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Introducción
Este
artículo no es una demostración de erudición académica
o especialismo delirante porque para que así fuera hubiera sido
preciso el estudio pormenorizado de decenas de artículos y documentado
cada razonamiento en largas notas a pie de página. Por el contrario
se trata de un análisis personal comentado sobre obras representativas
del cine español contemporáneo. Esta exposición
subjetiva es el resultado de una beca de estadía del Fondo de
investigación noruego FOU en la Filmoteca Española de
Madrid durante el mes de octubre de 2003. El propósito de la
investigación ha sido estudiar los filmes españoles más
representativos de la cultura española de los últimos años y particularmente de aquellos que reflejan una problemática social.
Parece
evidente que hasta 1990 el cine español de Buñuel, Berlanga,
Saura y Almodóvar reflejaron bien aspectos de la cultura y sociedad
española contemporáneas pero a partir de ese año,
el cine español, expresión de arte e industria, dio un
giro inesperado con el apoyo de las cadenas de televisión y no
tanto con la protección del Ministerio de Educación, convirtiéndose
en "un objeto de consumo cultural" más. Un grupo de
jóvenes directores, como Medem o Bajo Ulloa, rompieron con la estética
almodovariana vigente relegando las oscuras temáticas franquistas
al desván de los recuerdos. Álex de la Iglesia, Achero Mañas
y muchos otros nuevos directores trabajaron por innovar el novísimo
cine español sin que otros cineastas "clásicos",
como José Luis Garci, Vicente Aranda o Montxo Armendáriz, permanecieran en el olvido.
Como acertadamente señala Jaime Pena: "El cine de estos
jóvenes turcos surge como contraposición al dominante
en la década de los ochenta, emanado de la Ley Miró: Mario Camus, Manuel Gutiérrez
Aragón, adaptaciones literarias, el pasado franquista, el rechazo
de los modelos genéricos y populares que intentan vadear más
de dos décadas de tradición cinematográfica sirviéndose
para ello de Almodóvar como puente" (p. 48). Durante este
período aparecen directores de un nuevo cine con vocación
comercial, universal, alejados de la realidad social cotidiana. Los
planteamientos clásicos del cine sauriano, orientados a "que
el expectador sea consciente de la realidad social", el esperpento
esteticista almodovariano, por no mencionar las aproximaciones surrealistas
de Buñuel, dejan paso a un nuevo cine español comercial
e internacional (Fernando Trueba). El cine de tesis, de autor o como se le quiera
llamar, deja paso a un florilegio de géneros, temáticas,
orientaciones industriales, prepagos televisivos con, a veces, un éxito
devastador, como Abre los ojos o Torrente, el brazo tonto de la ley que no se analizarán aquí por haberse convertido ya en
"clásicas" en el cambiante e innovador cine comercial
de una España globalizada.
Al
final del artículo se encuentra una lista de las obras estudiadas.
Tanto la selección como el análisis de los filmes de este
artículo corresponden a un criterio subjetivo ya que no todos
los filmes con una temática sobre problemas sociales de la España
actual resultan accesibles al investigador.
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Filmes
analizados
El
Bola (2000) de Achero Mañas es una historia sobre los malos tratos
inflingidos a un niño por un padrastro que trabaja en una ferretería
de Madrid. Pablo, un niño de doce años, intenta ser un
niño normal, jugar en la calle, ir al colegio, tener amigos,
disfrutar de un día en el campo. Sin embargo y sin ser plenamente
consciente de su malestar se ha convertido en una víctima de
la violencia doméstica. Su padrastro, un hombre autoritario y
brutal, le ha elegido como víctima expiatoria de frustraciones
poco delimitadas, del fallecimiento de un hermano mayor, de una vida
anodina y rutinaria tras un mostrador, de una personalidad autoritaria.
El filme está dedicado a "Laura Mañas", muy
probablemente una madre-víctima real y es un alegato contra la
violencia contra los menores en España.
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El
Bola no está afortunadamente solo en su tragedia cotidiana,
aunque su madre, débil y ocupada de otro menor, se encuentra
inerme ante los raptos de violencia del padrastro, la esperanza se encuentra
en su amigo Alfredo y su familia quienes poco a poco van desvelando
la oculta maraña de palizas domésticas y deciden primero
intervenir y luego apoyar a que presenten una denuncia a la policía.
En un marco social de barrio periférico de una gran ciudad española
los niños "se juegan la vida" retirando latas vacías
antes del paso de los trenes de cercanías, un rito de socialización,
una prueba de hombría. Para víctimas y defensores un tren
o un padre violento son amenazas constantes que empujan al adolescente
a confiar en el amigo Alfredo y confesarle la grave situación
que atraviesa en voz alta con un hilo de voz, balbuciente, herido en
el alma por una incomprensible violencia doméstica muchas veces
impune en España.
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Mensaka
(1998) de Salvador García Ruiz también podría
haberse titulado, "Sexo, drogas y rock and roll", una obra
que bien podría continuar el realismo almodovariano en la España
contemporánea. Una banda de rock aspira al éxito comercial,
a firmar un contrato discográfico con Warner discos, el modelo
norteamericano. Mensaka, el guitarrista, vive con Gloria, una camarera
que aspira a cambiar su vida con el estudio. Desde el principio se aprecia
una incongruencia narrativa entre las expectativas de la chica joven
y burguesa con las de un hombre treinteañero que proviene del
proletariado industrial y aspira a un contrato celestial. El alcohol,
la droga -o al menos su proximidad-, son los compañeros que se
ciernen sobre la pareja. Esta búsqueda de la oportunidad musical
se ve aderezada con las infidelidades de otras parejas del grupo, de
un lenguaje vulgar, de unas relaciones humanas en las que predomina
la agresividad. El paisaje no puede ser más demoledor: venta
de droga en los colegios, robo de dinero en la caja de una cafetería,
veladas de alcohol hasta la madrugada..
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La
mayoría de los jóvenes, incluso los más idealistas
como Javi, viven con sus padres casi en la madurez de sus vidas. Las
puertas del mercado laboral parecen estar cerradas a cal y canto para
la juventud española, una juventud que malvive entre los dioses
del sexo, droga y la música de masas. Mensaka se convierte en
una víctima de la violencia urbana, el grupo de rock se deshace,
como la vida fragmentada de la urbe; Fran, el solista, acaba de estrella,
Javi, el idealista, abandona Madrid para trabajar en una empresa de
su padre, Mensaka cae en la marginación, Gloria rehace su vida
con el estudio. Parece claro que hay muchos mensakas en la nueva religión
de la música, un ídolo que puede convertirse también
en un espejismo del desierto.
Intruso (1993) de Vicente Aranda. Esta historia de amor triangular recuerda la hiriente problemática sauriana de Stress es tres, tres (1968) y hasta cierto punto Werther de Pilar Miró, al menos en lo referente al paralelismo con un protagonista abandonado por una mujer en Santander. Imanol Arias (Ángel) y Luisa (Victoria Abril) llevan el peso fuerte de una actuación soberbia. Ángel deambula como mendigo por el centro de la ciudad cuando se encuentra por casualidad a su ex-mujer, Luisa, quien enseguida se apiada de él ofreciéndole su hogar. Ella le creía un hombre de éxito en Venezuela pero al parecer la fortuna le había tendido amargas sorpresas. Solo, sucio, pobre se da de bruces con su hermosa ex-mujer en un encuentro doloroso para ambos. Luisa tiene dos hijos con Ramiro, un ex-amigo dentista por quien su mujer le había abandonado y le introduce en el nuevo hogar como ”el tío Ángel”. Ángel, a pesar de la humillante situación, no pierde ni el sentido de la dignidad ni el humor agrio y, en el hogar, se presenta a la criada como ”el marido de la señora”. Los tres viejos amigos de la infancia se encuentran en situaciones vitales bien distintas. El tío Ángel intima enseguida con los niños de la pareja, les saca de paseo y les cuenta cuentos pero además de estar gravemente enfermo es un hombre destrozado tras el abandono de Luisa. El amor permanece entre ambos y ella “vuelve a él” esporádicamente para revivirle. Los niños temen que les abandone marchándose a vivir debajo de un puente, “yo, como el poeta –les dice- tengo verdadera curiosidad por los viajes”. Con el páncreas destrozado, moribundo, Ángel le confiesa a Luisa su amor y ésta contempla el anillo de casada con la inscripción: “Para reencontrarnos en el otro mundo”.
Una historia de
desamor, abandono e infidelidad entre amigos de la infancia se convierte
en una lectura sobre los límites del sufrimiento humano, el valor
del afecto como panacea del dolor en un escenario urbano de provincias
del norte.
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Nadie
hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995) de
Agustín Díaz Yanes. Victoria Abril protagoniza
a Gloria en esta historia truculenta, una prostituta que hace la carrera
en México D.F. Gloria había abandonado a su esposo impedido en
Madrid (un ex torero) para probar fortuna lejos del hogar. Un tiroteo
entre agentes mejicanos de la DEA y dos asesinos a sueldo obliga a la
chica a regresar con una agenda que contiene valiosa información.
Repatriada a España se encamina al punto de partida, a casa de
Julia, la suegra, quien aún cuida del marido convaleciente y
ha conseguido sacar adelante la casa dando clases particulares. Pronto
los asesinos mejicanos inician la búsqueda y captura de la chica
en Madrid con Eduardo (Federico Luppi) al frente, quien se guía
por una fotografía de la chica con la leyenda: "Los pobres
son príncipes que tienen que reconquistar su reino".
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