T. O.: Lugares comunes. Producción: Tornasol (Argentina-España, 2001). Productores: Adolfo Aristarain y Gerardo Herrero. Director: Adolfo Aristarain. Argumento: basado en la novela homónima de Lorenzo F. Aristarain. Guión: Adolfo Aristarain y Kathy Saavedra. Fotografía: Porfirio Enríquez. Montaje: Fernado Pardo.
Intérpretes: Federico Luppi (Fernando), Mercedes Sampietro (Liliana), Arturo Puig (Carlos), Carlos Santamaría (Pedro), Valentina Bassi (Natacha), María Florentino (Tutti Tudela), Claudio Rissi (Demedio), Osvaldo Santoro, Pepe Soriano. Color - 110 min. Estreno en España: 4 Octubre 2002

Aristarain es uno de los directores que se podrían clasificar en la categoría de coherentes. Específicamente por su militancia y su ideología, reflejada en cada una de sus últimas películas que ha realizado. En este caso se trata de un profesor de literatura, Fernando (Federico Luppi) al que le llega la hora de jubilarse sin que lo haya esperado o pedido. Mediante un papel (sinécdoque de burocracia) se entera de su próximo destino: la calle. Su mujer (Mercedes Sampietro) trabaja como asistente social en la periferia urbana. Ella lo acompaña en su destino de víctima de un Estado que vive recortándole el presupuesto a todos sus súbditos (a modo de monarca despótico).

A partir del planteo inicial, Lugares comunes habría intentado un relato intimista de la relación entre dos personas maduras que han luchado durante su vida por una causa y ahora en proceso de jubilación vivirían momentos de reflexión y balance, momentos de intimidad y un tiempo para compartir solamente entre ellos. Algo de eso se ve incoado en el film. El mismo Aristarain lo dice explícitamente en una entrevista: "Es una historia de amor silenciosa, de gente que está junta y no necesitan decir que se quieren" (Diario Clarin, 22 de abril 2002). "No se trata de una película de denuncia político-social, sino de una profunda historia de amor". (Declaraciones a la Agencia EFE). Pero así como Fernando no puede disfrutar de los momentos de intimidad (ahora que se tienen el uno para el otro en exclusiva) sino que parece empeñado en arruinarlo todo (hasta su salud física), el mismo director pareciera no haber toma distancia de su creación, se siente identificado completamente. Su carga ideológica atraviesa la estructura narrativa hasta volverse un fin en sí mismo, una obsesión. Para exponer su pensamiento, el director pone en boca de Fernando todo un desarrollo reflexivo que el espectador escucha a modo de lectura. Son los textos de que Fernando está escribiendo y a veces resultan un tanto cansadores, como en el caso de la reflexión acerca de lo que es la lucidez.

El matrimonio tiene un hijo que se encuentra viviendo en España, Pedro (Carlos Santamaría), al cual van a visitar. Ha tenido mejor suerte que su padre, o peor, según quien sea el observador. No ha sido jubilado pero a una edad más temprana que su padre ha sentido el significado del destierro y de la emigración no deseada ni buscada. Lugares comunes entre Argentina y España en un ir y venir. Intercambio cultural. España es ahora la América de entonces, donde está la salvación, al menos económica. En Argentina ha quedado la decadencia. Fernando, sin embargo, no soportará que su hijo haya cambiado su vocación a la literatura por un bienestar material. Se siente traicionado. Mientras él sigue luchando, su hijo no sólo ha bajado los brazos, ha renuncia a la lucha.

De vuelta en Argentina, Fernando y Liliana comienzan a pensar en su futuro, con qué dinero van a contar para vivir. Y aparece en pantalla una palabra que, para la Argentina de hoy, es como el fantasma medieval de la peste en forma de esqueleto, propio de las representaciones pictóricas de época: es la palabra recorte. Recorte de los gastos que el gobierno destina, especialmente en las áreas de salud y educación. Recorte que la gente aplica a su propia economía doméstica. Es un icono de la economía argentina, una constante.

Siendo que el dinero no les alcanza para vivir en la ciudad, han decidido aceptar una propuesta de Carlos (Arturo Puig), amigo de la familia, abogado de profesión. Se trata de comprar una chacra en la provincia de Córdoba (Argentina). Se mudan allí y empiezan una vida nueva, una vuelta a los orígenes, a la vida simple. Pero, como se dijo al principio, habrá alguien que se empeñará en arruinarlo todo.

Desde el momento en que recibe la noticia de su jubilación, Fernando opta por una actitud de rebeldía contra el Estado. En su discurso anarquista está inculpar al sistema de todos los problemas. Frente a sus alumnos dejará un legado de lucha (aunque parece de frustración) diciéndoles que cuando sean profesores enseñen a pensar y a dudar, a preguntarse y no a responderse. Que no se dejen llevar por la superstición y las convenciones. Su discurso, en definitiva está lleno de lugares comunes. Lo que ayer era vida y vanguardia hoy es una pieza de museo. El film sale de sí mismo y cristaliza en una ineficacia contundente, desde el punto de vista de lo que su discurso pretende.

Para hablar de su ideal de sociedad toma como punto de referencia la Revolución Francesa. Pero si tanto insiste en que les fue robada la revolución (por parte de la burguesía) entonces tendría que haber colocado 1793 (fecha de la Constitución Jacobina) y no 1789 como número de su casa en el campo. O también 1792 (Revolución Jacobina). Con sus palabras logra lo que critica: hacer inefectivo un discurso progresista, que la izquierda sea un fracaso. Y por si quedaran dudas, culpa de ello a la derecha. El problema esta afuera, ellos tienen la culpa. Al mismo tiempo que quiere reivindicar su anarquismo reclama implícitamente el paternalismo del Estado.

La película toca un tema muy actual, tal vez sin proponérselo: una sociedad que ha vivido pendiente y dependiente de la ayuda externa (como ha sido todo el año 2002 respecto del FMI); su falta de protagonismo para encontrar soluciones a sus propios problemas; y la militancia en la crítica constante al afuera como culpable de las desgracias padecidas adentro. Una sociedad cuyo resultado es la frustración y el sabor amargo y cuya vocación constante es la del martirio pasivo. El destino patético que elige Fernando: dejarse morir. Pero antes hablar y criticar. Siempre ha sido más fácil ser oposición que gobierno. (A Fernando se lo ve incómodo, casi escrupuloso en su nueva situación de propietario). Pareciera haber una complicidad para que las cosas salgan mal, para así ser un mártir o víctima del sistema. El fracaso como modelo heroico.

Así lo sintetizó recientemente un filósofo argentino al referirse a un modo cultural típicamente argentino: Nosotros hacemos del fracaso una militancia.

Hay algunos personajes dentro del relato que intentan salvar a Fernando de su tendencia autodestructiva: primero su mujer, con su experiencia cotidiana en los barrios pobres, con su sentido común. Tanto pensamiento no deja vivir, le dice la mujer. Pero no consigue persuadirlo. La otra mujer es Tutti Tudela (María Fiorentino), la persona que lo atiende en la biblioteca del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria). La escena que protagonizan ambos es de las más logradas, donde el discurso neurótico de la queja estéril deja lugar a un momento de pasión, le pone vida al film. Lo saca a Fernando de su eje autorreferente. No se trata de una utopía más, incumplida. Ha sido un momento de vida, un intento por algo que no surgió. Pero ese intentó valió por sí mismo.

El paisaje campestre recuerda los óleos cordobeses del pintor Fader (argentino, nacido en Burdeos, Francia) aunque la Córdoba del film sea en realidad San Luis. Para completar la imagen provinciana le ha faltado el colorido de la tonada regional, su cantito peculiar. Aparece en De Medio (Claudio Rissi), el encargado de la finca, pero tímidamente. Es una pena que el médico de un hospital de pueblo se parezca más a un prototipo escéptico de las grandes ciudades que a un amable habitante del interior.

Lugares comunes participó de la 50 edición del Festival de San Sebastián, fue nominada a la Concha de Oro. Obtuvo una Concha de Plata a la Mejor Actriz (Mercedes Sampietro) y Premio del Jurado al mejor guión. Después, la española Sampietro ganaría el "Goya" 2002.

Más Críticas

<< 1 2 3 >>