5.5 Brillos y magnitudes

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Como sabemos, los planetas no tienen luz propia y la que nos envían es la luz solar reflejada. Cambiando algo las notaciones anteriormente utilizadas (Fig. 20.5) con el objeto de ajustarlas a las em­pleadas en los anuarios, veamos algu­nas definiciones:

 

Intensidad luminosa  I  de un planeta   P,   situado a una distancia   r   del Sol   S, es la cantidad de luz que por unidad de superficie y de tiempo envía dicho planeta en una dirección de ángulo de fase F, y viene dada por la fórmula:

                                                                                                       (59.5)

 

siendo C una constante característica del planeta y   f(F)   una cierta función de fase tal que f(0)=1 y f(π)=0.

 

            Brillo aparente B de un planeta P, situado a una distancia Δ de la Tierra T, es la cantidad de luz que por unidad de superficie y de tiempo recibimos de dicho planeta y viene dado por la fórmula:

 

                                                                                             (60.5)

 

 

            Este brillo aparente B suele medirse por la sensación que experimenta el ojo, bajo la acción de la excitación lumínica, a través de la denominada magnitud aparente m. Según la ley fisiológica de Weber-Fechner, la variación de la sensación   m   es directamen­te proporcional a la variación relativa de la excita­ción B:

                                                  

e integrando:

                                                           (61.5)

 

(obsérvese que cuanto mayor es el brillo menor es la magnitud). Para acomodar la escala de magnitudes a la utilizada en la antigüedad, se ha convenido en que a una diferencia de magnitudes igual a 5 corresponda una razón entre los brillos igual a 100 y ,por tanto, según (61.5):

 

                                                      

 

            Llevando a (61.5) el valor de k’ se obtiene la fórmu1a de Pogson:

                                                                                           (62.5)

 

            Si en la anterior fórmula (62.5) sustituimos B por su valor (60.5), englobando los términos constan­tes, se tiene:

 

                                                                      (63.5)

 

siendo g la magnitud aparente que tendría el planeta para   r=Δ=1   y   F=0 (f(0)=1). En el caso de los asteroides, dado que éstos se observan siempre en las cercanías de la oposición, suele tomarse F = 0 y, por tanto:

 

                                                                                             (64.5)

 

Si el objeto celeste se comporta como un espejo esférico (así ocurre con algunos satélites artificia­les), se demuestra que en dicha reflexión especu1ar la intensidad luminosa no depende del ángulo de fase y, por consiguiente, también puede aplicarse la fórmula (64.5). Si se trata de un cometa se supone que su intensidad luminosa es inversamente proporcional a una potencia  2x de su distancia   r   al Sol, y por tanto:

 

                                                                                 (65.5)

 

debiendo determinarse g y x por la observación.

En primera aproximación, durante mucho tiempo se ha venido tomando como función de fase f(F) la propia fase k definida por (48.5):

 

                                                                               (66.5)

 

que cumple las condiciones f(0) = 1 y f(π) = 0. Dicha aproximación constituye una interpretación muy elemental del fenómeno, pues equivale a suponer que el planeta se comporta como un espejo plano en el cual vamos descubriendo un mayor o menor porcen­taje de su superficie. No obstante, en el caso de Venus, tomando circulares las órbitas de la Tierra y del planeta, la hipótesis (66.5) conduce a unas condiciones de máximo brillo aparente que concuerdan bastante bien con la observacion.

            En segunda aproximación, suele suponerse que el planeta es esférico y refleja la luz solar por reflexión difusa, en cuyo caso se demuestra que la función de fase vale:

                                                                   (67.5)

 

y cumple las condiciones f(0) = 1 y f(π)=0.

La constante C que figura en las fórmulas (59.5) y (60.5) es ahora directamente proporcional al cuadrado del radio del pla­neta y a su albedo (véase Tabla III), razón entre la energía luminosa que el planeta difunde en todas direcciones y la que recibe del Sol. Si las órbitas se toman circulares, la hipótesis (67.5) nos lleva ahora a una ecuación trascendente en F y tan F para obtener el máximo brillo aparente.

 

 

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Empíricamente, si para cada planeta se representa, en un sistema de coordenadas polares, la función f(F) tomando f como radio vector y F como argumento se obtiene una curva llamada indicatriz de difusión del planeta (Fig. 2l.5). Exceptuando la correspondiente a Venus, las indicatrices I de todos los demás planetas presentan un punto anguloso para F = 0; no así la de Venus, comprendida entre las curvas II definida por (67.5) y III definida por (66.5); obsérvese que en todas ellas aparece un punto de retroceso para F = π. Llevando a (63.5) la función  f(F)  determinada experimentalmente mediante la indicatriz, desarrollando el logaritmo, se obtienen, para cada planeta, las fórmulas de Müller que figuran en los anuarios:

 

                                                                 (68.5)

 

En el caso de planetas con anillo debe tenerse en cuenta además la influencia que ejercen éstos sobre su brillo aparente.

 

 

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