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Fuera de concurso, en la Asian Selection, se pudo ver el último trabajo del reconocido Shunji Iwai, director de referencia en el panorama audiovisial japonés. Su Hana and Alice recorría parajes ya vistos en anteriores films como en la enorme All About Lily Chou Chou, pieza fundamental del nuevo cine japonés, o el mediometraje Picnic. Aun así, a pesar de reconocer esa senda común entre el shojo manga y la más pura posmodernidad audiovisual, el film resulta tan satisfactorio como lo suelen ser sus anteriores trabajos. Desde nuestras comodas butacas, ha llegado la hora de prestar algo más de antención al curioso sincretismo posmoderno que ofrece toda creación de este joven director.

La pequeña, si cabe, decepción japonesa, la aportó una esperadísima (y alabada en su tour europeo) Tony Takitani de Jun Ichikawa. El film, de perturbadora concepción visual y musical (excelente el trabajo de Ruichi Sakamoto), lamentablemente se quedaba en eso, un excelente ejercicio de estilo un tanto vacuo. Para nada la propuesta inicial - historia de desarraigos, inadaptados y soledad- se mantiene viva a pesar de su escaso metraje, donde la historia pierde fuerza a medida que el espectador se ve abrumado (positivamente?) por un minimalismo visual que parece acabar en un (in)significante final. Aun así, este film encontrará quijotescos defensores a ultranza y puede convertirse en una pequeña obra cult para los espectadores más radicales y atentos a las últimas tendencias del la producción nipona.

Concluyendo con la representación japonesa, merece una mención especial la que para muchos ha sido la película del festival, Nobody Knows. Kore-eda se ha convertido en un director completamente asentado, maduro, que si sus anteriores películas funcionaban excelentemente como ensayos algo alejados de las retinas y comprensión popular, con el desgarrador relato de Nobody Knows conocemos al Kore-eda más accesible, aquel que ya se intuía en la magnífica parábola metafísica Alter Life. Siguiendo y evolucionando en su estilo, marcado por su aprendizaje como documentalista, Kore-eda nos deja uno de los films del año.

La delegación china fue sin duda la gran vencedora. Ke Ke Xi li, un curioso híbrido entre spaghetti-easter y documental del National Geographic o Passages y The World (2004), dos propuestas enmarcadas dentro de la cada vez más potente y poco autocomplaciente 6ª Generación, dieron buena muestra de ello. Passages, algo recurrente en su planteamiento y en esa oposición casi anacrónica entre campo y ciudad, mereció una mención especial del jurado; pero más interesante y arriesgada acabó siendo el último trabajo del cabeza de fila Jia Zhang-Ke, director de enormes y polémicos films como Platform (2000) o su opera prima Xiao Wu (1997). Con The World (2004), el director recurría a una metafórica representación de un enorme y ultramoderno parque temático en el mismo Pekín, para discutir sobre la conflictiva evolución de un país donde la diatriba entre capitalismo y/o modernización está claramente alejada de la situación real de un pueblo que continua estancado y sin posibilidades de adecuarse a esas nuevas proclamas políticas. Excelente film para un director de carrera meteórica que se aleja a pasos agigantados de la línea teatral y estilista que marcaron los maestros precesores Kaige y Yimou.

Paralelamente a la Sección oficial y la Asian Selection, el BAFF nos tiene (mal) acostumbrados con interesantes propuestas paralelas: la retrospectiva monotemática sobre la cinematografía vietnamita, con una especial atención a la personalidad casi monolítica de Tran Ahn Hung o la exitosa sección D-Cinema, con las propuestas más arriesgadas e innovadoras y donde se pudieron ver trabajos en vídeo digital de jóvenes realizadores malayos, filipinos o japoneses, sorprendiendo el trabajo de Masafumi Yamada con su apocalíptica Tsuburo, ejemplo claro de la todavía persistente influencia de Tetsuo y las reminiscencias cyberpunk de Tsukamoto.

Un año más se clausuraba el Festival con un made in Bollywood, el drama romántico Veer-Zaara (2004), protagonizado por la estrella india Shahrukh Khan y de rigurosos 192 minutos con sus correspondientes y obligatorias coreografías musicales.

El BAFF sigue creciendo, ya son siete ediciones, que tras lo visto este año hace augurar un futuro prometedor a estas alejadas pero cada vez más cercanas cinematografías.

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