La confusión reina a lo largo del metraje. El director ha querido plasmar un mosaico muy amplio, pero ha sido demasiado ambicioso. Hay historias, que por si solas merecían una película aparte, en especial la del agente de la CIA, creación asombrosa de George Clooney, y el pasaje correspondiente a los dos amigos que, progresivamente, se tornan en fanáticos islamistas. La diversidad perjudica al filme, ya que no profundiza lo suficiente en personajes y relatos, dejándote una ligera idea de lo que podía haber sido y no fue. A pesar de sus errores, Syriana es una cinta a tener en cuenta; puede que no exponga nada nuevo, pero tiene el valor de alzar la voz –en un momento en el que pocos lo hacen– acerca de una situación en la cual es más fácil ser parte del rebaño que intentar destacar por encima de los otros.
Ambas películas son hijas de una tradición progresista del cine de Hollywood –que incluso podemos remontar a los años treinta, con cintas como El pan nuestro de cada día (Our Daily Bread, 1931) de King Vidor– y, en concreto, de la generación de la televisión. Autores como John Frankenheimer, Sydney Pollack o Sidney Lumet, fueron los introductores de una forma de hacer cine, comercial a la vez que social, que ha tenido sus seguidores. Incluso la presencia de George Clooney en estas dos cintas no es de extrañar; sólo cabe que recordar a estrellas como Robert Redford o Warren Beatty, cuyas filmografías están trufadas de obras comprometidas, un tanto reñidas con su imagen de chico guapo y sin nada que decir. ¿Existe una versión española a lo dicho hasta aquí? Me temo que la respuesta es no, a pesar de que haya sido España uno de los países más beligerantes hacia todo lo emanado por la cultura estadounidense en los últimos años.
Estas dos películas no son un oasis en el desierto. La última cinta de Steven Spielberg, Munich (2005), si bien no se manifiesta tan claramente como las anteriores, se muestra contraria a la política del terrorismo de Estado, aunque vacila en algunos momentos. Spielberg ha aportado una cinta más en estos años, que aunque un tanto tibia, es una buena muestra de las paranoias de la América de nuestro tiempo: Minority Report (2002) brillantísimo filme de ciencia-ficción, que puede tener más de una lectura. A mediados del año pasado también se estrenó Jarhead (Sam Mendes, 2005), cinta ambigua sobre la Guerra del Golfo, o Una historia de violencia (A History of Violence, David Cronenberg, 2005), desigual y turbadora película sobre el uso de la fuerza y su legitimidad. Con anterioridad, películas como El Reino de los Cielos (Kingdom of Heaven, Ridley Scott, 2005), Yo, Robot (I, Robot, Alex Proyas, 2004) Traffic o las últimas cintas de John Sayles, mostraron la otra cara del cine americano.
Algunos dirán que se trata de un cine ajeno a Hollywood. Lamento decir que no creo en el llamado cine independiente. ¿Cómo puede ser independiente una película que tiene tras a ella a la Warner? Me refiero al caso de la cinta dirigida por George Clooney. Es inevitable, que en un momento u otro, ya sea en la distribución, exhibición... la película pase por las manos de un gran estudio, por lo que la independencia de una determinada obra no es la que nosotros creemos. ¿Acaso están libres de la famosas previews? Me parece triste negar las evidencias. Una industria de las proporciones colosales como es el cine realizado en Hollywood, en el que convergen multitud de intereses, personalidades, creencias, por fuerza ha de ofrecer una obra heterogénea y desigual, fiel reflejo de la sociedad en la que se ha creado. Por lo cual, no nos ha de extrañar que existan obras como Syriana al mismo tiempo que El fuego de la venganza. Estados Unidos es un crisol de culturas y razas, ¿por qué no ha de serlo de miradas cinematográficas?