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Buenas noches y buena suerte narra la tenacidad de un famoso reportero, Edward R. Burrow –buena, pero fría creación del magnífico David Strathairn, uno de los mejores actores estadounidenses de la actualidad–, por contar la verdad en el triste marco de la Caza de Brujas. Desgraciadamente, la cinta, a pesar de su brillante fotografía en blanco y negro, es poco sugerente a nivel de puesta en escena. Lamentablemente, cuenta con un gran inconveniente. Los hechos que narra son de difícil entendimiento para alguien no versado en el maccarthysmo, por lo cual, aquello que ocurre en la pantalla, en ocasiones, importa poco al espectador, o bien no tiene los suficientes datos para hacerse una idea global de lo que sucede. Aun así, hay momentos realmente logrados en los que apreciamos el contexto de la época y las duras condiciones de trabajo y, en definitiva, de vida, que debía soportar la mayoría de habitantes del país. Dos ejemplos serían, la conversación entre un matrimonio que trabaja en la emisora donde transcurre la acción, a través del cual nos damos cuenta de que su unión es un hecho secreto, puesto que podrían ser despedidos de la compañía si llegase a oídos de la directiva; y, la otra situación, es la entrevista entre el director del programa de Edward R. Burrow y dos militares, que presionan a éste para no emitir una entrevista que puede dañar la imagen del Ejército y del senador Joseph McCarthy. La cinta está ambientada en el maccarthysmo, pero de lo que nos está hablando realmente su director es de la situación que se vive en la actualidad en muchos medios informativos de Estados Unidos. Es el viaje de ida y vuelta del que habla Marc Ferro, al referirse a una realidad pasada para que ésta sea el espejo del presente. Ahí radica el enorme mérito de esta cinta.

Syriana es también una obra provocativa. Nacida del empeño de su productor, Steven Soderbergh –su influencia se deja notar a lo largo del metraje, puesto que montaje y fotografía son muy similares a su Traffic (2000)– y uno de sus protagonistas, de nuevo George Clooney. La cinta trata de exponer los entresijos de la política exterior de Estados Unidos, y sus lazos con las grandes multinacionales con intereses en Oriente Medio. Nos encontramos ante una película coral, que a la manera de Vidas cruzadas (Short Cuts, Robert Altman, 1993), nos narra diversas historias entrelazadas: la absorción de una pequeña pero importante compañía petrolífera con presencia en un país del Golfo Pérsico, las luchas internas de una familia de la región por el poder, la transformación de un par de musulmanes en terroristas suicidas, la relación entre el abogado de una de las empresas petrolíferas y su padre, la misión de un agente de la CIA... Demasiadas historias.

La confusión reina a lo largo del metraje. El director ha querido plasmar un mosaico muy amplio, pero ha sido demasiado ambicioso. Hay historias, que por si solas merecían una película aparte, en especial la del agente de la CIA, creación asombrosa de George Clooney, y el pasaje correspondiente a los dos amigos que, progresivamente, se tornan en fanáticos islamistas. La diversidad perjudica al filme, ya que no profundiza lo suficiente en personajes y relatos, dejándote una ligera idea de lo que podía haber sido y no fue. A pesar de sus errores, Syriana es una cinta a tener en cuenta; puede que no exponga nada nuevo, pero tiene el valor de alzar la voz –en un momento en el que pocos lo hacen– acerca de una situación en la cual es más fácil ser parte del rebaño que intentar destacar por encima de los otros.

Ambas películas son hijas de una tradición progresista del cine de Hollywood –que incluso podemos remontar a los años treinta, con cintas como El pan nuestro de cada día (Our Daily Bread, 1931) de King Vidor– y, en concreto, de la generación de la televisión. Autores como John Frankenheimer, Sydney Pollack o Sidney Lumet, fueron los introductores de una forma de hacer cine, comercial a la vez que social, que ha tenido sus seguidores. Incluso la presencia de George Clooney en estas dos cintas no es de extrañar; sólo cabe que recordar a estrellas como Robert Redford o Warren Beatty, cuyas filmografías están trufadas de obras comprometidas, un tanto reñidas con su imagen de chico guapo y sin nada que decir. ¿Existe una versión española a lo dicho hasta aquí? Me temo que la respuesta es no, a pesar de que haya sido España uno de los países más beligerantes hacia todo lo emanado por la cultura estadounidense en los últimos años.

Estas dos películas no son un oasis en el desierto. La última cinta de Steven Spielberg, Munich (2005), si bien no se manifiesta tan claramente como las anteriores, se muestra contraria a la política del terrorismo de Estado, aunque vacila en algunos momentos. Spielberg ha aportado una cinta más en estos años, que aunque un tanto tibia, es una buena muestra de las paranoias de la América de nuestro tiempo: Minority Report (2002) brillantísimo filme de ciencia-ficción, que puede tener más de una lectura. A mediados del año pasado también se estrenó Jarhead (Sam Mendes, 2005), cinta ambigua sobre la Guerra del Golfo, o Una historia de violencia (A History of Violence, David Cronenberg, 2005), desigual y turbadora película sobre el uso de la fuerza y su legitimidad. Con anterioridad, películas como El Reino de los Cielos (Kingdom of Heaven, Ridley Scott, 2005), Yo, Robot (I, Robot, Alex Proyas, 2004) Traffic o las últimas cintas de John Sayles, mostraron la otra cara del cine americano.

Algunos dirán que se trata de un cine ajeno a Hollywood. Lamento decir que no creo en el llamado cine independiente. ¿Cómo puede ser independiente una película que tiene tras a ella a la Warner? Me refiero al caso de la cinta dirigida por George Clooney. Es inevitable, que en un momento u otro, ya sea en la distribución, exhibición... la película pase por las manos de un gran estudio, por lo que la independencia de una determinada obra no es la que nosotros creemos. ¿Acaso están libres de la famosas previews? Me parece triste negar las evidencias. Una industria de las proporciones colosales como es el cine realizado en Hollywood, en el que convergen multitud de intereses, personalidades, creencias, por fuerza ha de ofrecer una obra heterogénea y desigual, fiel reflejo de la sociedad en la que se ha creado. Por lo cual, no nos ha de extrañar que existan obras como Syriana al mismo tiempo que El fuego de la venganza. Estados Unidos es un crisol de culturas y razas, ¿por qué no ha de serlo de miradas cinematográficas?

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