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Algo semejante puede decirse del cine español presentado en la Sección oficial, que una vez más ha demostrado que no es oro todo lo que reluce en nuestro cine. Entre las películas españolas estaba La vida perra de Juanita Narboni, de la directora marroquí Farida Banlyazid, que sinceramente no había por donde cogerla, hasta el punto de que nadie entiende la razón de haberla seleccionado. Ni la nada creíble ambientación, ni el aburrido monólogo de Mariola Fuentes, ni el guión, ni siquiera la fotografía de José Luis Alcaine consiguen trasladarnos a la historia personal de la protagonista ni a la magia de la ciudad de Tánger. Por su parte, del duro y desesperado retrato de cierta juventud marginal española de 7 vírgenes, de Alberto Rodríguez, sólo cabría destacar la actuación de Juan José Ballesta, premiado con la Concha de Plata al mejor actor, si no fuera porque se trata de un actor encasillado casi siempre en los mismos papeles. Poco cabe decir de Malas Temporadas, de Manuel Martín Cuenca, que también intenta meter en el mismo saco todas las cuestiones presentes en la sociedad española: inmigración, homosexualidad, delincuencia…

Sin duda, la película española más interesante ha sido Obaba , de Montxo Armendáriz, elegida para abrir el Festival. A pesar de algunos defectos –por ejemplo, parece que no puede hacerse una película sin incluir el consabido toque erótico-comercial, a pesar de que en muchos de sus filmes anteriores Armendáriz había sabido jugar de forma magistral con la elipsis–, el director navarro ha pasado con nota la difícil tarea de llevar a la pantalla la obra en euskera probablemente más importante del siglo XX, la magnífica Obabakoak, de Bernardo Atxaga, traducida a varias decenas de idiomas en todo el mundo. Se trata de una obra especialmente difícil de llevar al cine, por su particularidad narrativa y por el tono mágico de la historia, pero el bien conjuntado guión y la fotografía de Javier Aguirresarobe, sobre los bellos paisajes de los pueblos pirenaicos navarros y del Oeste de Aragón, contribuyen a que la película –seleccionada posteriormente para representar a España en el Oscar a la mejor película de habla no inglesa– se siga con interés.

En cualquier caso, el debate sobre el momento del cine español fue uno de los protagonistas del Festival, donde precisamente se celebró unas mesa redonda sobre “Cine y democracia” (en realidad sobre el cine español), a la que acudieron reputados cineastas y la ministra de Cultura. Hubo un director que llegó a afirmar –comparando la actual situación con la etapa de Aznar– que, “con un Gobierno competente y progresista, es difícil que hagamos malas películas”. Pero no todos debían estar de acuerdo con esta conclusión –que la propia historia del cine, llena de dictaduras con buen cine y de democracias sin cine de calidad, se encarga de desmentir–, puesto que durante el Festival corrieron rumores sobre la preparación de un manifiesto contra el incumplimiento de las promesas cinematográficas del Gobierno Zapatero, que todavía no puede ser juzgado con perspectiva en este terreno.

Muchas cosas más sucedieron en los días del Festival, sin que sea posible reseñarlas aquí. La sección Zabaltegi fue un año más un cajón de sastre con filmes muy interesantes y otros que no lo eran en absoluto. Horizontes Latinos nos acercó de nuevo a un cine interesante y heterogéneo. Otras secciones han ofrecido la posibilidad de volver a ver la filmografía de Robert Wise, Abel Ferrara y un ciclo temático sobre mujeres Rebeldes e insumisas. En definitiva, un año gris, que probablemente es un reflejo de lo que hay en un panorama cinematográfico español y mundial con mucha medianía y poco destacable. En cualquier caso, habrá que esperar a ver lo que sucede el año que viene.

 

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