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El Señor de los Anillos nos podrá gustar más o menos, pero nadie discute hoy que se trata de una de las obras cinematográficas más logradas, y será durante mucho tiempo imitada, debido a su indudable calidad técnica y artística. Esto no excluye ciertas escenas propiamente hollywoodienses, como la escaramuza de wargos y, sobre todo, con la aparición de los elfos de Lórien al comienzo de la Batalla del Abismo de Helm, lo que conecta con la mitografía de El Álamo -tan cara para los directores norteamericanos, y llevada a la pantalla en numerosas ocasiones- y la llegada de David Crockett y sus hombres, cargada de las resonancias épicas de una muerte gloriosa. Otro aspecto que se han encargado de resaltar los guionistas es el amor entre Arwen y Aragorn, que aunque correcto en la forma, cobra en el film una mayor importancia, para conectar con el público más sentimental y atemperar las escenas de acción y de batallas masivas. En este caso se puede admitir que se ha ganado en poesía y sensibilidad, algo de lo que no se resiente un conjunto realmente armonioso.

Por último, cabría destacar la increíble actualidad de El Señor de los Anillos. En primer lugar, existe una evidente preocupación por la Naturaleza, y las fuerzas del Bien, como los elfos o los hobbits respetan su entorno y se integran en él, como sería el caso de las viviendas. En cambio, las fuerzas del Mal representan la industria, destruyen árboles y desertizan y ensucian la tierra. La película no hace más que explicitar algo que Tolkien ya había prefigurado, y el resultado puede verse por ejemplo en las ballestas de los Uruk-hai, o en las sofisticadas máquinas de asedio y en la ambientación de los territorios del Mal como inmensos talleres repletos de hornos y fuego, de los que salen columnas de humo. En segundo lugar, debemos recordar que las fuerzas del Bien no usan la magia para progresar o conseguir cosas materiales, como el Enemigo, sino sólo recurren a ella cuando no tienen más remedio, y aquellos que la usan demasiado son esclavizados por el Mal, como Saruman o Denethor. El Anillo, trasunto de Poder Supremo, corrompe a sus poseedores, y así tenemos que la magia, entendida como el camino fácil y el Poder pueden ser la misma cosa. Y este sería el atractivo quizá más interesante de la película, y que marca distancias respecto a otras del mismo género. Es un film que cree que la magia es fundamentalmente algo peligroso y hasta dañino.

En tercer lugar, cabe preguntarse hasta qué punto la Historia de la Humanidad no ha influido de alguna manera en la obra de Tolkien. Resultan demasiado cercanos los paralelismos entre Gondor y Bizancio, e incluso entre Minas Tirith y Constantinopla. Y hasta los rohirrim nos recuerdan a los godos foederati del Bajo Imperio, mientras que Mordor representa Persia o el Islam, pues hasta sus valedores son de igual procedencia geográfica: el Este y el Sur. En esta atrevida línea de referencias históricas en The Lord of the Rings, la novela, obviamente la película muestra parecidos sorprendentes: la caballería gondoriana son catafractas, y el vestuario de los orientales parece de tipo iranio.

Por otro lado, la continua mención del Oeste como centro del poder del Bien responde a una comprensión eurocéntrica del mundo. Sin embargo, son estas referencias culturales quizá las que prestan una imagen nostálgica a la novela y al film, y en realidad contribuyen a envejecer bellamente todo el relato.

En fin, El Señor de los Anillos, la Trilogía, es más que una película; es una gigantesca epopeya repleta de significados cargados de contenido, algo no tan abundante hoy en día.

 

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

Título original: The Lord of the Rings. The Return of the King.
Producción: Wingnut Films-Saul Zaents/ New Line Cinema, para Warner Bros. (Nueva Zelanda-EEUU., 2003).
Productores: Peter Jackson, Barrie M. Osborne y Tim Sanders.
Director: Peter Jackson.
Argumento: Basado en la obra de J.R.R. Tolkien.
Guión: Peter Jackson, Francis Walsh y Philippa Boyens.
Fotografía: Andrew Lesnie.
Música: Howard Shore.
Decorados: Dan Hennah y Tanea Chapman.
Vestuario: Ngila Dickson y Richard Taylor.
Montaje: John Gilbert.
Intérpretes: Elijah Wood (Frodo), Cate Blanchett (Galadriel), Ian Holm (Bilbo), Ian Mckellen (Gandalf), Liv Tyler (Arwen), Christopher Lee (Saruman), Sean Astin (Sam), Billy Boyd (Pippin), Dominic Monaghan (Merry), Orlando Bloom (Legolas), Viggo Mortensen (Aragorn), David Welham (Faramir), John Rhys.Davis (Gimli), Bernard Hill (Theoden), Karl Urban (Eomer) Andy Serkis (Gollum-Smeagol), Hugo Weaving (Elrond), John Noble (Denethor).
Color - 201 minutos.

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