, etc); ha alcanzado, a día de hoy, una cierta madurez, que le permite presumir de ser el séptimo arte.

Por otra parte, tanto el docente como el discente deben ser capaces de abandonar la actitud dúctil propia del espectador pasivo que consume indiscriminadamente todo tipo de filmes, sin cuestionarse los oscuros intereses de sus promotores, y con referencia a esta máxima, Víctor M. Amar hace alusión a Hollywood, una de cuyas misiones es la de exportar un modelo social, el estadounidense, que tiende a asimilar agresivamente, a otras sociedades totalmente dispares.

Así pues, conocerlo pormenorizadamente ayudará al docente a utilizar el cine en el aula sin los condicionantes que impone la industria. Su incorporación pasa por ser más actitudinal en los primeros estadios de la enseñanza, y más conceptual, en los sucesivos, "…sin que se haga necesaria la formación de un profesorado específico, sino la adaptación del profesorado ya existente". Así, el autor formula una propuesta que sugiere una transformación estructural del proyecto curricular, que plantea, a su vez, una reforma legislativa, factible, y por ende, indispensable, como ya hemos apuntado anteriormente.

La segunda parte del libro nos acerca deliberadamente al ámbito escolar, analizando oportunamente, la función propagandística que el cine ha desempeñado desde sus orígenes, pues tal y como Amar Rodríguez señala "…la industria del cine…es…un posible sistema de aculturación colectivo", secundado por la implacable tiranía económica de las grandes productoras. Para acabar con la pasividad acrítica de un sector adocenado de la población, hay que recurrir a la alfabetización cinematográfica, con arreglo a la cual, se podrán, entre otras cosas, descifrar los mensajes subliminales que se proyectan más allá de las salas de cine, y que tienden a alterar la conducta colectiva, y a alimentar el imaginario, que se construye, destruye y reconstruye constantemente de acuerdo con las películas o modelos sociales en boga. La educación en cine, permitirá finalmente, al docente, reducir e incluso combatir el grado de manipulación de los filmes de ficción y no ficción, e incluso darles un uso didáctico de acuerdo con los objetivos pedagógicos que se plantee alcanzar, por lo que si bien, la función didáctica era originariamente inherente a la propagandística, el conocimiento del séptimo arte permitirá disociar la segunda de la primera.

En Cine y otras disciplinas, el autor hace una comprometida defensa de la unión del cine con otras disciplinas, de las que ha tomado sus más característicos rasgos. Nos recuerda que el histórico fue uno de los primeros géneros cinematográficos, pero la Historia ha precedido, además, a la posterior unión entre cine y disciplinas de diversa naturaleza (el cine y la literatura; el cine y la música; el cine y el teatro, etc).

En lo que se refiere a la Historia en concreto, Amar Rodríguez llega a afirmar que "el cine produce Historia,…y ofrece datos que enriquecen la perspectiva del historiador. Así que la diferencia entre el cine de ficción y el documental o el reportaje no es tal". El cine de ficción, a su vez, no tiene porqué estar exento de rigor histórico, por el mero hecho de pertenecer a esta clasificación, es más, puede aportarnos información tan útil como las tradicionales fuentes de información que se almacenan en adustos archivos o hemerotecas. Es por ello, por lo que el autor no distingue entre cine de ficción y cine de no ficción en lo que respecta a su finalidad didáctica. Así pues, el docente debe disponer de las herramientas necesarias para utilizar adecuadamente el cine en el aula, sin incurrir en un uso meramente lúdico del mismo.

En resumen, con relación a este apartado, V. M. Amar propone abandonar el concepto de clase magistral (que, las más de las veces, se asocia a términos como aburrimiento y desidia), y despertar la atención del alumnado con proyecciones adaptadas al contenido de cada lección, sin menoscabo de ninguna de las materias impartidas, y siguiendo metódicamente, el temario oficial.

Un apartado dedicado al cine en Andalucía nos recuerda la importancia de una comunidad cuya cinematografía hasta no hace mucho se identificaba injustamente con tópicos folclóricos. Su historia y sus aportaciones merecen cierta consideración, y el respeto a la autenticidad que no se ha sabido reconocer, quizás por una tradicional carencia de medios de una industria subsidiaria e inferior a otras cinematografías autonómicas, de la talla de la madrileña o la catalana.

Como colofón a esta obra, el autor no olvida ensalzar la aportación femenina al cine. Si bien la mujer, siempre se ha visto como "…la representación de un deseo que se centra sobre la mujer virginal o la transgresora, con el objetivo de satisfacer la mirada y el imaginario del gran público", relegándola a la categoría de objeto de culto sexual, con el tiempo, ha ganado el protagonismo que merecía, y en palabras de Amar, "…empieza a expresarse con voz propia".

Para acabar, e insistiendo en la finalidad didáctica del cine, Amar enumera los principios en torno a los cuales podría formularse su propuesta: El cine, como un recurso de debate; El cine, como estrategia educativa; El cine, como proceso de enseñanza-aprendizaje en el que deben intervenir los discentes.

Así pues, no debemos limitarnos al visionado ocasional de películas para complementar las lagunas que pueden suscitar las limitaciones de una lección determinada, sino que, a propuesta del autor del presente libro, es necesario incluir el cine en la enseñanza reglada como una materia más, sea obligatoria u optativa, porque el conocimiento total y absoluto de la misma nos permitirá aplicarlo adecuadamente, no sólo en Ciencias Sociales, sino en cualquier asignatura, y con una función muy superior a la que se le ha asignado siempre, es decir, dejando de lado la consideración del cine en el aula, como un instrumento complementario al tema de la asignatura impartida. Para ello conviene seguir el planteamiento expuesto por el autor, eso sí, sin menospreciar, por supuesto, el contenido temático de cada disciplina. El presente libro constituye de por sí una encomiable apología del cine en la escuela, que podría cómo no, extenderse a otros ámbitos, si adopta, finalmente, un claro sentido didáctico a favor de toda la sociedad.


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