En este último diálogo, la no cooperación lingüística (ignorar por tres veces el mandato de Alou, un cliente más que ha entrado en el bar) es síntoma de la negación de una sociedad en reconocer a un colectivo que cada vez con más fuerza se hace visible –dado sus diferentes rasgos étnicos, en la sociedad, y entender la inmigración como “un problema”. El silencio, la no cooperación lingüística, el ignorar al otro, es parte de la respuesta de la sociedad que ha convertido al inmigrante en un objeto socio-fóbico, que causa ansiedad. La respuesta del camarero se hace eco de esta ansiedad latente: “sólo creáis problemas”. El uso de la forma plural del vosotros vuelve a colocar a Alou como representante de todo un diverso colectivo inmigrante, donde el personaje canalizará el miedo a la otredad, la intransigencia y la “invisibilidad” que crea su presencia.
Desde un perspectiva lingüística, la función de los vocativos es la de atraer la atención del oyente sobre el mensaje que se introduce en la interacción. La intención es la de establecer un acercamiento favorable hacia oyente, con el propósito de obtener respuesta positiva en la proposición del mensaje. Como se ha visto en los ejemplos anteriores, los vocativos usados infieren un carácter de humillación al interlocutor, estableciendo un parámetro de supremacía con respecto al otro, como símbolo del juego de damas –es una lucha social por posicionarse o mantener lo que ya está establecido en una sociedad que hasta el momento se ha creído inalterable.
Las interacciones sociolingüísticas de estos personajes establecen una distancia de grupo social y por tanto, desconfianza hacia el otro, el inmigrante, creando la percepción negativa que es su presencia en la sociedad. La producción lingüística es efectiva en este sentido ya que se le recuerda al inmigrante constantemente su situación problemática de ilegalidad y sin derechos en la sociedad , y donde se le etiqueta como ‘problema’. La información y la intencionalidad son relevantes un este discurso que tiene como objetivo marcar unos parámetros raciales y sociales en referencia hacia el otro interlocutor. Se crea, entonces, el discurso del malestar y la crispación de la interculturalidad, que se filtra por las fisuras de la sociedad. La representación mental del “otro” se consigue en un discurso que tiene como objetivo anular la identidad de inmigrante como persona con derechos civiles o de pertinencia a la sociedad de adopción, en un trasfondo de agitación social, que es antagónica a aceptar la llegada de inmigrantes. Estos pasan a ser imaginados por la sociedad como un colectivo de personas que comparten unos rasgos raciales exclusivos, que caben bajo una misma etiquetación racial. Esta recepción y re-imaginación del otro en ojos de la sociedad donde se mueve es claramente puesta de relieve por el amigo marroquí de Alou, cuando le invita a quedarse en la vivienda-cueva destartalada a las afueras del pueblo que sirve de refugio-casa para estos inmigrantes que buscan trabajo como temporeros en la recogida de fruta. El amigo marroquí de Alou le describe a los inmigrantes desde la otra óptica, la de los blancos:
- “Nosotros andar sucios. Nosotros oler mal. Nosotros vivir como animales. Aquí huele mal, entonces es nuestro sitio.”
Bwana, por su parte, ofrece un discurso mucho más primitivo, radical y conflictivo en la re-imaginación del otro. Bwana se hace ecode una narración heredera de la “España profunda” o españolidad, seguidora del discurso patriótico-nacional engendrado ya en Raza (1941) de José Luís Sáenz de Heredia. Se trata de un discurso nacional que va en paralelo a otras películas como Taxi (1996) de Carlos Saura y El día de la Bestia (1996) Álex de la Iglesia, donde los inmigrantes son vistos mediante el lente de la violencia y el salvajismo, englobado en un discurso feroz de resonancia neonazi. Según Villar-Hernández (2002) la “españolidad” o la idea de “identidad nacional española” es desafiada por el fenómeno de la inmigración. Hemos de recordar –tal y como se narra en Raza, que el sistema franquista moldeó esa identidad nacional, en su lucha por conseguir una España sin diferencia culturales interiores. El discurso de la formación del estado fascista toma como pilares los principios del nacional-catolicismo, el aislamiento político-cultural, el centralismo político de Madrid (Castilla), una interpretación subversiva –mitológica de la gloria histórica de España, y la proclamación de la “raza” española, que justificaba el aislamiento del país (Villar-Hernández (2002)). La combinación de estos factores impregna la sociedad española durante 40 años, por lo que la educación recibida durante el franquismo (como se puede ver en los comentarios que hacen los personajes de Bwana) acentuó el discurso de rechazo al extranjero a través del lenguaje institucional en los medios de comunicación y en la educación controlada por el estado. La conjunción de estos elementos ideológicos es el substrato de la identidad “nacional” del estado español, que silencia, ignora y rechaza las diferencias o diversidades étnicas, por tanto, es un discurso excluyente del “Otro”. Los personajes de Bwana son herederos de este discurso nacional-paranoico que no toma en cuenta una creciente realidad social. La película Bwana se basa en una obra de teatro de Ignacio del Moral (1992) La mirada del hombre oscuro. Bwana narra el encuentro de una familia tradicional (padre, madre, un hijo y una hija pequeños) de clase media, con poco nivel de educación, que decide pasar una tarde en una playa desértica recogiendo coquinas. Su aventura se verá agitada por el encuentro con un africano recién naufragado en la misma playa. Este contexto idílico, casi salvaje de una playa desierta, sirve de escenario para el desafío que supone para una España, que todavía arrastra una definición nacionalista de la identidad española anclada en el franquismo, interactuar con el “Otro”, un africano, que representa la inmigración ilegal que llega constantemente a las playas españolas. Para Santaolalla (2005) “Bwana se revelacomo un texto gobernado por un patrón psicológico que produce la subjetividad por medio de un choque entre el yo y el Otro. Tal y como promete el título –al evocar, con el término bwana la figura del amo blanco exclusivamente en su relación con un subalterno negro-, la película usa la figura del Otro, del hombre negro extranjero, para analizar la situación del hombre blanco español en crisis”.