Desde hace unos años, nombres como Omaha Beach, Guadalcanal, Caen, Iwo jima, Stalingrado... vuelven a figurar en la geografía cinematográfica con fuerza. El cine bélico, uno de los pilares del cine estadounidense, toma de nuevo protagonismo en la gran pantalla. Son tiempos de guerra, aunque sea un tanto peculiar, ya que el supuesto enemigo –el terrorismo– es invisible y escurridizo. En la última década, una serie de películas surgidas de Hollywood y Europa han vuelto a poner en la palestra a un género que algunos creían fenecido, y que para otros, como el autor de una de las obras que comentamos, siempre ha estado ahí.

Cintas como Stalingrado (Stalingrad, Joseph Vilsmaier, 1993), Enemigo a las puertas ( Enemy at the Gates, Jean-Jacques Annaud, 2001), Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, Steven Spielberg, 1998), Windtalkers (John Woo, 2002), La delgada línea roja ( The Thin Red Line, Terrence Malick, 1998), U-571 (Jonathan Mostow, 2000) y un buen puñado de títulos más, han continuado con una rica tradición que tiene sus orígenes en las películas de los años veinte que retrataron a la Gran Guerra. Desde el 1914, el cine de ficción ha estado presente en guerra justas, la Segunda Guerra Mundial, guerras olvidadas, Corea, guerras polémicas, Vietnam, e incluso guerras civiles próximas en el tiempo, los Balcanes. Nada ha escapado a la cámara en más de ochenta años. Como tampoco ha escapado a la pluma de decenas de historiadores que se han dedicado a dejar constancia de cómo han sido tratados estos conflictos por el cine. Afortunadamente, dos de las obras más recientes sobre la temática son de especialistas españoles, un hecho un tanto singular, ya que los análisis más concienzudos sobre el cine bélico han surgido de países anglosajones y de Francia, principalmente.

Los dos estudios a los que hacemos referencia son un tanto diferentes, pero a la vez complementarios. En primer lugar, nos encontramos con el libro del experto en el cine de Hollywood, Javier Coma, La Ficción Bélica. Este incansable escritor repasa, de manera concienzuda, las principales novelas estadounidenses sobre el conflicto mundial y sus respectivas adaptaciones cinematográficas. El autor escoge nueve títulos remarcables por su popularidad y calidad, describiendo los pormenores de la escritura de la novela, así como de su traslación a la gran pantalla. Es remarcable el trabajo de documentación y posterior recopilación, llevado a cabo por Coma, puesto que pocos libros se han escrito en nuestro país sobre esta temática. A lo largo de la obra, el autor destaca las diferencias entre las novelas y sus adaptaciones fílmicas debidas a la censura, impuesta o no, que debía hacer frente los cineastas y guionistas de éstas –muchas veces, los propios novelistas–.

En más de una ocasión, Javier Coma se niega a calificar a la película surgida de una determinada novela –por ejemplo, Escala en Hawai (Mister Roberts, John Ford y Mervyn LeRoy, 1955)– como de inferior a su original literario. El cine es un medio diferente, y la obra cinematográfica tiene sus propios valores que la hacen autónoma respecto a la novela. El autor subraya un período determinado de la historia de Estados Unidos en los que se dio con inusitada fuerza la censura o autocensura: El maccarthismo o la denominada caza de brujas , sobre la cuál Javier Coma ha realizado, recientemente, una magnífica obra: Diccionario de la caza de brujas. Las listas negras en Hollywood (2005). Además de relatar el nacimiento de las novelas y sus respectivas películas, el trabajo ofrece unas estupendas semblanzas de sus autores, de tal manera, que uno queda atrapado por las ricas personalidades de Norman Mailer, James Jones o Herman Wouk.

La cantidad asombrosa de información que ofrece Coma sobre los autores, sus vidas y las hábiles radiografías comparativas entre la obra escrita y la obra filmada, hacen de La ficción bélica un trabajo imprescindible para los amantes de la buena literatura y, por supuestos, de los cinéfilos. A estos últimos, nos hubiera encantado que el autor profundizará un poco más en el análisis de las películas, así como en su interpretación histórica; no obstante, el objetivo primordial de Javier Coma son las novelas originales, así que los estudiosos y aficionados al Séptimo Arte podemos estar más que satisfechos por la labor llevada a cabo por este prolífico escritor.

Por otro lado, el profesor Francesc Sánchez Barba en su obra La Segunda Guerra Mundial y el cine (1979-2004) hace un repaso de la relación entre la segunda conflagración mundial y el Séptimo Arte, centrándose especialmente en los últimos 25 años. Nos encontramos en este factor con el primer punto a favor de este libro. Pocos estudios se han realizado de manera seria y meticulosa sobre los más recientes filmes del género. Normalmente, dichos análisis finalizaban en un clásico bélico del maestro Sam Fuller: Rojo Uno: División de choque (The Big Red One, 1980). La cantidad de filmes realizados, ya sean de ficción como documentales, reclamaban un estudio, como así lo ha hecho el autor.

La obra tiene tres partes claramente diferenciadas. En la primera, el doctor Sánchez Barba describe de manera sintética pero pormenorizada los entresijos del conflicto, sus batallas, sus protagonistas y sus víctimas. Ya en esta sección de la obra nos encontramos con una de las virtudes del libro: Su tono humanista, que ahonda en sucesos como el Holocausto, el futuro de los huérfanos, los sinsabores de vencedores y vencidos, más allá de las grandes gestas épicas que figuran en muchas de las películas que más tarde se analizarán. En la segunda parte, el autor da un repaso a la filmografía sobre la guerra, anterior a 1979. El breve análisis de centenares de obras y la radiografía del género son francamente estupendos. Pocas cosas, por no decir ninguna, escapan al historiador, que además nos habla de obras desconocidas para muchos, ya que nunca se estrenaron en nuestro país. Puede que no sea políticamente correcto, pero hoy en día y gracias a la tecnología informática, simplemente haciendo click en un programa de descarga gratuita podemos disfrutar de muchos de los títulos citados por Francesc Sánchez Barba, antes inaccesibles a nuestras retinas. Toda una suerte, para aficionados e investigadores.

Por último, la tercera parte con la que concluye la obra, constituye su aportación más novedosa: el análisis del cine bélico de estos últimos 25 años. Al igual que en la anterior sección, la cantidad de títulos y datos que aporta el autor es abrumador, lo que no quiere decir que sea una simple retahíla de nombres y fechas. Nada más lejos. El atinado análisis del profesor Sánchez Barba de películas, documentales, novelas e incluso noticias relacionadas con la época merece la pena. Cabe destacar los capítulos dedicados al Holocausto y a la posguerra, desgarradores y llenos de sensibilidad. Como buen historiador, Francesc Sánchez Barba no sólo realiza inteligentes interpretaciones, sino que es un notable escritor, lo que siempre es una ventaja de cara al público, que aunque no sea un experto en la temática, pasará un buen rato con la lectura de esta amena obra. El libro se cierra con una bibliografía, completamente actualizada, que incluye títulos importantes y pocas veces citados por historiadores españoles que, parece ser, huyen de obras que no estén traducidas a alguna de las lenguas del Estado.

La obra de Sánchez Barba es un excelente compendio entre erudición y divulgación, que, como hemos visto, encierra una serie de virtudes. No obstante, no está exenta de pequeños errores, ciertamente subsanables. Posiblemente, el mayor pero que he encontrado a La Segunda Guerra Mundial y el cine (1979-2004), es que su tercera parte es un tanto reiterativa. Al inicio de cada capítulo, se nos hace un pequeño resumen de lo mencionado en la segunda parte sobre el cine anterior a 1979. Estos resúmenes pueden extenderse unas cuatro o cinco páginas. No digo que sobren, pero entorpecen un tanto la ágil lectura del libro. El otro pequeño problema está en la elección de las películas. Es muy loable que se citen tanto filmes de ficción como documentales, pero creo que hubiera sido mejor escoger unos u otros, o bien centrarse en los filmes de ficción, y crear un pequeño apéndice sobre los documentales. Alguno habrá que hable sobre la indefinición de la obra por este hecho.

La Ficción Bélica funciona como estupendo complemento del estudio de Sánchez Barba, ya que nos ofrece un panorama más amplio. Nos narra las experiencias de los escritores durante la guerra, como fueron plasmadas en papel y más tarde en celuloide, así como el marco histórico de las distintas obras. A la manera de un entomólogo, Javier Coma se detiene en pasajes históricos por los que Francesc Sánchez Barba, debido necesidades de su estudio, ha de visitar en unas líneas. Nos encontramos ante libros notables, surgidos, lamentablemente, de una época en que las imágenes reproducidas por el cine son cotidianas en nuestras televisiones y diarios. Ojalá las futuras cintas del género sean reflejo de guerras pasadas y no de guerras presentes.

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