Se echaba en falta un estudio profundo sobre Krzysztof Kieslowski, el director polaco que sorprendió a Occidente con No amarás y más aún con Tres Colores, y que dividió a la crítica especializada al calificarle unos como "cineasta presuntuoso" y "católico metafísico" y otros como "director genial" y "buscador infatigable de recursos expresivos".
Acaba de aparecer una biografía que es más bien una aproximación a su concepción de la vida y del hombre, a partir principalmente de su producción desde Decálogo. El autor ha preferido acercarse a su obra cinematográfica de una manera más bien discursiva y reflexiva, como lo hiciera el propio director de Rojo, quien consideraba el cine como un instrumento para comunicarse con el espectador y plantearle preguntas existenciales, sin pretender con ello darle respuestas.

En el presente volumen se intenta desvelar su sentido de la libertad y del amor, pero también a su idea de Dios y de la conciencia moral, del más allá y del mundo que vivió, de la soledad y de la incomunicación, de la verdad y de las apariencias. Imitando el modo de proceder de Kieslowski, busca adentrarse en su pensamiento a través de lo concreto, y procura analizar esos planos y objetos llenos de fuerza metafórica y aire poético, todo esto sin omitir una valoración de su estética del color, del valor concedido al sonido o de los famosos guiños que introdujo para los cinéfilos. Sin embargo, como decíamos, el núcleo del trabajo lo encontramos principalmente en su análisis de la libertad y el amor en Azul y Rojo, en la angustiosa búsqueda y en el escepticismo vital de su director, en su honestidad y responsabilidad al hablar del hombre, en la crisis de una modernidad de la que se distancia, y en la conexión de su cine con la vida.

A lo largo de sus más de trescientas páginas, este estudio aboga por la confianza que el director tenía en el individuo, por su particular sentido de la trascendencia, y por su anhelo de libertad y felicidad, algo que sólo conseguiría a través del propio conocimiento y de la apertura a los demás. En todo momento, queda clara la primacía que Kieslowski da a la conciencia individual, el carácter misterioso de la vida y la necesidad de un amor profundo para no ser arrastrado por una sociedad que se encaminaba hacia el individualismo. El azar, el destino o las oportunidades que la vida presenta al hombre son otras cuestiones tratadas por el autor con sugerentes planteamientos.
De esta manera, los primeros capítulos del libro abordan esa íntima relación de la obra cinematográfica con la experiencia del propio director: su pronto encuentro con la muerte, sus dificultades con el poder político o su afinidad con el pensamiento de Albert Camus. Bajo esa perspectiva, sus documentales y películas polacas estarían más en relación con un pueblo subyugado al poder soviético, en crisis y sin esperanza; las posteriores a Decálogo obedecerían más a un desencanto y escepticismo ante los poderes e ideologías, y ello explicaría su carácter abstracto y metafísico. Con este estudio, sin duda el lector se sentirá animado a volver sobre las películas comentadas, a reflexionar sobre las cuestiones que se han planteado, motivo por el que hay que pensar que su autor ha conseguido lo que pretendía, precisamente lo mismo que buscaba con sus películas el cineasta polaco.

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