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Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984), basada en una pieza teatral de Fernando Fernán Gómez, es una de las películas más representativas de la Guerra Civil durante la Democracia.
A diferencia de la imprescindible Las largas vacaciones del 36 (Jaime Camino, 1976), realizada durante la Transición, la cinta aborda abiertamente las consecuencias del conflicto entre la población civil, y se permite incluso hacerlo a veces desde el humor, tan propio de la obra original. Mientras en el film de Camino un robo de gallinas sólo podía transmitir patetismo y sarcasmo, en el de Chávarri el descubrimiento del hurto de las lentejas producía una hilaridad sólo posible en un estado democrático consolidado.
Ahora bien, por encima de todo, esta película refleja de forma clara y explícita la derrota de la clase media republicana, y la destrucción de todas sus esperanzas de mejora y progreso. Y esa idea se desarrolla junto con un fascinante sentimiento de nostalgia por un tiempo arrebatado al personaje de Luisito y a todos nosotros.

ARGUMENTO

A falta de diez días de la sublevación militar de 1936, Luisito, un muchacho de clase media, intenta convencer a su padre de que le compre una bicicleta, a pesar de haber suspendido los exámenes de Física, que le permitirían cursar la carrera de Comercio, el más ferviente deseo de su familia. Cuando por fin consigue el permiso paterno, estalla la sublevación, y la compra se posterga en la confianza de que en breve se resolverá todo. Sin embargo, la guerra durará tres largos años.

Luisito vive en Madrid en compañía de su hermana Manolita, que quiere ser actriz, y de sus padres: Luis, un oficinista de una bodega; y su madre, Dolores, que cuida de la casa ayudada por una joven criada. En la misma escalera vive Doña María Luisa, la casera, y otros inquilinos que, como ellos, aprenderán a convivir en una ciudad en plena guerra, donde deben apagar las luces por la noche cuando bombardean, y se come según las cartillas de racionamiento.

A medida que transcurre la guerra, Luisito se hace mayor y vive episodios, como una aventura con la criada, o los consejos que le va dando su padre, que le convierten en un adulto. Su hermana, Manolita, se queda embarazada y el novio muere en el frente, por lo que ha de casarse contra su voluntad con un vecino locamente enamorado de ella. Mientras tanto el padre, Luis, ha de hacerse cargo del negocio de la bodega, cuyo propietario ha huido, y su posición mejora ligeramente, aunque la penuria y escasez de alimentos se hace cada vez más acusada.

Con el triunfo de los militares, Luis y Luisito son despedidos del trabajo, donde trabajaban juntos. Luis advierte a su hijo que teme que lo detengan por participar en una colectivización sindical. Le dice a Luisito que deberá de abandonar sus planes de estudiar Comercio y trabajar como chico de los recados. Luisito, por su parte, le confiesa a su padre que aquella bicicleta que no pudieron comprar, sólo la quería para ligar con una chica y que ya no la necesita.

ANÁLISIS FÍLMICO-HISTÓRICO

Los orígenes de Las bicicletas son para el verano están en la pieza escénica de Fernando Fernán Gómez 1, quien escribió un libreto basado en sus propias vivencias. El éxito tan formidable que cosechó en el otoño de 1982 su representación en Madrid, hizo que se fijara en ella el productor Alfredo Matas:

Fue a ver, una tarde de primavera, la representación de Las bicicletas son para el verano, en el Centro Cultural de la Villa. Al final, como muchos de los presentes ya entrados en años, acabó con los ojos humedecidos."Hay que hacer de esta obra una película", dijo Matas a sus colaboradores 2

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NOTAS Y REFERENCIAS

1. Premio Lope de Vega 1978.

2. PARRA, Javier en Diario 16, 15 de enero de 1984.