La Historia del Cine nace cuando una serie de críticos decide recopilar, ordenar y sistematizar las reseñas que han escrito durante años para dar cuenta de los estrenos cinematográficos. Normalmente, usan como hilo conductor la nacionalidad de las películas, los géneros, las compañías productoras y los autores. Los primero textos de esta corriente historiográfica tenían mucho de “historia catálogo”, en el sentido de que el historiador trataba de fijar por escrito una serie de títulos y una serie de nombres que pronto podrían olvidarse, dado la continua destrucción de películas. De hecho, muchos filmes de la época muda sólo se conocen hoy por aquellas reseñas. Esta forma de hacer historia entró en crisis en los años sesenta con la semiología y los primeros estudios llevados a cabo por investigadores con formación historiográfica, como Marc Ferro y Pierre Sorlin, los cuales ven en el cine un testimonio social e histórico o bien desplazan el objeto de estudio de la película al conjunto de la sociedad que piensa, produce y consume el cine.

José María Caparrós Lera , doctor en Filosofía y Letras, Profesor Titular de Historia Contemporánea y Cine en la Universidad de Barcelona y Director del Centre d'Investigacions Film-Història, ha puesto en práctica esta última corriente en libros como Arte y política en el cine de la República (1981), 100 películas sobre Historia Contemporánea (1997) o La guerra de Vietnam, entre la historia y el cine (1998). Pero sus orígenes, a los que vuelve periódicamente, están en la crítica cinematográfica. Ha practicado esta actividad durante más de 35 años y ha escrito bajo sus postulados libros como Historia crítica del cine español (1999) y el volumen que aquí reseñamos: La Pantalla Popular. El cine español durante el Gobierno de la derecha (1996-2003).

Este libro, en efecto, consiste en 80 críticas de películas españolas. Fueron redactadas en el momento de su estreno, pero han sido actualizadas para este volumen, presentándose en orden cronológico y alfabético. Cada crítica consta de una ficha técnica y artística del filme, una sinopsis y un análisis interpretativo, el cual incluye, según los casos, testimonios de los directores, los actores u otros participantes en el rodaje. Dado que entre 1996 y 2004 se produjeron 769 películas, el profesor Caparrós Lera analiza un 10% de la producción, fijando, como es típico en esta forma de historiografía, tanto el canon de títulos (El perro del hortelano, La buena estrella, La niña de tus ojos, Solas, El Bola, Juana la Loca, Los lunes al sol, Soldados de Salamina...) como el canon de cineastas (Fernando Trueba, Alejandro Amenábar, Montxo Armendáriz, Julio Medem...). Hecho de menos, aunque el autor justifica su ausencia, las críticas de Los Otros, Sin noticias de Dios, La caja 507, Días de fútbol o Mi vida sin mí.

Todas estas críticas van precedidas de un análisis histórico del periodo y de un examen específico de tres trayectorias personales o colectivas: el cine Pedro Almodóvar, el director más brillante del periodo, el cine de José Luis Garci, el cineasta que mejor representaría el cine del PP, y las películas del Joven Cine Español: Icíar Bollaín, David Trueba, Gracia Querejeta, Fernando León de Aranoa, Santiago Segura, Achero Mañas, David Serrano... Así mismo, el libro se cierra con un “Balance Crítico”. Estas dos partes, que abre y cierran el libro, me parecen las más polémicas. Sobre todo, el balance estadístico.

Es problemático analizar o ejemplificar la política de un gobierno tomando uno o dos años concretos, ya sean los buenos (a favor del gobierno) o los malos (en contra). Dado que el cine español viene a sufrir una crisis de producción cada tres años, no hay mandato político que se libre de una protesta del sector. Lo importante son las cifras medias y las tendencias. Y los datos económicos del PP (1996-2003) son mejores que los del PSOE de Felipe González (1982-1995) y, de momento, casi idénticos a los del PSOE de Rodríguez Zapatero (2004-2005). Por supuesto, y esto le señala muy bien el profesor Caparrós Lera a propósito de Los Otros y Torrente 2, hay que tener muy en cuenta el influjo de uno o dos títulos concretos en esa tendencia. En el año 2003, se rodaron 110 películas españolas, las cuales consiguieron 21 millones de espectadores, es decir, una cuota de mercado del 15,82%, cifra excelente si pensamos en la gestión anterior del PSOE. Pero, en realidad, la alta aceptación por parte del público del cine español obedeció a la recaudación obtenida por una sola de esas 110 películas: La gran aventura de Mortadelo y Filemón. El cine español en su conjunto, no consigue abrirse hueco en el mercado. Cerca del 80% de los títulos pierde dinero.

Por otra parte, aunque el libro es un análisis del cine español entendido como la producción de largometrajes de ficción, la industria que genera ese producto es, en realidad, muchos más compleja. Las 2.096 empresas de Producción Cinematográfica y de Vídeo existentes en España en 1997 obtuvieron un volumen de negocio de 126.835 millones de pesetas con los siguientes porcentajes: un 44% de esos ingresos vinieron de películas publicitarias e institucionales; un 20%, de los servicios de doblaje, montaje y efectos especiales; un 17,5%, de obras para televisión y películas de vídeo; y tan solo un 14,5, de películas cinematográficas (el resto del porcentaje pertenece al capítulo de otros). Es más, las 573 empresas de distribución tuvieron más volumen de negocio que la producción: 128.008 millones de pesetas. Y, sobre todo, fueron las 552 empresas de televisión las que manejaron más dinero: 478.409 millones de pesetas. En otras palabras, el gran cambio económico, que ya viene de antes, pero que se acrecienta ahora e impulsa el PP, radica en que el sector cinematográfico ya no es la base del sector audiovisual. Constituye un elemento más, quizás el más llamativo, pero, desde luego, cada vez menos relevante.

En fin, si la gestión del PP hubiese sido tan mala, estoy seguro que el Gobierno de Rodríguez Zapatero habría dado ya un cambio radical a la política cinematográfica, tal y como está haciendo en otros aspectos. (Si me permiten el paréntesis, lo más “radical” en los últimos años en cuanto a legislación cinematográfica ha sido la imposición del doblaje por parte de los nacionalistas, a los cuales no les importa que los espectadores asuman modas americanas mientras lo hagan en catalán, vasco o gallego.) De hecho, hasta ahora, no hay ruptura entre un mandato y otro. La propia ministra, Carmen Calvo, se ha referido a su política cinematográfica como un plan de acción para “estabilizar” la industria. Su medida más espectacular ha sido doblar el Fondo de Protección a la Cinematografía hasta los 64,5 millones de euros, cantidad que algunos han visto como el pago que ciertos sectores de la industria han recibido por su política de acoso y derribo del gobierno anterior. Lo cierto es que los datos estadísticos de la última década (1996-2005) indican una continuidad entre la política de Aznar y ZP. El número de películas españolas producidas sigue una tendencia ascendente en los diez últimos años, siendo su cifra mayor las 142 películas de 2005. El número de espectadores del cine español también lleva diez años de continuo ascenso, situándose la cifra más alta en los 26,2 millones del año 2001. Así mismo, la cuota de mercado del cine español mantiene una tendencia ascendente, aunque sigue siendo escasa, pues la recaudación del cine español no supera el 18% (cifra del año 2001), mientras que Estados Unidos controla más del 60%.

En realidad, como dice el propio autor al resumir la política popular con el juego de palabras “laissez faire, laissez passer”, el gobierno del PP nunca puso en práctica la política cinematográfica que anunciaba cuando en los primeros años noventa era oposición, una política que, con la excusa de la corrupción, amenazaba con acabar con las subvenciones y la cuota de pantalla. De hecho, el PP pospuso su propia ley, muy contenida también, hasta el año 2001, una vez conseguida la mayoría absoluta. Es más, la actual política cinematográfica nace en los últimos años de gestión del gobierno de Felipe González, cuando se apuesta por un sistema de ayudas en función de la taquilla, en lugar de en función de la “calidad” del proyecto, con una especial apoyo a los directores noveles, lo cual posibilita el llamado Joven Cine Español. En definitiva, bajo el liberalismo moderado del PP y el proteccionismo comedido del PSOE (políticas que, en realidad, están supeditadas al control del sector audiovisual por parte del gobierno de turno) se han producido más películas españolas, se han estrenado más películas españolas, ha aumentado la cuota del cine español, ha aumentado el fondo de protección y, lo que es más importante, en cuanto a la calidad, el cine español se encuentra en su mejor momento histórico, sobre todo, porque, pese a seguir incompleta la transición audiovisual, nunca ha habido tanto dinero, tanta formación y tanta libertad para “hacer películas”.

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