Los
peores años de nuestra vida (1994) de Emilio Martínez-Lázaro.
Dos hermanos viven aún en casa de los padres, una maruja de toda
la vida y el recalcitrante dueño de una colchonería ("El
país de los sueños"), y ambos se enamoran de la misma
chica, María, una vecina hija de un artista. El clásico
triángulo estresante. Gabino, el hermano menor, es el perdedor.
Comienza una carrera artística como guitarrista en el metro siendo
la madre la primera en traer público entre sus amigas marujas.
Además de dedicarse a la canción da clases particulares
de inglés a una adolescente quien le pide que le muestre, por
primera vez, su virilidad, a lo que Gabino accede en un breve acto de
exhibicionismo particular. El nivel narrativo es buñuelesco.
La chica, María, que mantiene una relación con un hombre
casado se decanta por Alberto aunque también queda prendada por
las cualidades artísticas de Gabino. Alberto también liga
en la oficina con su jefa, una madre soltera mayor que él. Un
cambio del destino, y la contratación de Gabino como cantante
en un pub los miércoles, hace que María ponga los ojos
en el gran cantante que imita a Torrebruno, la estrella italiana del
tardofranquismo. El film acaba en un tren, Gabino y María viajan
a Paris la capital del amor.
Salvajes
(2001) de Carlos Molinero. Este drama trata la temática del racismo
en la España contemporánea y prosigue obras anteriores
de cineastas españoles como Bwana, Said o Las cartas de Alou.
El filme extranjero más similar es sin duda: American History X de
Tony Kaye. La violencia racista de un "grupo salvaje"
de jóvenes neonazis tiñe con angustia el hilo narrativo
de todo el filme, desde la primera paliza dada a un joven de color durante
la noche al tráfico ilegal de seres humanos y el mundo de la
droga. Este documento social sobre los avatares de la inmigración
africana en España describe a la manada de lobos neonazis que
vive en casa de la tía Berta, una médico de la Seguridad
Social. Eduardo (Imanol Arias), un inspector de policía responsable,
comienza la caza legal de las alimañas que se ve complicada por
un romance entre la médico y él. En una narración
lineal donde la violencia racial está presente en todo momento,
Eduardo lucha -a pesar de su cirrosis- por castigar a los culpables y
Berta, la tía-madre, por defender y finalmente echar de la casa
a unos sobrinos violentos. En la discoteca, que sirve también
como centro de distribución de droga, el traficante principal
le propone a su novia "irse a Francia con él por estar harto
de un país de salvajes". Si hay un final es el del testimonio
de los emigrantes africanos que denuncian un racismo in crescendo en
España.