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Fabulista, anti-hollywoodiense, independiente, estrafalario, son palabras que nos vienen a la mente cuando pensamos en Guy Maddin, unos de los directores que más se ha caracterizado por un usar fórmulas de rodaje alejadas del mundo de Hollywood y que nos ofrece un nuevo ejemplo de su cultivada pasión por el cine mudo en La música más triste en el mundo, su último trabajo estrenado en España durante la primera muestra de cine del Festival de Foto España en Madrid (junio 2004).

Nacido en Winnipeg en 1956, Guy Maddin se crió en una familia luterana de islandeses residentes en Canadá con la que nunca llegaría a identificarse. Al igual que el personaje de Totó en Cinema Paradiso, su infancia se desarrolla viendo películas en los cines locales de Winnipeg y numerosos programas televisión de medianoche para terminar descubriendo el cine mudo de 16 milímetros que se convertiría más tarde su principal inspiración. Marcado también por dramas familiares, como la muerte prematura de su padre y el suicidio de su hermano, su cine es una muestra de todas sus vivencias y experiencias personales.

The Dead Father (1986) -su primer cortometraje-, una macabra farsa que juega con la tensa relación entre un joven y su padre recién fallecido, está salpicada de episodios personales de la vida del director. Tales from the Gimli Hospital (1988) -el primer largometraje- fue rodado integramente en blanco y negro siguiendo las técnicas del cine mudo de los años veinte.

El cine de Maddin, aun siendo difícil de clasificar, se ha caracterizado siempre por adoptar una estética que recuerda claramente al Expresionismo alemán de Murnau o Fritz Lang. Sus historias, complejas, hilarantes, exquisitas, muestran una repetida incursión en el género de la comedia de humor negro, siempre en clave de melodrama, que sacan a la luz todos los sentimientos y emociones más extremas del hombre que le ha valido la comparación con directores consagrados como David Lynch.

 

The Saddest Music in the World, ambientada en 1933, en pleno ápice de la Gran Depresión, es una adaptación cinematográfica de la novela de Kazuo Ishiguro. Narra en clave de melodrama musical, la historia de una confrontación familiar en las heladas tierras del norte de Canadá.

En Winnipeg, la baronesa Port-Huntly (Isabella Rossellini), propietaria de una exitosa compañía cervecera, advierte que la crisis contemporánea está aumentando la depresión de la sociedad, no sólo económica sino también anímica, y con ello, el consumo de alcohol. Anunciando la celebración de un certamen mundial que determinará qué sociedad posee la música más triste del mundo, Port-Huntly espera con ello obtener un instrumento que le permita convertir la tristeza en mayores ingresos. Atraídos por la suma ofrecida al ganador, “25.000 dólares de la Gran Depresión ”, llegan a Winnipeg artistas desde todos los puntos del globo, representando a sus naciones en un certamen retransmitido de forma mundial.

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