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Título
original: The Quiet American. Producción: I.M.F.,
Intermedia Film Equities, Mirage Enterprises, Pacifica Film, Saga
(U.S.A., Alemania, Australia, 2002). Productores: Staffan Ahrenberg,
Steve E. Andrews, Antonia Barnard, Moritz Borman. Director: Phillip
Noyce. Argumento: Novela homónima de Graham Greene. Guión:
Christopher Hampton, Robert Shenkkan. Fotografía: Christopher
Doyle, Huu Tuan Nguyen y Dat Quang. Música: Craig Amstrong,
Guy Gross. Diseño de producción: Roger Ford. Montaje:
John Scott. Intérpretes: Michael Caine (Thomas Fowler), Brendan
Fraser (Alden Pyle), Do Thi Hai Yen (Phuong), Rade Servedzija (Inspector
Vigot), Tzi Ma (Hinh), Robert Stanton (Joe Tunney), Holmes Osborne
(Bill Granger), Quang Hai (General Thé), Ferdinand Hoang
(Mr. Muoi), Pham Thi Mai Hoa (Hermana de Phuong) Color - 101 min.
Estreno en España: 14-III-2003.
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El
australiano Phillip Noyce es uno de tantos directores que, bajo el yugo
de Hollywood, ha ido nutriendo a la industria americana de numerosos productos
de diversa calidad, aunque siempre consiguiendo gratos resultados comerciales.
Un verdadero artesano de la industria que cuenta con filmes tales como
Acosada (Sliver, 1993), Juego de patriotas (Patriot
Games, 1992), El Santo (The Saint, 1997), El coleccionista
de huesos (The Bone Collector, 1999), Calma total (Dead
Calm, 1989), etc. Ahora, al parecer, el artesano ha decidido ser artista
y cambiar sus registros, como demuestra en sus dos últimos filmes
que rodó durante el 2002: Generación robada (Rabbit
Proof Fence, 2002) -película que ha ganado varios premios en
Australia, USA, Reino Unido e incluso en España- y El americano
impasible (The Quiet American).
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En
El americano impasible, el director australiano muestra una clara
intención de aportar algo diferente a su cine, una mayor densidad
conceptual y formal, con lo que consigue una obra no tan sólo
de entretenimiento, sino también de reflexión. Para ello
se basa en la novela homónima del celebérrimo Graham Greene,
gran creador de atmósferas y complicadas tramas -con intrigantes
y misteriosos personajes, con la Guerra Fría como telón
de fondo. En The Quiet American, se nos sitúa en Saigón,
en el marco perteneciente a los últimos años de la ocupación
de Indochina, por parte de Francia, y la transición entre ésta
y la incursión de Estados Unidos en el conflicto.
El
film narra los acontecimientos a través de la historia de tres
personajes que forman un triángulo amoroso: una historia de amor,
amistad y traición. La película se centra en el punto
de vista de Thomas Fowler (Michael Caine) un maduro y cínico
periodista británico, corresponsal del London Times, que vive
desencantado por la sociedad, por su vida pasada, y que encuentra en
Vietnam y en el amor de la joven y bella Phuong (Do Thi Hai Yen), un
bálsamo a sus pesares. El tercero en entrar en escena es el joven
Alden Pyle (Brendan Fraser), un joven americano, enérgico e idealista,
que llega a Saigón en el otoño de 1952, en misión
humanitaria para la erradicación del glaucoma. Pyle no tardará
en ponerse en contacto con Fowler, alguien con experiencia, para conocer
la verdadera situación que vive Vietnam y poder intercambiar
con él opiniones sobre el conflicto.
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Los personajes,
así como muchos aspectos del film, funcionan en sentido metafórico.
Representan el choque, tanto cultural, como ideológico que se
desarrolla en este tipo de conflictos. Cada personaje simboliza una
mentalidad, una naturaleza marcada por una historia que, en cada caso,
ha generado un contexto sociocultural diferente: Europa, Estados Unidos
y Vietnam. Thomas Fowler es un viejo británico, europeo.
Su vasta experiencia
no da lugar a la melancolía y su resignación ante el mundo
le hacen huir de su pasado y del futuro, buscando refugio en el opio,
una exótica joven y su cinismo; Phuong, representa otro tipo
de resignación, la de un pueblo que desde tiempos inmemoriales
ha tenido que gestarse contra potencias superiores a él, clamando
por su libertad e independencia (s. IX contra la dinastía china
Han, s. XIII contra los mongoles liderados por Gengis y Kublai Khan,
desde 1860 contra Francia, durante la II Guerra Mundial contra Japón...).
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Su lucha es buscar
refugio en el matrimonio con un occidental rico que la saque adelante;
y finalmente tenemos a Pyle, el joven americano, el salvador, el fantasma
de la libertad. Ese joven que, con el libro Los peligros de la democracia
bajo el brazo, esgrime máximas de amor y liberación, mientras
limpia de sus zapatos la sangre de los inocentes.
La trama empieza
a desarrollarse cuando Fowler le presenta a Phuong, y Pyle, se rinde
irremediablemente a su encanto, sintiendo la imperiosa necesidad de
liberar a Phuong del yugo que representa su país y la situación
en la que se encuentra. Como dice Fowler: "tenía que
haber caído en que para un joven, salvar a una mujer y a un país,
son la misma cosa".
A
partir de aquí, nos sumergimos en el universo de Graham Greene,
donde la intriga, las mentiras y el amor empiezan a danzar, hasta el
momento final de la caída de máscaras, donde nos damos
cuenta de que nadie es quien parecía ser. Nos encontramos ante
una película dotada, sobre todo, de una gran ambientación.
Phillip Noyce, apoyado por el excelente trabajo de los fotógrafos
Christopher Doyle, Huu Tuan Nguyen y Dat Quang, consigue ese toque de
exotismo, que caracteriza la visión que un occidental puede tener
de oriente. Sin embargo, si bien la película es muy correcta,
tenemos que reprocharle a Noyce sus excesos formales, que desestabilizan
la buena factura del conjunto.
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Hay
dos aspectos que son especialmente cuestionables. En primer lugar, pese
a que esta segunda versión cinematográfica de la novela
de Greene es más fiel al argumento -la primera fue rodada en
1958, por Joseph L. Mankiewitz, que disfrutó de mucha menos libertad
que Noyce- y a los contenidos que la primera, no se comprende la elección
de narrar la historia en flash-back -a diferencia de la obra
de Greene, en que los acontecimientos se narran en tiempo presente-,
mostrándonos el cadáver de Pyle al principio, puesto que
ello supedita el interés del film al móvil del asesinato.
En segundo lugar, a nivel narrativo, da la impresión de que se
hayan querido tratar demasiadas ideas y, al final, no se logra un equilibrio
adecuado en el desarrollo de los temas. En un principio parece que todo
va a girar en torno a un asesinato, pero después se entiende
que el núcleo argumental se centra en una relación amorosa
a tres bandas y, más tarde, llega el discurso político,
al que parece someterse todo, con lo que todo queda en un desenlace
confuso.
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De
todos modos, quizás haya que agradecerle a Noyce ese tinte claramente
político con que sustenta el film, consiguiendo que el discurso
sea mucho más reflexivo, teniendo en cuenta el momento histórico
en que se ha producido el film -y en que nos encontramos todos nosotros-.
La película gana enteros con ese planteamiento, ya que resulta
muy didáctico -a la vez que triste- ver como los acontecimientos
narrados en el film -así como las portadas de prensa que se muestran
al final del mismo, sobre las etapas de la incursión americana
en el conflicto- se repiten una y otra vez en la realidad, solo que,
normalmente, las podemos ver en los noticiarios. Y esto es así:
desde el fin de la II Guerra Mundial un nuevo orden llama a reinar en
el mundo, un orden que actúa siempre del mismo modo, con el mismo
discurso: salvar al mundo; siguiendo el mismo patrón: derrocar
gobiernos, instaurar dictaduras; y si eso sale mal: bombardeo. Siempre
es lo mismo, y lo triste es que por más veces que lo hayamos
visto, por más películas que se hayan hecho, todo sigue
igual.
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Críticas
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