Un tema semejante es el propuesto por Lepage en La cara oculta de la luna, en torno a dos hermanos de vidas y caracteres opuestos que necesitan acercarse tras la muerte de su madre; como el francés, tampoco el director canadiense consigue despegar con esta comedia fuertemente simbólica –y con toques divertidos y a la vez profundos, aunque algo alambicado en su desarrollo– sobre la necesidad de conocerse y conocer la realidad más cercana. Por último, en este grupo de los desencantos habría que incluir al experimentado Boorman, que llegaba con una película que resultó fallida (Un país en África) en torno al proceso de reconciliación vivido por Sudáfrica tras el apartheid, con grades actores –Binoche y Samuel L. Jackson- que no logran liberarse de un guión excesivamente rígido y sometido a las declaraciones de inculpación, y a los que se fuerza a vivir un romance increíble.
La cuota reservada para el Dogma'95 la ocupó Annette K. Olesen con En tus manos, un drama sobre la fe, la confianza, el castigo y el crimen –producto típico del país danés– que mereció el Premio Especial del Jurado “por el valor que hace falta para rendirse y poner tu vida en la manos de alguien o de algo que no seas tú mismo”, en una decisión no entendida por muchos de los críticos. María querida , de José Luis García Sánchez, se presentaba como la única película española a concurso: en líneas generales, defraudó, a pesar de llevarse Pilar Bardem el premio a la Mejor actriz por su papel de dar vida a María Zambrano; un guión excesivamente literario e ideológico deriva hacia lo tendencioso al ofrecerse de cauce para unas máximas progresistas que se antojan filtradas e incompletas para lo que era el pensamiento de la mujer andaluza. El norteamericano Jonathan Demme irrumpió oportunamente en la Seminci con El mensajero del miedo, película que denuncia la connivencia entre las corporaciones económicas y el poder político en Estados Unidos, los manejos electorales y la falsedad de una democracia enferma; la rueda de prensa que ofreció fue continuación de ese mitin fílmico, ágil narrativamente y muy bien interpretado, pero que vuelve sobre tópicos mil veces trillados llevando al espectador por un camino previamente diseñado para él. Otro estadounidense pero de distinto cariz, Jarmusch, presentó Coffee and cigarettes , un largo único e irrepetible compuesto a base de once cortos en que, con una espléndida fotografía y un equipo de actores y músicos que se interpretan a sí mismos, da todo un repaso a la modernidad, a sus autoengaños e hipocresías, a las apariencias y a la imagen...: todo un ejercicio de saber hacer cine, con bajo presupuesto y densidad de contenidos.