EL ESPÍRITU DEL REPORTAJE

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Crítica del libro

 

TENTATIVA DE NOMBRAR UN LUGAR LLAMADO REPORTAJE

Además de para quitarme un sombrero que nunca llevo por la labor realizada por el autor y transmitirle mi más sincera felicitación, las notas incompletas que siguen a continuación son una muestra de mi admiración, respeto y cariño por su autor que hace años me dio la oportunidad de aprender a su lado. Son sólo pensamientos escritos en voz alta, debates abiertos e ideas personales más o menos estructuradas que, en muchas ocasiones, me resultan tan contradictorias como útiles.
Han sido realizadas a partir de una especie de reto lanzado por el autor del libro y no tienen más valor que el de plantear pocas certezas, algunas dudas y numerosas preguntas nada retóricas para las que cada día que pasa encuentro más dudas que respuestas en esa tentativa de nombrar un lugar llamado reportaje.

Sobre el libro
Lo dice Escribano en el prólogo: es “claro y concreto”. Está repleto de ideas y planteamientos didácticos construidos para todos los públicos. Si se lee, según he interpretado la idea del autor como una propuesta abierta sobre la que reflexionar, es un trabajo luminoso, lleno de sutiles detalles construidos con imaginación, criterio y a base de miles de horas de trabajo y experiencias de todo tipo. Es la visión de un reportero que hace fácil lo difícil: transmite ideas complejas de manera sencilla. Es un libro que servirá como punto de partida para que muchos otros - Vilalta mismo - inicien viajes reflexivos que puedan ir aún más allá.
Además de las numerosas y en general muy buenas sensaciones que me ha dejado su lectura, es un libro que me abre muchos caminos para reflexionar de los que cierra. Me ha dado la impresión que es un libro para que, a partir de las “certezas” de Vilalta, podamos disentir: lo más lúcido, interesante y divertido que pueden hacer los seres humanos. En este sentido y por empezar yo, diría que durante su lectura, en unas cuantas ocasiones, me he encontrando un poco incómodo. Vilalta me obliga a disentir de su aparente rigidez a la hora de buscar fronteras, barreras, límites, métodos para encuadrar nuestro trabajo y siempre según sus experiencias. En otras ocasiones, por el contrario y en una suculenta contradicción, Vilalta se olvida de métodos, ideas, planes o fronteras y abre tanto el plano que me obliga a creer - casi a tener fe - en lo que describe en repetidas ocasiones con la palabra “intuición”. Trata de elaborar en discurso sólido, un método lleno de argumentos sugerentes e ideas repletas de posibilidades, ¿para acabar algunas de sus conclusiones fiando una parte importante del trabajo del reportero en una supuesta “intuición” imposible de definir y concretar?
El libro, en alguna de sus partes, pierde interés para mi porque su autor se muestra demasiado esclavo de “su” concepto de cabecera, la información. Es, evidentemente, la manera que él tiene de entender este oficio. Estamos de acuerdo en que es un concepto clave, pero creo que no hubiera estado mal plantear en el libro de una manera muy clara que esa “información” (honesta y bien trabajada) que el autor defiende (que, por cierto, yo no veo por casi ningún lado en las TV comerciales de este país ni públicas ni privadas) es sólo una muy pequeña parte -no necesariamente la más interesante desde mi punto de vista - del universo del reportaje audiovisual.

Dos reflexiones
Dos conceptos fundamentales sobre los que he reflexionado para disentir de Vilalta después de la lectura de su trabajo han sido:

  • VERACIDAD: Tiemblo ante lo “veraz”. Si acudimos al diccionario comprobaremos que “veraz” (Del lat. verax, -ācis). adj. significa: “Que dice, usa o profesa siempre la verdad”. ¿Queda alguien así en la humanidad? Creo que el concepto “veraz” no aplica (como dicen en América Latina) para definir el reportaje. En mi opinión, se debería revisar muy bien las definiciones que se plantean a base de ese término. El concepto “veraz”, en el único significado que tiene en castellano, no sirve para lo que está siendo utilizado. ¿No sería suficiente con plantearlo de otra manera?: (Una sugerencia para el debate). REPORTAJE: “Es un género periodístico de ficción subjetivo, parcial e imperfecto que muestra situaciones diversas de la vida y sus protagonistas. Los periodistas que los construyen para los medios de comunicación suelen carecer de la perspectiva personal, histórica, sociológica, económica, ecológica o vital necesaria para presentarlos frente al lector/espectador/oyente más allá de cómo una simple experiencia vivida”.

  • TELEVISIÓN: La televisión es un electrodoméstico. Aunque no tiene su forma, ni utilidad, es, en el fondo, como una lavadora y tiene una función básica, fundamental, igual de útil y concreta que lavar: entretenerse. De la misma manera que hay lavadoras que incorporan un programa de secado, la televisión puede incorporar información, divulgación, etc; pero, en el mismo sentido que la lavadora tiene que lavar, la televisión tienen que entretener, también en los reportajes. Si algo no puede ser la televisión (reportaje) hoy es aburrida. Sospecho que para los que nos dedicamos a esto es más fácil darnos importancia por lo que hacemos que reflexionar sobre lo que, en mi opinión, le sucede al espectador individual de la TV en estos tiempos de cambios acelerados. Caprichoso y errabundo como es, se comporta como un niño malcriado, tiene poca paciencia, poca capacidad de atención, cuando no le gusta algo lo deja, cambia, pide otra cosa. Como la princesa Sherezade de “Las mil y una noches”. necesita que cada día le contemos un cuento. Si no, se muere. Si esto que pienso fuera verdad, la pregunta siguiente sería: ¿se podrían contar reportajes informativos como cuentos o cuentos como reportajes informativos? Pues habría que probarlo.

La frase
Ha habido muchas, pero una frase del libro que me ha llamado poderosamente la atención. Me ha sugerido muchas reflexiones asociadas repletas también de algunas certezas y muchos interrogantes que quiero compartir:
“El periodismo no admite que la transmisión del mensaje sea equívoca o ambigua. Queda espacio para la originalidad pero sobre la base de una unidad de contenido que debe ser perfectamente inteligible según los códigos audiovisuales ya asumidos por el público”. (pag. 33).
1- En mi opinión, el periodismo hoy- más aún hoy con los nuevos debates y formas que se están renovando día a día a través de las TICs al margen o desde las costuras de los fenómenos audiovisuales televisivo y cinematográfico convencionales - “admite” cualquier forma de transmisión del mensaje.
2- Lo que queda de esta frase es, en mi opinión, una visión restrictiva del periodismo porque: ¿cuál es el problema en admitir la ambigüedad como un valor?. No entiendo por qué esa idea es vista, en determinados sectores del periodismo, como un problema cuando es, sobre todo y aunque también pueda ser muchas otras cosas, una riqueza.
3- En mi opinión, la capacidad para ser original (entendida como búsqueda de propuestas-ideas novedosas para resolver problemas) es un valor en sí mismo (clave, por ejemplo, en el éxito evolutivo de los seres humanos) y que, por tanto, no debería admitir “peros” para conceptualizar cuestiones, ni periodísticas o de cualquier otro tipo. En cualquier actividad humana (el periodismo sólo es una más y ni siquiera de las más importantes) ser “original - si es que se puede ser y quién pueda serlo - es siempre mejor”.
4 -“Inteligible”, “códigos audiovisuales”, “público”.
- ¡Cuidado!: ¿Que lo entienda quién?; ¿Qué saben los espectadores/lectores de las noticias-ideas-situaciones-personajes mostrados en nuestro trabajo periodístico?; ¿Cuáles son esos códigos audiovisuales de los que se habla?, ¿quién los ha establecido?, ¿de quién son?, ¿a quién pertenecen y benefician?, ¿son los herederos de la vieja tradición literaria de muchos siglos pasados? ¿se están generando nuevos códigos?, ¿los reporteros de la TV los conocen bien? ¿los saben utilizar?, ¿para qué los utilizan?, ¿son universales? ¿son los mismo (hoy, aquí y ahora) que hace sólo diez años?, ¿son los mismos (hoy, aquí y ahora) que hace tan sólo un año, un mes, una semana, ayer?, ¿son los mismo para un chico/a de 21 años que para un/a señor/a de 64 que tienen experiencias y conocimientos audiovisuales radicalmente diferentes?, ¿son los mismos para las nuevas generaciones de salvajes devoradores de imágenes casi nietos ya de la MTV que para los periodistas de los medios de comunicación convencionales? ¿Son los mismos para una persona que se comunica habitualmente por Internet o que juega a la “Play” que para una que no sabe ni lo que es eso?, ¿esos códigos de los que se habla son universales entre nuestros lectores/espectadores/oyentes o sólo suponemos, asumimos, creemos/queremos que así sea?; un poco más sobre el público (?¿?): ¿qué es eso?, ¿alguien lo ha visto alguna vez?, ¿forma parte del “Eter”?, ¿reside en ese “limbo” recién demolido por el Papa Benedicto XVI?, ¿forma parte de la materia invisible del átomo?, ¿Sólo se puede acceder a él con un experimento aislado en una laboratorio de luz de sincrotrón?, ¿cuántos miles de millones diferentes de ese genérico público hay?...
En fin, creo, de eso estoy convencido y cada día más - que no hay “público”, que eso no existe más que en el imaginario de los directivos de los medios de comunicación y de los periodistas convencionales. No hay público porque sólo hay espectadores/lectores/oyentes individuales. Individu@s con capacidades de entendimiento, formaciones, tendencias sexuales, cultura/s, alimentaciones y capacidades de “lectura” audiovisual individuales y significativamente distintas entre cada uno de ellos con nombre y apellidos. Son tan diversas- más cada día que pasa - que resultan imposibles de identificar o unificar más allá de pinceladas esquemáticas básicas. El concepto “público” me resulta francamente incómodo e ininteligible. Por otra parte, mi experiencia profesional me dice que, por ejemplo, la idea de “público”, además, es la ideal para que los directivos de los medios, las direcciones o equipos de mando de los programas y las redacciones la utilicen (a discreción y siempre a favor del “status quo” para que nada cambie) con idea de impedir, restringir o censurar (a la manera del siglo XXI, mucho menos tosca, mucho más “educada” y, por tanto, “perversa”) el trabajo de los reporteros que tratan de escapar a los estrechos límites de todo ese fango periodístico que se “entiende”, “respeta los códigos” o tiene en cuenta esa especie de San Borondón que es el “público”.
Aquí. después de disentir, un final y un gran elogio. El ejemplar que compré, por cierto en la Facultad de Periodismo de la UAB, está lleno de subrayados, notas, tachones, preguntas, símbolos, exclamaciones, diagramas de ideas sueltas con preguntas -retóricas o no - que me ha suscitado su lectura. Cuando esto sucede, cuando mi libro está sudado y sucio, me encanta. Puede que sea un método de valoración literaria muy poco ortodoxo y nada científico, pero, como diría Vilalta, es el mío.

Algunas ideas para propiciar nuevas disensiones en la tentativa de nombrar un lugar llamado reportaje
Algunas conclusiones mundanas

  • Huyo de la información “veraz y contrastada” como de las hembras del mosquito anopheles. Me quieren inocular “objetividad” y eso no existe...

  • Busco siempre historias en primera persona. Si no hay reportaje sin experiencia vivida, tampoco hay reportaje sin una mirada propia informativa o no.

  • Disfruto de las historias vivas, esas extraídas/modeladas/construidas con “realidades” tan complejas como poliédricas.

  • Dejo por imposible meter esas “realidades” en el interior de una pantalla de la televisión.

  • Soy consciente que la vida - incluso en sus formas más simples - es una construcción tan compleja que nunca puede ser explicada, ni entendida con facilidad. Por ello, sólo aspiro a que el relato que haga de ella esté, como mucho, “basado en hechos reales”.

  • Creo que el reportaje es un género de ficción y que, como tal, está construido. Si se pudiera presentar en una forma perfecta, todo reportaje aspiraría a ser, como mucho, un documental de su propio rodaje.

  • Escapo del conflicto como de la gripe española. Creo que casi nunca es la manera adecuada para “interpretar” las vidas de las personas o los hechos que en ellas se producen. Para mi, se trata má´s bien de buscar la naturaleza de las cosas, no sus conflictos, aunque, en ocasiones, puedan coincidir.

  • En este sentido, he llegado a una conclusión casi dolorosa: muchos de los reporteros que buscan conflictos, con mayor o menor buena fe, los acaban encontrando o inventándolos aunque no existan...

¿Más ideas para disentir?...
“Hacerse, buscar y encontrar preguntas es la labor de un reportero. Trasladárselas a sus espectadores, también. Las respuestas son lo de menos”. Como me explicó una vez en una entrevista Edward O. Wilson, uno de los biólogos más brillantes del siglo XX, creador de la sociobiología y premio Pulitzer: “la mayoría de las preguntas importantes de la historia de la humanidad no están respondidas, sólo están olvidadas”. Ese, creo yo, es nuestro trabajo: ya que las preguntas importantes siguen y seguirán sin responderse, al menos, hemos de intentar que nuestro espectador no las olvide.

¿Personalidad, matices, mirada, compromiso, error, humildad, tesis, punto de vista, método...?

¿Hay tantas preguntas más? De momento, me bajo aquí...

PERE ORTÍN (ver currículum vitae)