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El giro que trueca lo ficticio en lo supuestamente real surge de una apuesta deliberada por la ambigüedad, técnica que realza el parentesco de Saura con desdoblamientos y motivos comunes en la obra de Borges. La cámara nos sorprende, y se sorprende a sí misma, en un juego de correspondencias, simulacros y paradojas. Vida y escenario, realidad y ficción se intercambian sucesivamente y se identifican al compás de la danza.

Un recurso de inspiración borgesiana que Saura maneja con habilidad en Tango se da en la evocación de recuerdos y sueños que la cámara confiere al protagonista. Esa fluctuación, esa ambigüedad deliberada, lejos de ser un mecanismo accesorio, se convierte, por el contrario, en eje estructural de la película. El trueque de la realidad en escenario o ficción es, en definitiva, un recurso del todo presente en Carmen donde la historia vivida es indiscernible de la representada. Por lo demás, el argumento en Tango incide, como en anteriores ocasiones, en una historia amorosa. Pero esta vez, de manera más ambiciosa, se intenta incorporar, en diversos ritmos y matices, una historia social que supuestamente evoque, en los compases de tangos y milongas, momentos del recorrido histórico del pueblo argentino.

En el curso de la película surge, pues, un desdoblamiento. El hilo narrativo se abre a la bifurcación de dos diseños paralelos: por un lado teje una historia individual –un idilio amoroso– y, por otro, una historia colectiva. La narración, en cada uno de los casos, se despliega como mera sugerencia en los diversos números de danza. De este modo se confiere al tango un intenso valor metafórico y dramático ya que las dos historias insinuadas están marcadas por el drama, la violencia, el exilio y la voluntad de dominio. Imágenes y recuerdos de los personajes, tanto personales como colectivos, convergen en números de baile representando la soledad, el amor, la infidelidad, la denuncia a la represión militar y la masiva oleada de inmigrantes europeos en busca de un sueño. Todo ello como parte de un trasfondo histórico que ve nacer y triunfar al tango hasta convertirse en señas de identidad del pueblo argentino.

El protagonista, Mario Suárez, persigue con destreza, en calidad de director de cine, la realización de una obra artística que subyugue por su magia y belleza. La voluntad de poder, tanto personal como colectiva, y la atracción sexual afloran en el centro de su obra y giran, con y a través del baile, alrededor de una fuerza motriz, dramática y arrolladora: el amor, la pasión y el erotismo como manifestaciones de una belleza inaccesible.

Espectador y personaje de sí mismo, Mario se enfrenta desde la soledad al fracaso amoroso y al abandono de Laura, su amante. El hilo narrativo desde su inicio muestra a este personaje femenino lleno de seducción y dominio. Se trata de un personaje esculpido por la sutileza sensual del tango e inseparable de él. La comunión de cuerpos, de miradas, de voluntades es la alusión más directa a la lucha amorosa. El enlace de formas marca las cadencias del baile –metáfora del encuentro amoroso en el que los personajes se dejan llevar.

La cámara transfiere a Laura del mundo de los sueños al de la realidad, y de ésta al mundo del escenario, para incidir de nuevo, como ocurre en la ficción de Borges, en el plano ilusorio de círculos y reflejos sucesivos. Las miradas se confunden y el punto de referencia cambia. El baile, ya sea dentro o fuera de las amplias lunas que reflejan la luz y multiplican el entorno y las figuras, es el mismo. Afirma su diferencia en cada número y también su identidad.

Entre los números de baile que presenta Tango, las parejas a veces se distribuyen de manera transgresora e indistintamente, sean del sexo que sean; se incorpora a su vez el triángulo amoroso. Pero sobre el tablero del ajedrez –distintivo borgesiano– las figuras bailarán al compás de una misma lucha: los vectores blancos y negros se baten y se confunden en el compás, en la unión de los opuestos: música y silencio, luz y sombra; pasado y futuro unidos en un presente.4

En ocasiones es la cámara quien se enfrenta al espectador con sigilo e inesperadamente, emergiendo en un acorde entrecortado; en otras, es ella la que se captará a sí misma convirtiéndose en el objetivo de una cámara más remota. Y los personajes, al interpretar su danza en números e intervalos narrativos, van saliendo como por encanto del marco ilusorio... de un espejo. La presencia de Las Meninas forma aquí una alusión referencial ineludible, no ya por la afición familiar e innata de Saura por la pintura, sino por su bagaje estructural dentro de la composición cinematográfica de Tango. A su vez, convergiendo en este plano, se proyecta de manera implícita y constante el mundo mítico y metafórico de Borges. No hay duda de que este componente proporciona el marco intelectual y el tejido estructural de la película. La historia representada se funde con la vivida en un juego de espejos donde las miradas se cruzan y donde los personajes son mirados a la vez que miran.

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NOTAS Y REFERENCIAS

4. Curiosamente Robert Duvall en Assassination Tango presenta muchos aspectos similares a los que muestra Saura en las escenas aludidas. Es muy probable que se trate aquí de un mimetismo deliberado por parte del famoso –y sin duda valioso– actor norteamericano, que llega a ser no sólo el director, sino también el protagonista de esta película. En todo caso, al igual que Saura, Duvall muestra aquí bellos números de baile –en mi opinión el aspecto más positivo, y quizá el único mérito de dicha obra– e incorpora con habilidad parejas de hombres enlazados al compás de un tango. Opta también en este caso, como lo hizo Saura, por el uso en la decoración de un suelo ajedrezado. El mismo Borges comenta en su ensayo “Historia del tango” la circunstancia “que de chico pude observar en Palermo y años después en Chacarita y en Boedo, de que en las esquinas lo bailaban [el tango] parejas de hombres, porque las mujeres del pueblo no querían participar en un baile de perdularias” (OC I 160). Cabe señalar, en todo caso, que el tango –en su intimidad y en su amplitud– cruza fronteras no ya geográficas, sino también sociales y culturales.