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Entre los numerosos libros devorados por las llamas aparece un ejemplar de Mi lucha, de Adolf Hitler, en una clara alusión a los 20.000 libros considerados “anti-alemanes” que los nazis quemaron el 10 de mayo de 1933 en la Bebelplatz de Berlín. La inclusión de este libro entre los consumidos por el fuego obedece a la voluntad de Truffaut de acercar la película lo máximo posible a la realidad. No estamos presenciando sólo una desgraciada posibilidad de futuro, puesto que esto ya ha ocurrido con anterioridad.

Las pantallas murales no cumplen ninguna función que no lleven a cabo los medios de comunicación de una dictadura cualquiera. Por otro lado, en ocasiones, se han evidenciado carencias informativas en algunas cadenas de televisión de democracias occidentales: los espectadores están expuestos a emisiones subjetivas que dosifican la información de manera adecuada a los intereses políticos y económicos que representan. La diferencia reside en que en una democracia la diversidad de cadenas de televisión permite, en teoría 12, la existencia de opiniones diversas y el espectador al menos puede contrastarlas, si no tiene un criterio previamente formado. En Fahrenheit 451, la información está absolutamente monopolizada, combinándose la ausencia de diversidad informativa con una mayor capacidad tecnológica que permite la máxima expresión de la manipulación, ya que, en definitiva, el objetivo real es desinformar.

La película dota de una carga ideológica positiva a la palabra escrita en detrimento de otras formas de comunicación que hacen acto de presencia. El libro es el único portador válido de la cultura, descartando esta posibilidad en la imagen audiovisual e incluso en los números (poseedores también de una carga informativa). Ciertamente, resulta paradójico que Truffaut realice una película que condene el audiovisual (fenómeno sólo atribuible al homenaje que pretende rendir), aun cuando el propio Bradbury matiza en su novela la validez de éste, equiparándolo al libro como portador de conocimiento 13. Es obvio que para el cineasta francés la imagen en movimiento y la palabra escrita son igual de válidas como transmisoras de cultura; y que, por otro lado, un libro también puede ser ideado con una finalidad claramente manipuladora 14. Los ejemplos que suponen la cinta que nos ocupa, por no decir toda su filmografía (recordemos además que La noche americana es el homenaje equivalente que realiza al cine), y la alusión en ésta a Mi lucha , de Hitler, así lo acreditan. De ahí que se eche en falta una breve referencia a la apreciación que se realiza en la novela, ya que lo que condiciona la elección por parte del poder en Fahrenheit 451 es la potencialidad de cada medio para acceder a las masas.

Otro de los recursos utilizados para alcanzar tan ilegítimos objetivos son las drogas. Eliminar la personalidad de unos individuos que cuando se relacionan, si es que lo hacen, es para hablar de trivialidades. La incomunicación imposibilita el intercambio de ideas y, por tanto, facilita la subyugación. Resulta muy interesante establecer de nuevo una comparativa y considerar el uso que se ha hecho en algunas sociedades occidentales contemporáneas de ciertas substancias para aniquilar la personalidad con fines militares; o bien, el uso que hace la psiquiatría actual de éstas 15.

Lo novedoso es que cada vez se disponen de más medios para adiestrar a la gente, pero es el empleo que hacemos de ellos y no éstos en sí mismos lo que es bueno o malo. En Fahrenheit 451, estas actitudes son llevadas al extremo, fruto de la preocupación que supone constatar los peligros que acechan a las sociedades democráticas occidentales 16; si bien la denuncia que hizo Ray Bradbury en 1953 no fue aislada, pues ya antes habían visto la luz otras novelas que nos advertían de ello: Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, Walden dos (1948), de B. F. Skinner, y 1984 (1952), de George Orwell.

La película pone de manifiesto los posibles abusos que se pueden producir en una sociedad o por ella. Los libros, que resguardan a la cultura del paso del tiempo y preservan su memoria, son fruto de la necesidad de comunicación del ser humano debido a su naturaleza sociable. Es por ello que las personas que se esconden en el bosque al final del film no se plantean en ningún momento acabar con la sociedad, sino que anhelan el fin de un sistema autoritario que se ha apropiado de ella. Sobre este tema, François Truffaut manifestó: “Frecuentemente, en mis filmes hay personajes que no son aceptados por la sociedad: no son antisociales, sino asociales. De este modo, cuando digo que mi trabajo intenta convencer, lo que quiero dejar claro es que esas personas están de buena fe y que interesan. Así, cuando se expresan ideas no absolutamente admitidas por el público, se puede hacer de forma violenta y agresiva o, por el contrario, de una manera suave. Este segundo método es el mío: el que consiste simplemente en intentar convencer. ¿De qué? Yo creo que está muy claro en películas como Jules y Jim y Fahrenheit 451, por ejemplo (...) Mis personajes, como he dicho antes, no son antisociales; están al margen de la sociedad. Yo mismo no estoy contra la sociedad, sino contra los defectos de la sociedad” 17.

Se trata, en definitiva, de recordar que los cambios que acontecen a lo largo de la Historia son fruto de la actuación de numerosos y variados agentes sociales con motivaciones e intereses distintos y, en ocasiones, enfrentados. Los logros sociales que mejoran las condiciones de vida de las personas surgen del entendimiento, forzoso o no, entre colectivos. Es tarea del hombre preservarlos, ya que la existencia de dichos logros en un período histórico no los garantiza en el siguiente. Pero el ser humano es contradictorio: sociable y excluyente al mismo tiempo. Y esto se traduce en intereses particulares. De este modo, el avance cronológico de la Historia no conlleva forzosamente un progreso social, sino posibles cambios en la correlación de fuerzas sociales que, a su vez, pueden traducirse en la consecución de nuevos derechos o en la pérdida de los anteriores. Todo depende de la manera de pensar de los beneficiados. En el peor de los casos, determinados agentes sociales pueden poner fin a derechos y libertades que no les convienen. Su éxito consiste en convencer a la gente del supuesto beneficio que les reporta la supresión de éstos.

En Fahrenheit 451 se ha producido un progreso tecnológico, no correspondido con un progreso social, que ha posibilitado una involución en los derechos de las personas en beneficio de una minoría. Después de todo, resulta que es una característica tan humana la necesidad de libertad de expresión como la tendencia a restringirla. Sin duda alguna, es conveniente estar alerta 18.

 

 

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA:

 

T. O.: Fahrenheit 451. Producción: Vineyard Films Ltd. y Universal Pictures (GB, 1966). Productor: Lewis M. Allen. Director: François Truffaut. Argumento: basado en la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451. Guión: François Truffaut y Jean Louis Richard. Fotografía: Nicholas Roeg. Música: Bernard Herrmann. Sonido: Bob McPhee y Gordon McCallum. Director artístico: Syd Cain. Montaje: Tom Noble. Intérpretes: Julie Christie (Linda/Clarisse), Oskar Werner (Montag), Cyril Cusack (Capitán de los bomberos), Anton Diffring (Fabián), Caroline Hunt (Helen), Jeremy Spencer (el hombre de la manzana), Bee Duffel (la mujer quemada con los libros), Gillian Lewis (locutora de televisión), Ann Bell (Doris), Anna Palk (Jackie), Roma Milne (la vecina), Tom Watson (el sargento instructor). Color- 113 min.

 

 

DANIEL SEGUER es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona. Co-director del cortometraje Morirse de miedo y director del corto El desencuentro (ambos del año 2001), ha cursado seminarios en el Cine Club L'Hospitalet y en la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC). Especializado en la Guerra de los Balcanes, presentó una comunicación sobre este tema en el I Congreso Internacional sobre el Cine Europeo Contemporáneo (CICEC), en la Universitat Pompeu Fabra.

e-mail: danielseguer@hotmail.com

 

 


 
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NOTAS Y REFERENCIAS

12Sobre este tema, Marc Ferro escribió en agosto de 1993: “En televisión ocurre en la actualidad un hecho importante, que es la uniformización de las noticias. Debido principalmente al monopolio de la cadena estadounidense CNN, las imágenes de actualidad son las mismas en todas las cadenas de televisión del mundo: sólo cambia el comentario y el montaje, a veces influidos, claro está, por la posición oficial del país que las transmite”, cit. en Ferro, Marc: Historia contemporánea y cine, Barcelona, Ariel, 1995, p. 18.

13 ”(...) No son libros lo que usted necesita, sino algunas de las cosas que hubo en los libros. Lo mismo podría verse hoy en las ‘salas'. Radios y proyectores podrían proyectar los mismos infinitos detalles y el mismo conocimiento, pero no. No, no, no son libros lo que usted busca. Los libros eran sólo un receptáculo donde guardábamos algo que temíamos olvidar.”, cit. en Bradbury, op. cit., p. 98.

14 “(...) el cine contribuye a la elaboración de una contra-historia, no oficial, alejada de esos archivos escritos que muchas veces no son más que la memoria conservada de nuestras instituciones. Al interpretar un papel activo contrapuesto a la historia oficial, el cine se convierte de este modo en un agente de la historia y puede motivar una toma de conciencia”, cit. en Ferro, op. cit.., pp. 16-17.

15 Escohotado, Antonio: Historia de las drogas, Vol.3, Madrid, Alianza, 1998; y Plant, Sadie: Escrito con drogas, Barcelona, Destino, 2003.

16 El propio Bradbury, como relata en el postfacio de Fahrenheit 451 escrito en 1993, sufrió en primera persona las inclemencias de la censura maccarthista al no encontrar ningún editor en Estados Unidos que quisiera la novela. Finalmente, fue publicada por entregas en la revista Playboy. Vid. Bradbury, Ray: Fuego brillante”, en Bradbury, op. cit.

17 Entrevista realizada por Caparrós Lera, en 1970, con motivo de la XII Semana Internacional de Cine en Color de Barcelona, en Caparrós Lera, José María: Una historia del cine a través de ocho maestros, Madrid, Ediciones Internacionales Universitarias, 2003, pp. 117-118 y 120.

18 El documentalista Michael Moore ha aludido a la novela de Bradbury en su película Fahrenheit 9/11 (2004). En ella denuncia un fraude en las elecciones de 2002 que permitió a George W. Bush acceder a la presidencia de Estados Unidos, así como la gestión política que hizo del atentado terrorista acontecido el 11 de septiembre de 2001 para declarar una guerra a Irak, cuya motivación real era estrictamente económica; pues no se ha podido demostrar la vinculación de Saddam Hussein con el atentado de Al Qaeda ni la supuesta posesión de armas de destrucción masiva.