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Todos los factores ya expuestos que se concatenan tanto en España como el extranjero van a contribuir decisivamente a que, incluso hoy, sigan siendo relativamente muy escasas las imágenes registradas durante la Guerra Civil que más difusión han alcanzado a través de los medios audiovisuales. Con una innegable entidad testimonial que se suma a su fuerza emotiva, estas secuencias más utilizadas son obra, sobre todo, de profesionales extranjeros que realizaron su labor con el apoyo activo o la aquiescencia del gobierno republicano. Algunos de ellos, como el soviético Roman Karmen, se limitaron al rodaje de imágenes, luego profusamente reutilizadas, eso sí. Otros, como el holandés Joris Ivens o los estadounidenses Hurwitz y Strand, rodaron películas concebidas para apoyar la causa de la República en el extranjero.

Todo el material fílmico realizado por los cineastas mencionados y por algunos otros más que llegaron a la España en guerra en condiciones similares a los anteriores se ha reproducido hasta la saciedad en obras audiovisuales posteriores al conflicto. No conviene olvidar que, en la mayoría de los casos, se trata de producciones con un planteamiento que fundamenta la “ilusión lírica” entre los partidarios de la izquierda extranjera en relación con la Guerra Civil.

La repetición de estas imágenes se reiterará más todavía cuando, tras la llegada de la democracia, el imperativo de eliminar cualquier vestigio del régimen de Franco se convierta casi en consigna entre personalidades de la cultura y representantes institucionales en la España de los setenta. Parece evidente, entonces, que las producciones realizadas entre 1936 y 1939 por cineastas de otros países comprometidos con la causa republicana se constituyen en el referente más útil para el discurso histórico adecuado al periodo democrático.

El cine realizado por los propios republicanos españoles durante el conflicto, sin embargo, sólo es utilizado de manera limitada como fuente para esta reconstrucción de la memoria del conflicto: no hay que olvidar las fisuras que dividían a los partidarios de la República durante la guerra. En el comienzo de la democracia parecía inconcebible que el cine manifestara esos conflictos que existieron en el bando republicano y que se concretaron, sobre todo, en la represión de la que fueron objeto los anarquistas. Por entonces había que compensar cuarenta años de régimen franquista, y “desvirtuar” la imagen de los vencidos en la guerra civil no parecía la mejor manera.

Por eso mismo, las únicas películas realizadas por los republicanos españoles que son reutilizadas en productos audiovisuales posteriores son las que tienen el sello gubernamental y que, pensadas para ejercer la propaganda internacional, se caracterizan por una mayor neutralidad en sus planteamientos14 . Es el caso de España 1936 , de cuya elaboración se responsabilizan Luis Buñuel y el equipo encargado de la propaganda en la embajada republicana de París. Sobre todo los fragmentos relativos a la movilización ciudadana ante la sublevación franquista que aparecen en esta película han sido repetidamente reproducidos en documentales españoles y extranjeros.

En contrapartida, mientras el material cinematográfico realizado por la izquierda extranjera se convertía en un símbolo identificativo de la de la Guerra Civil , las imágenes elaboradas desde ámbitos franquistas se veían definitivamente arrinconadas como elementos en la reelaboración de la memoria histórica del conflicto. Aún ahora, el metraje de estas características sólo se introduce en otras películas posteriores con la única finalidad de ilustrar el discurso mantenido por ellas. El uso informativo que se les da está, pues, absolutamente descontextualizado de su función originaria. Aún hoy, setenta años después del inicio de la Guerra Civil Española, el cine realizado en el lado franquista en aquellos años es objeto de una difusión mínima.

 

Y un caso claro es el del único documental rodado en color durante el periodo de la confrontación bélica, Defensores de la fe, realizado por un acérrimo partidario de Franco, el editor e historiador estadounidense Russell Palmer. Se trata, pues, de una producción de inusitado valor documental, porque muestra imágenes nunca vistas del bando sublevado, pero también de un considerable atractivo por el uso que hace del color. De todas formas, su difusión sólo se lleva a cabo el año en que se cumple el setenta aniversario del inicio de la Guerra Civil en un programa de la segunda cadena de la televisión pública española y, por tanto, con un porcentaje de audiencia escasamente relevante en comparación con el de otros programas15 .

 

Poco después de la emisión de esta película, también en la programación de la 2 de TVE se incluye una serie de 8 capítulos que constituye el más importante esfuerzo para reformular la función de las imágenes cinematográficas en la memoria del conflicto desencadenado en la España de 1936. Esta serie es La guerra filmada, y está coproducida por la Filmoteca Española y la televisión pública. En cada una de sus emisiones, de 55 minutos de duración cada una, se incluyen filmaciones realizadas por los dos bandos durante los años del conflicto16 .

En definitiva, setenta años después del inicio de la guerra civil se intenta encontrar ese equilibrio que nunca había existido en el reflejo de la Guerra Civil Española a través del espejo del cine. Sin embargo, la escasa difusión de la que son objeto las iniciativas llevadas a cabo al respecto resulta claramente indicativa de que es muy difícil culminar con éxito este intento. No se debe olvidar que las producciones audiovisuales buscan la identificación y el reconocimiento por parte del espectador y, por esta causa, las fuentes utilizadas se orientarán siempre a suscitar esta reacción. Es poco verosímil, pues, que los artífices de un documental o una ficción sobre la Guerra Civil o cualquier otro acontecimiento histórico opten por un uso diversificado de los documentos audiovisuales, si eso les puede enajenar la atención de su público potencial. Además, tampoco conviene olvidar que el uso de imágenes del pasado conservadas en los archivos fílmicos y de televisión resulta caro. Y, por eso mismo, la inclusión de documentos fílmicos variado resulta inaccesible para la mayoría de las producciones españolas concebidas para dar reflejo de la memoria colectiva.

En definitiva, el uso que se ha hecho de las imágenes cinematográficas de la Guerra Civil Española como instrumentos de la memoria colectiva se ha visto condicionado por las circunstancias en etapas posteriores. Sin embargo, resulta importante continuar en el empeño de recuperar los documentos audiovisuales poco conocidos acerca de este acontecimiento histórico. De esta forma, el conflicto bélico que ha marcado de manera decisiva el transcurso de la Historia Contemporánea de España no queda convertido en un mero símbolo vacío de significado y su memoria se renueva. Un ejemplo de este tipo de imágenes cinematográficas menos difundidas sobre la Guerra Civil son las producciones realizadas en todo o en parte por la izquierda francesa durante el conflicto.

 

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NOTAS Y REFERENCIAS

 

14 Según Vicente Sánchez-Biosca, “Este relato republicano se demostró, sin embargo, débil, probablemente debido a su racionalidad ya su escasa incorporación de elementos míticos”. SÁNCHEZ-BIOSCA, V., Op. Cit ., p. 29.

15 Más exactamente, la película se emite el viernes 7 de abril de 2006 integrada en la primera emisión de El laberinto español , un programa dirigido por Jorge Martínez Reverte que se concibe como foro de reflexión acerca de la Guerra Civil Española.

16 Más concretamente, el primer espacio de esta serie, “ La República en guerra”, se emite el 16 de julio de 2006. En él se incluyen España 1936 , El entierro de Durruti (1936) y unas imágenes hasta ese momento inéditas acerca de una reunión de las Cortes republicanas.