Premiada con el prestigioso Premio Espasa de Ensayo 2003, tras el veredicto de un jurado integrado por Fernando Savater, Jon Juaristi, Amando de Miguel, Vicente Verdú y Pilar Cortés, Lo que Sócrates le diría a Woody Allen, de Juan Antonio Rivera, propone un acercamiento a una serie de cuestiones éticas que tradicionalmente han sido objeto de interés y de estudio para la filosofía.

La principal novedad que presenta el ensayo del profesor Rivera, catedrático de Filosofía en el IES "Forat del Vent" de Cerdanyola (Barcelona), estriba en que este acercamiento al ámbito de lo moral no se lleva a cabo, como suele ser lo habitual en filosofía, únicamente en base a comentarios sobre los clásicos escritos de Aristóteles, Platón, Tomás de Aquino o Inmanuel Kant; sino que éstos se alternan con otros comentarios, que en esta ocasión versan sobre películas.

Los coloquios organizados en los cineclubs consisten en la proyección de un film seguido de un posterior debate entre los presentes acerca de las cualidades técnicas o artísticas del mismo. No obstante, no cabe duda de que en las sesiones que tenían lugar en las convocatorias prácticamente clandestinas de la España de los sesenta y setenta, estos aspectos de interés para el cinéfilo solían ceder su protagonismo en el diálogo posterior a los contenidos ideológico, político, religioso, social o moral de la película; la preocupación por los contenidos predominaba sobre el interés por los valores estéticos.

Siguiendo la estela de la tradición de los cineclubs, Lo que Sócrates le diría a Woody Allen, de Juan Antonio Rivera, es un libro en el que los aspectos técnico y artístico quedan también en un segundo término. Dividido en dos bloques a los que llama bobinas como si se tratara de una película en lugar de un libro, el autor desgrana de un modo desigual una serie de cuestiones psicológicas, por un lado, y morales, por otro, con un estilo de escritura fluido y de muy fácil lectura..

Se trata de dos bloques desiguales primeramente en extensión, ya que las cuestiones psicológicas ocupan unas ochenta páginas de la obra, mientras que las cuestiones morales son desarrolladas de una forma mucho más detallada, concretamente a lo largo de doscientas veinticuatro páginas. Y también son dos bloques desiguales en cuanto a la profundidad de su contenido, puesto que lo moral pesa mucho más que lo psicológico en el trasfondo general de la obra. Este tono moral con un toque didáctico que transmite el autor se ve también favorecido por el estilo de su redacción, que en algunos pasajes recuerda a las proposiciones que, a modo de recetas de filosofía, eran administradas por Lou Marinoff en el "best-seller" Más Platón y menos Prozac.

De todos modos, y sin abandonar en ningún momento esa intencionalidad pedagógica, Juan Antonio Rivera demuestra un cierto savoir faire en cuanto a la crítica cinematográfica se refiere; cualidad no habitual entre los profanos y que el autor pone de manifiesto especialmente en los jugosos comentarios que suscitan en él algunos films que podrían ser considerados menores, como Family Man, de Brett Ratner, o Matrix, de Andy y Larry Wachowski, frente la modestia de otros comentarios referidos a films de mayor tradición cinefila, como El hombre del brazo de oro, de Otto Preminger, o La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, cintas sobre las que los críticos profesionales ya han vertido ríos de tinta. Más allá de la propuesta literaria de Rivera, el subtítulo Cine y Filosofía que en principio era el título provisional de Lo que Sócrates le diría a Woody Allen hace alusión a la posible existencia de una relación entre las dos disciplinas imbricadas en él.


Las relaciones cine-filosofía o, si se prefiere, las relaciones filosofía-cine tienen ya una cierta tradición literaria e, incluso se podría decir, académica; pues desde Miguel de Unamuno hasta José Ferrater Mora, el cine ha sido objeto de la atención de un buen número de filósofos, quienes -todo hay que decirlo- no siempre han sido todo lo cautos que debieran a la hora de adentrarse en un terreno que, al menos a priori, no parece tener mucho que ver con su objetivo ni con su metodología habitual y propia.

De todos modos, si se profundiza algo más en las características definitorias y en las posibilidades que al análisis lógico ofrecen ambas disciplinas, este juicio a priori puede sufrir alguna variación y tal vez se pueda reconsiderar la decisión sobre si la filosofía y el cine están condenados o no a entenderse.


En una de las aportaciones más serias sobre el tema, Julio Cabrera apuntó en su obra Cine: 100 años de Filosofía (Barcelona: Gedisa, 1999) que, pese a contar con tan solo cien años de historia, parece evidenciarse que el fenómeno cinematográfico o si se prefiere en palabras de otro filósofo, Gilles Deleuze, el fenómeno de la imagen-tiempo-movimiento ya ha influido poderosamente en los diferentes ámbitos culturales del mundo civilizado, incluido el ámbito filosófico.

Juan Antonio Rivera no parece tener demasiado en cuenta en su obra estos precedentes, ni otros no menos importantes, como Cine sin filosofías, de José Ferrater Mora (Madrid: EstiArte, 1974), Cinema i Filosofia, de Ferrer, García, Hernández y Lerma (Barcelona, La Magrana, 1995), La cultura a través del cine, de Rafael Gómez Pérez (Madrid: El Drac, 1996) o Cine y misterio humano, de Juan J. Muñoz García (Madrid: Rialp, 2003), entre otros, por no citar obras publicadas allende nuestras fronteras. Ciertamente, existe una notable lista de títulos y autores interesados por las relaciones filosofía-cine, entre los que figuran no sólo los citados Miguel de Unamuno y Gilles Deleuze, sino también Julián Marías, Jean-Paul Sartre o Michel Foucault, entre otros.


Este desconocimiento o deliberada omisión es el lastre más pesado que soporta la obra de Rivera, quien, tal vez creyendo ingenuamente que se adentra en territorio virgen, en la introducción a la misma anticipa la publicación de otros dos títulos que seguirán en la misma línea del presente. Acaso sería enriquecedor para él dar un repaso a la bibliografía publicada sobre el tema, antes de llevar a la práctica la anunciada ampliación de su propuesta.

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