<< 1 2 3 4 >>

François Truffaut es uno de los cineastas que ocupan un lugar destacado en la historia del cine. Autor de una obra coherente con sus inquietudes vitales e intelectuales, fue uno de los máximos artífices de la Nouvelle Vague. Su posicionamiento personal frente a la vida ha sido una constante en toda su filmografía, independientemente del género utilizado para cada ocasión. En el caso de Fahrenheit 451, el director francés supo hacer suyo un género como el de la ciencia-ficción, en apariencia ajeno a él, dando como resultado un proyecto tan personal como peculiar.

 

PALABRA ESCRITA VERSUS IMAGEN EN MOVIMIENTO

En una sociedad futura, en la que el poder ejerce un férreo control sobre la población mediante el monopolio de los medios de comunicación, se prohíben los libros bajo el pretexto de que producen la infelicidad, y se fomenta, a cambio, el consumo de productos audiovisuales. Para asegurarse del cumplimiento de dicha prohibición, las autoridades cuentan con el cuerpo de bomberos, cuya función es descubrir y quemar los libros que permanecen escondidos.

Montag (Oskar Werner) lleva una vida en apariencia feliz en esta sociedad a la que ayuda a perpetuar trabajando de bombero. Casado con Linda (Julie Christie), su vida consiste en una rutina diaria, de casa al trabajo y del trabajo a casa, donde ésta le espera. Sin embargo, un día esta rutina se ve alterada: Clarisse (Julie Christie), una chica que se presenta como su vecina, le dirige la palabra en el monorraíl de vuelta a casa e inicia una conversación que incomoda bastante a Montag, en la que le pregunta por el sentido de su trabajo y los motivos que le llevaron a aceptarlo.

En la secuencia de apertura de la película, tras una brillante presentación en la que los títulos de crédito no aparecen impresos, ya que la palabra escrita está prohibida, sino con una voz en off femenina que los recita mientras van apareciendo imágenes de antenas en los tejados, Truffaut nos muestra a Montag ejerciendo su trabajo, manifestando al espectador la labor social del cuerpo de bomberos; y en la segunda, nos muestra la manera de pensar (de no pensar como denuncia el film) que le lleva a actuar en consecuencia. No obstante, la conversación con la chica, pese a su negativa inicial a compartir su punto de vista, le supone un contacto con una de esas personas a las que persigue, como el hombre que tuvo que huir como un criminal en la primera secuencia, y además, inconscientemente, el empezar a cuestionarse las cosas. El germen de la duda está incubándose, aunque ella piensa de una manera que él todavía no puede aceptar.

El poder justifica la prohibición de los libros argumentando que provocan la infelicidad de las personas: dan a conocer estilos de vida irreales que luego la gente anhela, esgrimen argumentos contradictorios sobre mismos temas, para leerlos las personas se aíslan y no se relacionan, etc. En contrapartida, promueve el consumo de los medios audiovisuales: pantallas murales domésticas son el centro de atención en los salones de todos los hogares.

En cuanto a las relaciones sociales se refiere, podría argumentarse que un espectador que ve cualquier tipo de producto audiovisual establece una relación con la fuente de emisión de la información similar a la que establece un lector con el libro: ambos se relacionan o aíslan en idéntico modo. En principio, la propuesta de Truffaut, heredada de Ray Bradbury 1, parece ser la interacción con un emisor que se persona en los hogares mediante las pantallas murales.

La mujer de Montag participa en una obra que se emite por dichas pantallas: debe responder a unas preguntas que han sido debidamente preparadas en un guión escrito previamente. Pero este teatro de la familia, esta demostración de sociabilidad permitida, no consiste en una conversación real con Linda, sino en un diálogo prefijado en el que al afortunado actor ocasional se le dice el momento en que debe responder y, cuando éste duda en la respuesta, lo que debe contestar. Así pues, las pantallas murales no son realmente interactivas, puesto que no dan pie a la iniciativa personal ni a una comunicación verdadera. Además, estas emisiones televisivas que proyectan las autoridades van debidamente precedidas de un informativo que pone en conocimiento de los telespectadores la cantidad de kilogramos de libros destruidos y el número de elementos insociables detenidos. Es conveniente que estén debidamente “informados”.

El poder cuenta, pues, con diferentes medios de control de la población: el cuerpo de bomberos ejerce funciones de represión policial y los medios de comunicación audiovisuales adiestran preventivamente para que los anteriores sólo tengan que actuar ante los elementos irremediablemente subversivos. Aun así, existe un tercer medio para fomentar la pasividad de las personas: el consumo de drogas. En este sentido, Montag y Linda son un matrimonio ejemplar, auténtico pilar del orden establecido: ella es una consumidora compulsiva de pastillas y del audiovisual, y él es un perfecto uniformado que acata las órdenes sin cuestionarlas.

 

<< 1 2 3 4 >>

NOTAS Y REFERENCIAS

1 Bradbury, Ray: Fahrenheit 451, Barcelona, Minotauro, 2000.