Toda obra cinematográfica posee un cierto nivel de abertura que tiende a aumentar en la medida en que el tiempo pasa y los códigos de lenguaje y las convenciones sociales cambian. El cambio de ambiente cultural trae la posibilidad de nuevas lecturas.
El trabajo del profesor, en el caso de las películas abiertas, no es menos agotador. El carácter abierto de la obra contribuye para que él adopte una metodología que haga que los alumnos exploren, ellos mismos, al máximo, los huecos de la narrativa.

Habrá un diálogo que resuma las opiniones del autor - los alumnos, bien orientados, deberán percibirlo. Habrá una imagen que contradiga esta misma opinión, mostrando la inseguridad de la afirmación original - los alumnos deberán justificarla. Habrá una frase en que los espectadores sean remitidos a otras realidades históricas, en general, su propio tiempo - los alumnos deberán reconocerla y serán llevados a comprender mejor este tiempo. Habrá situaciones en que presumidos elementos de la naturaleza humana van a superponerse a los hechos históricos - los alumnos deberán evaluar la pertinencia de este planteamiento. El autor de la película hará elecciones, supresiones, omisiones para hacer que el filme se encuadre en el tiempo ideal de proyeción, dejando al margen aspectos que considera poco significativos - los alumnos serán llevados a juzgar si tales elecciones fueron pertinentes. El autor conscientemente proyectará soluciones actuales para eventos antiguos - los alumnos serán llevados a detectarlas. Los actores, delante de un primer plano, podrán adoptar expresiones contradictorias o ambiguas a lo que se esperaba de ellos; habrá siempre un vacío, algo sin explicación; una metáfora importante instigará el pensamiento; una elipsis sugerente; una incertidumbre... muchas interrogaciones.

Los espacios de interpretación y crítica en una obra abierta son muchos y variados, por eso las películas históricas comerciales que posean un grado razonable de abertura deben tener la preferencia del profesor en el momento de la elección de los recursos didácticos a ser utilizados.

c. Obras excesivamente abiertas

Si las obras relativamente cerradas implican una objetivación de determinadas concepciones del mundo, tenidas como verdaderas, las obras excesivamente abiertas tenden a ser, al contrario, lecturas abusivamente personales de la Historia. Los autores, bajo la coartada de la "licencia poética", a ellos concedida por su condición de artista, se dan todo el derecho de contar la historia según su gusto e interpretación personal, sin, muchas veces, atenerse a los hechos y a las conjunciones históricas ya consagradas por la literatura específica. Su compromiso no es con la verdad histórica, sino con el hacer artístico.

Umberto Eco ya nos habia alertado sobre eso. Dijo que el arte moderno y contemporáneo se decidió por la abertura consciente de la obra (ECO, 1968). Se han incorporado a lo canónico del arte moderno la ambigüedad, la duda, los huecos, la contradicción. Hoy, la abertura de la obra es consciente y ampliamente realizada, porque ella se tornó condición para un quehacer artístico reconocido por la crítica. Las películas experimentales, el cine de autor, los filmes de arte y ensayo, son la expresión cinematográfica de esta tendencia que se desparramó por todas las artes.

Filmes históricos excesivamente abiertos pueden ser trabajados en clase con éxito. Hay mucho espacio de interlocución entre el espectador y las imágenes. Por eso, hay el riesgo de caer en la dispersión total. Es preciso que haya algún nivel de coherencia en el discurso, algo que permita una línea mínima de investigación, una tesis a defender o combatir, elementos de lógica en la narrativa propuesta por el autor. La película debe cumplir el papel de un enunciado histórico que sirva al fomento del ejercicio del análisis, interpretación y crítica por los alumnos. Un enunciado excesivamente disperso, que no posibilite un grado mínimo de inteligibilidad por parte de los alumnos, ciertamente no contribuirá para el desarrollo de las habilidades deseadas.

3.2. La película como instrumento de la lucha político-ideológica

Todos sabemos que el cine se ha revelado uno de los más utilizados y eficaces instrumentos de propaganda político-ideológica de la modernidad. No sólo debido a su largo alcance, puesto que llega a todo el mundo y a todos los grupos sociales, sino, incluso, por su gran poder de convencimiento.

Ninguna película histórica escapa totalmente de una lectura ideológica de la historia, dado que la historia es un palco privilegiado de las luchas políticas y de la lucha de clases, un lugar donde todas las facciones buscan formas de justificación y legitimación de sus ideas y prácticas políticas. Los discursos históricos, todos ellos, hasta los presumidamente científicos, traen embutidas las concepciones del mundo, de sus autores.

Pero es importante tener en cuenta que estamos trabajando en clase y que incluso las películas de propaganda política que los nazis, por ejemplo, hicieron muy bien, pueden ser utilizadas con éxito en las clases, siempre que los profesores sepan orientar a sus alumnos en el sentido de que ellos rescaten de la película los elementos válidos, rechazen las falsedades históricas y emitan al final un juicio crítico, una opinion personal.
Estamos delante de un momento sublime en que se manifiesta la función investigadora de una película. El alumno buscando en su objeto, en funcion de su compresión anterior, lo que puede ser verdadero y lo que no pasa de fantasía, lo posible y lo improbable, además de las huellas que denotan una intención ideológica en la construcción de una visión del mundo.

Esta característica de las películas históricas exige un tipo específico de análisis por parte de profesores y alumnos en el aula. Hasta aquí hablamos especialmente de un análisis que incide sobre los elementos internos de los discursos históricos: aquel que analiza tales discursos buscando medir su coherencia interna, evaluar su pertinencia con respecto a los datos de la observación, verificar la validez de sus premisas, confrontarlas con el conocimiento histórico ya producido. Entretanto, el carácter ideológico de las películas exige, además de aquel, otro tipo de análisis, que se refiere a los elementos externos a los discursos. Se trata, aquí, de la confrontación del discurso con el contexto en el cual fue producido, buscando aprehender las intenciones ocultas o declaradas de sus autores, sus prejuicios, su punto de vista.

Por eso, en la selección de películas históricas que se va a utilizar en clase, el profesor debe tener en cuenta informaciones mínimas sobre el contexto de produción de las películas. En que época fueron producidas, por qué países, cuales eran las cuestiones políticas más acuciantes en aquel período, cuáles los agentes financiadores de los filmes, que postura político-ideológica adoptaban lo autores en aquel período, qué relaciones temáticas las películas mantienen con los contextos de la época de su produción, entre otras cuestiones pertinentes.

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