El 16 de octubre de 1793, fue trasladada al lugar de la ejecución en una simple carreta. La imagen que de ella recogió el pintor Luis David es el mejor testimonio de la destrucción de su figura, arrebatada toda su belleza y su elegancia, aunque conservando siempre la cabeza alta, signo para unos de orgullo despreciativo y para otros de dignidad inocente. Al mediodía, esa cabeza rodó bajo la cuchilla de la guillotina. Fue enterrada sin ceremonia alguna en el cementerio de la Madeleine. En 1815 sus restos, junto a los de Luis XVI, fueron trasladados al panteón real de Saint-Denis.
La Revolución fue la definitiva frontera que traspasó María Antonieta, y no sólo fue una frontera biográfica, sino histórica. Como señala con gran acierto el historiador Carlos Martínez Shaw, gran especialista en el siglo XVIII, en un artículo aparecido en El Cultural, titulado “Hijos de la Revolución”: “Hasta el 14 de julio de 1789, María Antonieta vivió como cientos de soberanas del Antiguo Régimen, frívolas y despilfarradoras (y mecenas de las artes y las letras también), que vivieron y murieron a la sombra de sus maridos los reyes.
En esa primera época no sólo no demostró especiales virtudes sino que le fueron atribuidos vicios como la extravagancia y el desenfado de la Corte, mientras disfrutaba el orden natural de las cosas. Hasta la toma de la Bastilla. Desde esa fecha, la figura de María Antonieta se agiganta porque supo afrontar el torbellino terrible de la historia con una dignidad y valentía inusitadas, a pesar de su terror absoluto y de las terribles acusaciones que debió afrontar. En esos momentos dramáticos suplió a su marido, paralizado ante los acontecimientos, en la búsqueda de aliados y de soluciones (intrigas internacionales, intentos de huida), apareciendo como esposa, madre y mujer íntegra, y con una actitud admirable hasta la muerte. Eso la redimió, ante los ojos de muchos, de su inconsistente vida anterior, pues su arrebato de fuerza y energía desesperadas la convirtieron en todo un símbolo. Para otros historiadores, en cambio, tal vez menos efectistas, no pasa de ser un personaje menor, secundario ante la importancia esencial que la muerte de Luis XVI tiene en la Historia de Europa y del mundo. Con una certeza: sin la Revolución, la reina de Francia hubiese sido una soberana más, apenas una anécdota, una nota a pie de página en el libro de la historia.”
Para algunos el fallo de la película sería precisamente hurtar el final de la historia de María Antonieta, lo que le da al personaje su dimensión trágica y su verdadera dimensión histórica. Pero creo que el final elegido está en consonancia con el propósito fundamental de la película. No entrar abiertamente en el análisis de la responsabilidad que le correspondió a la reina en el desarrollo de los acontecimientos, pero ofrecer suficientes pistas de su verdad.
Fue una mujer deseosa de vivir, de ser libre y de ser feliz, en definitiva una mujer de su tiempo. Aquel tiempo final del Antiguo Régimen que Talleyrand calificó como el del “placer de vivir”. El comienzo de un tiempo nuevo. No olvidemos que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, del 4 de julio de 1776, entre los derechos reconocidos a todos incluía la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Sólo que a María Antonieta en el reparto de papeles le había tocado el difícil papel de ser una reina del absolutismo ilustrado, con la inmensa carga de deberes y obligaciones que ello suponía, un papel que no había elegido, como ningún ser humano puede elegir el que le toca en suerte, pero del que no pudo o no supo estar a la altura, a pesar de sus indudables buenas intenciones. Precisamente a ella que gozó de tantos privilegios se le negó su derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.
María Antonieta se vio atrapada en esa contradicción, en medio además de unas circunstancias extraordinariamente difíciles, un trascendental cambio histórico, en el que ella, a pesar de su privilegiada posición, poco hubiera podido influir, pero que la convirtió en víctima y la condenó. Pese a todo, en mi opinión, la película de Sofía Coppola muestra mucho. Al menos para los que sabemos cómo fue la historia, resulta suficiente tragedia ver a María Antonieta, tal como nos la presenta el film, como una maravillosa mariposa que perdió la libertad cazada por la red de un destino que la superaba. Comenzó entre flores, en un palacio, y acabó entre rejas, en una prisión, las risas se convirtieron en llantos, las multitudes que la aclamaban luego la insultaron. La caprichosa diosa fortuna hizo girar velozmente su rueda. El cambio resulta además paradójico. María Antonieta, una mujer deseosa de felicidad, acaso mucho menos feliz de lo que parecía, que fue condenada a muerte precisamente por haberse convertido en símbolo de felicidad. Y no se lo perdonaron. Incomprendida por la gran mayoría de sus contemporáneos, María Antonieta, consciente de la polémica que generaba su figura, confió la defensa de su causa a las gentes del futuro.
En una carta de 1789 escribió: “Espero del porvenir un juicio justo y eso me ayuda a soportar mis sufrimientos.”
Serán de nuevo las certeras y valientes palabras de Madame de Staël, escritas en 1793, en los terribles meses finales, las que nos pueden dar una certera clave para comprender al personaje: “La calumnia se ha cebado en la reina, incluso antes de esta época, en la que el espíritu de partido ha hecho desaparecer la verdad de la tierra. La triste y sencilla razón de todo esto es que era la más feliz de las mujeres. ¡María Antonieta, la más feliz! Eso le tocó en suerte, por desgracia, y el destino del hombre es hoy tan deplorable que el espectáculo de la rutilante prosperidad se convierte en un presagio funesto. Cuántas veces he oído contar la llegada a Francia de la hija de María Teresa, aquella hermosa joven cuya gracia rivalizaba con su dignidad, tal y como hubiera cabido esperar en aquel tiempo de la reina de los franceses. Imponente y dulce, podía permitirse todo lo que la bondad le inspiraba sin menoscabar nunca la majestad del rango que se le exigía respetar. El entusiasmo de los franceses al verla fue inenarrable; el pueblo que la recibió como una reina adorada, parecía estarle agradecido por ser encantadora; su atractivo embelesaba por igual a la multitud y a la corte que la rodeaba. Aún no hace ni cinco años y ya ha transcurrido toda su vida política, todo lo que le ha valido el amor o el odio; no hace ni cinco años veíamos a todo París caer rendido a sus pies; los mismos caminos que hoy recorre de suplicio en suplicio entonces se alfombraban de flores a su paso y, seguramente, la reina reconoce hoy mismo los rasgos que entonces la acogieron, las mismas voces que se elevaban al cielo implorando por ella. ¿Y qué ha pasado desde entonces? Su coraje y su desgracia.”
Madame de Staël compadecía a la reina, compadecía sobre todo a la mujer que era María Antonieta y en ella compadecía a todas las mujeres: “Vuelvo a vosotras, mujeres inmoladas todas en una madre tan tierna, inmoladas todas por el atentado que se cometería contra la debilidad, por la aniquilación de la piedad; ¿qué será de vuestro imperio si reina la ferocidad, qué será de vuestro destino si vuestras lágrimas corren en vano? Defended a la reina…”.
FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
T. O.: Marie Antoinette. Producción: American Zoetrope, para Columbia Pictures (USA, 2006).
Productores: Sofia Coppola y Ross Katz. Directora: Sofia Coppola. Guión: Sofia Coppola. Fotografía: Lance Acord. Música: Richard Beggs y Brian Reitzell. Diseño de producción: K. K. Barrett. Dirección artística: Pierre du Boisberranger y Jean-Yves Rabier. Vestuario: Milena Canonero. Montaje: Sarah Flak. Intérpretes: Kristen Dunst (María Antonieta), Jason Schawartzman (Luis XVI), Judy Davis (Condesa de Noailles), Rip Torn (Luis XV), Asia Argento (Condesa du Barry), Danny Huston (Emperador José), Mary Nighy (Princesa Lamballe), Jamie Dornan (Conde Fersen), Al Weaver (Conde d’Artois). Color - 123 minutos. Estreno en España: 5-I-2007.
MARIA ÁNGELES PÉREZ SAMPER es catedrática de la Universidad de Barcelona (UB) y directora del Departamento de Historia Moderna de la Facultad de Geografía e Historia de la misma UB.
Autora de numerosas investigaciones especializadas, entre sus últimos libros cabe destacar La vida y época de Carlos III (1998), La España del Siglo de las Luces (2000), La Casa de Borbón: Familia, Corte y Política, 2 vols. (con Mª T. Martínez de Sas y Mª Victoria López Cordón, 2000), Poder y Seducción: Grandes damas de 1700 (2000), Isabel de Farnesio (2003), Isabel la Católica (2004).
e-mail: angelesperez@ub.edu