1.9 Refracción astronómica

 

1.9.1 Primera aproximación

 

La luz se propaga en línea recta en el vacío o en los medios transparentes homogéneos. Como que la atmós­fera terrestre no es homogénea, al propagarse en ella, la luz experimenta una desviación. La dirección según la cual observamos los astros forma con la dirección en la que deberíamos observarlos, si no existiera el fenómeno de la refracción, un ángulo llamado refracción astronómica (ver 1.6.3).

 

Podemos dar una teoría de la refracción, suficiente en la mayoría de las aplicaciones, suponiendo:

 

1°) que la densidad del aire decrece con la altitud y no depende más que de la altitud.

 

2°) que las superficies de igual densidad, también superficies de igual índice de refracción, son planos horizontales. Se desprecia la curvatura de la Tierra.

 

 

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FIG 36.1

 

 

Para simplificar el razonamiento sustituyamos esta atmósfera, cuyo índice de refracción decrece de manera continua,  por una atmósfera formada por capas homogéneas muy delgadas, separadas por superficies refringentes planas y horizontales. La capa índice n tiene encima una capa de índice n+dn (siendo dn negativo) y el rayo luminoso que procede del suelo y va a parar al pun­to B de la superficie de separación, formando un ángulo de incidencia z, se refracta con un ángulo de refracción z+dz (Fig. 36.1). Apliquemos la ley de Descartes:

 

 

La cantidad nsenz se mantiene constante a lo largo del rayo luminoso y esta propiedad se conserva si se au­menta indefinidamente el número de capas. Admitiremos que  dicha constancia se mantiene aun con una variación continua del índice de refracción.

 

 

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FIG 37.1

 

 

Cuando nos separa­mos del suelo si­guiendo el rayo luminoso, n decrece y por consiguiente z aumenta: el rayo vuelve su concavi­dad hacia el suelo (Fig. 37.1). Supon­gamos que parte de un punto O en el cual el índice de refracción es no y que forma con la vertical en O un ángulo z0. El rayo se mantiene siempre en el plano vertical que contiene su tangente en O: No hay refracción en acimut. Sigamos al rayo luminoso hasta su salida de la atmósfera refringente, es decir, hasta donde la curvatura se hace despreciable y el índice de refracción del medio es la unidad. La tangente al rayo luminoso, que se ­confunde con su asíntota, forma entonces un ángulo z1 con la vertical en el punto O (Fig. 37.1). Se llama refracción astronómica la diferencia:

 

 

Supongamos ahora que el rayo proviene de un astro E cuya distancia cenital verdadera es z1. E1 observador situado en O ve este astro en la dirección de donde le llega la luz, es decir en la dirección de la tangente en O al rayo luminoso, siendo zo la distancia cenital observada: la refracción astronómica acerca los astros al cenit. Puesto que el producto nsenz es constante, tenemos:

 

de donde:

                                                    (19.1)

 

R es lo suficientemente pequeño como para que, en primera aproximación, se pueda confundir su seno por el arco expresado en radianes y reemplazar su coseno por la uni­dad. La ecuación (19.1) es entonces:

y haciendo

también:

                                                               (20.1)

fórmula aproximada para z0 £ 60°.

 

En condiciones normales de temperatura y presión (0°C, 76 cm de mercurio), el índice de refracción del aire es no = 1,00029255 para una longitud de onda de 0'',575, para la cual en general las lentes son acromáticas. Se tiene pues, en tales condiciones:

 

 

valor de la refracción normal para z0 = 45°.

 

A la temperatura t y a la presión P, se tiene, ad­mitiendo la Ley de Gladstone:

 

 

En estas condiciones, para un lugar de observación a la temperatura t (en grados centígrados) y la presión P (en centímetros de mercurio), la refracción valdrá, se­gún (20.1):

 

                                                   (21.1)

 

1.9.2 Fórmula de Laplace

 

La fórmula (21.1), válida con buena aproximación cerca del cenit, no puede utilizarse para astros que se hallen cerca del horizonte. Entonces no pueden despre­ciarse la curvatura de la Tierra ni la de las superficies de igual índice de refracción, ya que el rayo luminoso recorre una distancia mucho mayor por la atmósfera re­frigente.

 

Se demuestra que el invariante de la refracción adopta ahora la forma nrsen z=cte., donde r es la distancia al centro de la Tierra, y que la refracción viene dada por la fórmula de Laplace:

 

                                   (22.1)

 

con bo=l0/r0, donde l0 es la latitud que tendría una atmósfera homogénea cuyo peso especifico fuera el del aire en O y que ejerciera en O la misma presión que la atmósfera real y r0 es el radio del observador. Calculando los valores de los coeficientes de tan z0 y tan3 z0 de la fórmula (22.1), en condiciones normales se obtiene para R:

 

 

fórmula válida hasta alrededor de los 80° de distancia cenital.

 

 

1.9.3 Refracción en las proximidades del horizonte

 

Con una buena aproximación, la fórmula de Laplace nos da la refracción astronómica para valores no muy grandes de la distancia cenital, sin hacer ninguna hipótesis sobre la ley de distribución de las densidades en la atmósfera. Si se diera a priori una tal ley, se po­dría prolongar la fórmula de Laplace y obtener un desa­rrollo alternado según las potencias impares de tan z0 (que dejaría de ser convergente en el horizonte) de la forma:

                        (23.1)

 

La refracción normal vendría dada entonces por la fórmula:

 

 

Los dos primeros términos de (23.1) nos dan la fórmula de Laplace (22.1) válida para la astronomía meridiana, pues las medidas precisas de las distancias cenitales no se realizan más allá de los 60°.

 

Hay fórmulas finitas que permiten establecer la refracción cerca del horizonte. Por ejemplo:

 

donde

y Y representa la función

 

Si en ella tomamos a0 = 60'',343 y a = 0,0011078 obtenemos, en condiciones normales:

 

 

siendo en el mismo horizonte:

 

La ley empírica, puesta en evidencia con ocasión de la fórmula de Laplace, según la cual la refracción astronómica es prácticamente independiente de la ley de densidad de la atmósfera se verifica de una manera muy satis­factoria hasta la distancia cenital de 85°. Es solamen­te a partir de observaciones realizadas de 2° ó 3° del horizonte cuando se podrá esperar deducir la ley de densi­dad. Pero, entonces, las refracciones anormales que se manifiestan con tanta frecuencia a la salida y puesta del Sol, que deforman el disco de un modo tan aparente, res­tarán mucha precisión a las mediciones.

 

En el Anuario de San Fernando se da para la refrac­ción la fórmula:

 

 

donde el factor R' = R0 (1 + Aa) se denomina refracción corregida de temperatura y donde R0 es la refracción normal calculada para una latitud de 45°, una altitud de cero metros, una temperatura de cero grados centígra­dos, una presión de 1 tor (a 0°C) y una presión de vapor de agua de 6 mm de mercurio. Ro está tabulada en fun­ción de la distancia cenital. Los parámetros A, B, a, b, también tabulados, son tales que: A es función de la temperatura, B es función de la presión, a es función de la distancia cenital z0 si 45° £ z0 £ 81° y ade­más de la temperatura si z0 ³ 81° (si z0 < 45° se toma a = 1), b es función de R' si z0 > 60° (si  z0 < 60° se toma b = 1).

 

 

1.9.4 Corrección de refracción en coordenadas horizontales y horarias

 

En coordenadas horizontales la refracción sólo modifica la altura, no el acimut. Si el índice o designa las coordenadas observadas y el 1 las corregidas tenemos:

 

 

 

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FIG 38.1

 

 

Esta situación cam­bia al considerar un sistema de coordenadas horarias. Sean E la posición real de un astro y E0 la posición aparente debida a la refracción. E y E0 se encuentran sobre un mismo vertical y la diferencia de sus alturas constituye la refrac­ción astronómica R (Fig.38.1) . Si trazamos por E0 un paralelo celeste, y llamamos F a su intersección con el horario que pasa por E, obtenemos dos triángulos no esféricos (un paralelo no es, en general, un círculo máximo). No obstante, al ser R pequeño, podemos considerar PFE0 como un triángulo esférico y FEE0 como un triángulo plano, con lo que si llamamos:

 

obtenemos (Fig.38.1):

 

 

y como  DD y DH son pequeños:

 

 

y también:

 

 

siendo Q el ángulo paraláctico. En definitiva, pues:

 

 

 

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